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¿Quién no ha escuchado alguna vez un “¡Come un poquito más, que estás en los huesos!” mientras una abuela, armada con una cuchara y toneladas de cariño, sirve un plato casi desbordado? Este ritual universal, que trasciende fronteras y generaciones, ha despertado la curiosidad de la ciencia. Un reciente estudio impulsado por Springer Nature ha arrojado luz sobre las raíces profundas —y sorprendentemente evolucionistas— de esta costumbre tan entrañable como ineludible.
Lejos de ser solo una cuestión de gula o tradición familiar, el fenómeno responde a lo que los expertos llaman la «teoría de la abuela».
Esta hipótesis evolutiva sostiene que las mujeres mayores, una vez superada la edad reproductiva, asumen un papel clave en el éxito y supervivencia de su familia: ya no tienen hijos propios, pero su experiencia y dedicación alimentan —literalmente— a las nuevas generaciones.
De la evolución al plato: el legado femenino en la cocina
La teoría de la abuela no es exclusiva del ser humano. En especies como los elefantes o ciertos primates, las hembras mayores dedican sus años post-reproductivos a cuidar y proteger a las crías del grupo. En nuestro caso, esa protección incluye transmitir recetas ancestrales, conocimientos nutricionales y, cómo no, asegurarse de que nadie se quede con hambre. El estudio señala que este comportamiento está tan arraigado que va más allá de la simple preocupación materna: es una estrategia para garantizar el bienestar y la prosperidad del clan familiar.
En palabras sencillas: servir comida en abundancia es una forma de asegurar que los nietos crezcan fuertes y sanos, incluso cuando ya no hay peligro inminente de escasez. Las abuelas, muchas veces marcadas por épocas pasadas de privaciones o inseguridad alimentaria, ven en cada cucharada extra un escudo contra el hambre futura. Y si además consiguen que sus nietos prefieran un guiso casero a una hamburguesa industrial… ¡doble victoria!
Salud, bienestar y ciencia: ¿es bueno tanto amor servido en plato hondo?
Aunque nadie duda del cariño con el que se cocina en casa de la abuela, surge una pregunta inevitable: ¿es saludable este exceso? La respuesta depende del contexto. La ciencia respalda que una alimentación basada en recetas tradicionales —muchas veces alineadas con la dieta mediterránea— puede ser una fuente inagotable de beneficios para la salud.
- La dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, legumbres y aceite de oliva virgen extra, se asocia con menor riesgo cardiovascular y distintos tipos de cáncer.
- Incorporar platos caseros elaborados con mimo contribuye al bienestar emocional y refuerza los lazos sociales, ambos factores fundamentales para la longevidad.
Eso sí: la clave está en el equilibrio. Las recomendaciones actuales inciden en adaptar las cantidades a las necesidades reales de cada persona —especialmente niños y mayores— evitando excesos calóricos o grasas saturadas innecesarias. Así que sí: comerse el segundo plato “por no hacerle un feo a la abuela” puede estar justificado… siempre que no sea todos los días.
Curiosidades científicas: lo que nunca te contaron sobre las abuelas (y sus cazuelas)
La ciencia está repleta de anécdotas sorprendentes sobre el papel de las abuelas:
- En algunas tribus africanas estudiadas por antropólogos evolucionistas, la presencia activa de abuelas se asocia directamente con mayor supervivencia infantil.
- Los elefantes también cuentan con “abuelas líderes” que guían al grupo hacia zonas ricas en agua durante sequías extremas.
- En estudios recientes sobre bienestar y longevidad humana se observa que la interacción social frecuente, como compartir comidas familiares preparadas por mayores, reduce los niveles de estrés y mejora el estado anímico general.
- El fenómeno del “síndrome del nido vacío” afecta menos a las mujeres mayores cuando tienen nietos cerca… ¡y nevera llena!
- Hay investigaciones curiosas sobre cómo los aromas tradicionales (sopas, guisos) activan áreas cerebrales vinculadas a recuerdos felices; así que comer en casa de la abuela literalmente alimenta cuerpo… ¡y mente!
Comer juntos es mucho más que alimentarse
Más allá del valor nutricional del menú típico de abuela —que suele incluir desde potajes hasta postres caseros— lo esencial es entender que estos gestos forman parte del tejido emocional y social que nos une como familias. La costumbre de llenar el plato es también una forma simbólica de decir “te cuido”, “me importas” o incluso “aquí tienes un trocito de mi historia”.
Así pues, cuando tu abuela insista en servirte “un poquito más”, piensa que tras esa generosidad hay siglos de evolución humana… y un amor difícilmente medible fuera del comedor familiar.
¿Una última cucharada? Por supuesto. Pero recuerda: lo importante no es solo lo que comes, sino con quién lo compartes.
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