¿Quién iba a decir que Madrid, ciudad de gatos y palomas, se vería sorprendida por la llegada de un animal más propio de cuentos y bosques húmedos del norte de Europa? Pues sí, los castores han hecho acto de presencia en el río Manzanares, y no, no es una inocentada ni una estrategia publicitaria municipal. Los madrileños paseaban tranquilamente por la ribera cuando, entre ramas roídas y troncos tallados con precisión quirúrgica, empezaron a encontrarse con las señales inconfundibles de este roedor arquitecto. De repente, el Manzanares ya no solo es escenario de eventos deportivos y rutas ciclistas: ahora también es territorio castoril.
La noticia ha causado asombro, memes en redes sociales y cierta inquietud entre expertos y autoridades. ¿De dónde han salido estos animales? ¿Qué consecuencias tendrá su presencia para el ecosistema urbano? Y lo más importante: ¿hay que temer por la integridad de los paseantes o por el futuro del propio castor en la capital?
Una reaparición tan misteriosa como polémica
El castor europeo (Castor fiber) había desaparecido de la península ibérica hace siglos, víctima de la caza y la presión humana. Desde principios del siglo XXI, algunos grupos decidieron devolverlo a los ríos españoles mediante sueltas clandestinas, primero en el Ebro y después en otras cuencas como la del Duero o el Tajo. El caso del Manzanares apunta a una nueva liberación sin permiso oficial, posiblemente realizada por personas convencidas de los beneficios ecológicos del animal para los ríos urbanos.
Las pruebas son claras: árboles talados en forma de lápiz gigante, presas improvisadas y madrigueras excavadas en las orillas. El Ayuntamiento y los agentes medioambientales ya han confirmado rastros inequívocos en zonas como El Pardo. Se habla incluso de pequeñas colonias familiares instaladas desde hace meses.
¿Están en peligro de extinción?
La situación del castor europeo ha cambiado radicalmente en Europa durante las últimas décadas. Tras rozar la desaparición total a finales del XIX, la especie ha sido objeto de programas de protección e incluso reintroducción controlada en numerosos países. En España, desde 2018 figura como especie protegida dentro del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESRPE), aunque su estatus genera controversia al proceder buena parte de los ejemplares actuales de introducciones ilegales.
A día de hoy:
- El castor europeo no está globalmente en peligro crítico, pero sus poblaciones ibéricas son todavía pequeñas y muy localizadas.
- Su recuperación es vista como un ejemplo positivo para la restauración ecológica fluvial, aunque todavía requiere seguimiento científico.
- La Unión Europea reconoce su valor ecológico y lo incluye entre las especies a proteger dentro de sus políticas ambientales.
¿Son un peligro para los humanos?
Aquí llega la pregunta que muchos se hacen mientras pasean cerca del río: ¿hay que temer a estos nuevos vecinos? La respuesta corta es no. El castor no representa una amenaza directa para las personas: es un animal tímido que evita cualquier contacto con humanos. Sus dientes están pensados para roer madera y construir diques, no para atacar.
Sin embargo:
- Su actividad puede alterar riberas urbanas al talar árboles jóvenes o modificar cursos fluviales.
- En zonas agrícolas ha habido conflictos por daños a cultivos o acequias, especialmente si se expande sin control.
- El riesgo sanitario es bajo si se vigila adecuadamente su salud antes de cualquier reintroducción; no se han reportado casos graves derivados hasta ahora.
Los expertos señalan que la mayor preocupación reside en el posible desequilibrio ecológico si el número de ejemplares crece demasiado rápido o si se introducen animales portadores de enfermedades sin controles veterinarios previos. Por eso insisten en que cualquier actuación debe ser supervisada por autoridades ambientales.
Impacto ecológico: ¿ingenieros del río o amenaza vegetal?
El castor es famoso por su capacidad para transformar el paisaje: construye presas, crea lagunas temporales y modifica los cauces fluviales. Esto puede ser beneficioso para:
- Incrementar la biodiversidad local al crear nuevos hábitats para aves, peces e invertebrados.
- Mejorar la calidad del agua al filtrar sedimentos.
- Frenar procesos erosivos en las riberas.
No obstante, si su presencia no se gestiona bien puede acarrear problemas:
- Daños a árboles ornamentales o especies vegetales protegidas.
- Alteraciones artificiales que afecten a infraestructuras hidráulicas urbanas.
- Conflictos con intereses agrícolas o recreativos locales.
Por ahora, los daños observados en el Manzanares son considerados «admisibles» y están bajo vigilancia por parte de técnicos municipales y biólogos. La clave estará en mantener una población equilibrada que aporte beneficios sin causar estragos irreversibles.
Curiosidades sobre los castores madrileños
Para terminar este insólito episodio naturalista capitalino, algunas anécdotas y datos sorprendentes:
- El castor europeo puede llegar a pesar más de 20 kilos y medir casi un metro incluyendo su característica cola plana.
- A diferencia de otros roedores urbanos (sí, te miramos a ti, rata común), el castor es monógamo y vive en familias estables donde colaboran padres e hijos.
- Su «ingeniería hidráulica» está tan bien valorada que algunos científicos proponen usarlo como herramienta natural para restaurar humedales degradados.
- Cuando detecta peligro cerca del agua, golpea la superficie con fuerza usando su cola: este «aplauso» subacuático sirve como señal de alarma para toda la colonia.
- Históricamente hubo castores hasta época romana en ríos españoles tan emblemáticos como el Guadalquivir o el Ebro; su regreso actual es un viaje inesperado al pasado natural peninsular.
En definitiva, el retorno del castor al río Manzanares supone una oportunidad única para observar cómo naturaleza e historia pueden reencontrarse —con un poco de ayuda humana— incluso entre asfalto y semáforos. Madrid suma así un nuevo símbolo animal a su imaginario colectivo… ¡y esta vez viene con dientes afilados y espíritu constructor!