Dieta y salud

Una dieta baja en carbohidratos puede ayudar a reducir el síndrome metabólico

Una dieta baja en carbohidratos puede ayudar a reducir el síndrome metabólico
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Una dieta baja en carbohidratos puede mejorar la condición de síndrome metabólico. Esto fue descubierto por científicos estadounidenses, después de realizar un estudio con 16 personas que, durante tres meses, tomaron dietas con una proporción diferente de proteínas, grasas y carbohidratos. Según un artículo publicado en JCI Insight, la mitad de los participantes ya no estaba bajo los criterios requeridos para el diagnóstico de síndrome metabólico, según recoge el autor original de este artículo Victor Roman en N+1 y comparte Periodista Digital

Uno de los signos claros del síndrome metabólico es la obesidad y, en particular, una gran acumulación de grasa en el área de la cintura. Sin embargo, por sí mismo, el exceso de peso no puede considerarse suficiente para el diagnóstico: el síndrome también muestra resistencia a la insulina y un metabolismo deteriorado de las grasas y los carbohidratos en el cuerpo.

Al mismo tiempo, el tratamiento más común para el síndrome metabólico es precisamente la pérdida de peso debido al esfuerzo físico y la dieta. Los científicos dirigidos por Parker Hyde de la Universidad Estatal de Ohio decidieron probar si un cambio en la dieta puede afectar el síndrome metabólico sin perder peso.

Menos carbohidratos

Los participantes del estudio tomaron tres dietas durante tres meses: una baja, una alta y una media en carbohidratos en relación con las grasas y las proteínas. Para mantener su peso corporal original, necesitaban consumir 2,950 kilocalorías diarias. Hubo un período de dos semanas entre las tres dietas, durante el cual los participantes podían comer como solían hacerlo.

Los científicos han descubierto que, en comparación con otras dietas, la nutrición baja en carbohidratos tiene un efecto positivo para deshacerse de los síntomas del síndrome metabólico: el proceso de oxidación de las grasas mejoró (p <0,001), la concentración de grasas disminuyó (p = 0.006), el nivel de glucosa (p = 0.023) y lipoproteínas de alta densidad (el llamado colesterol «bueno» – p = 0.009) aumentaron en la sangre.

En cuanto a las cifras absolutas, la mitad de los participantes ya no cayó bajo los criterios necesarios para el diagnóstico del síndrome después de cuatro semanas. Curiosamente, el efecto se observó a pesar de que la dieta baja en carbohidratos también difería en su alto contenido de grasa. El peso de los participantes durante el experimento no cambió.

Sobre la base de los resultados de su experimento, los científicos han sugerido que el indicador principal del síndrome metabólico no es un aumento de la masa grasa, sino una incapacidad para la absorción normal de carbohidratos. Por lo tanto, una disminución en la ingesta de carbohidratos, en su opinión, puede tener un impacto positivo en la salud humana y reducir el riesgo de desarrollar diabetes y enfermedades cardiovasculares que a menudo acompañan al síndrome metabólico.

La nutrición también puede afectar otros signos del síndrome metabólico. Hace un mes, otro grupo de científicos demostró que el consumo diario de arándanos secos, equivalente a 150 gramos de bayas frescas, puede mejorar significativamente la salud del corazón.

Una peligrosa sustancia es hallada en buena parte de envases de comida rápida

No solo las grasas saturadas, el alto contenido de azúcar, los carbohidratos y el sodio en exceso: una nueva sustancia perniciosa al organismo humano ha sido descubierta en una variedad de comidas rápidas, de acuerdo con un estudio del Silent Spring Institute.

La investigación, publicada en Environmental Science and Technology Letters observó la presencia de compuestos fluorados en envoltorios de comida rápida en los Estados Unidos y determinó qué tipos de envases lo tienen. Los resultados arrojaron que al menos un tercio de las muestras de envases revisados dieron positivo al contenido de la sustancia.

Se trata de partículas altamente sintéticas, de amplio uso industrial, que no se biodegradan en lo absoluto.

Comercialmente, estos productos químicos con conocidos como polifluoroalquilo y perfluoroalquilo (PFAS), usualmente empleados en la fabricación de utensilios de cocina antiadherentes, aunque también se pueden encontrar en muebles, inmobiliario de exteriores, ropa impermeable y envases de comida para llevar. Este químico hace a los envases repelentes a la grasa, las manchas y el agua.

Al estar presentes en una serie de objetos de uso común, la exposición humana a este producto químico tóxico se acumula, según un estudio de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de los Estados Unidos de 2015: los PFAS estuvieron presentes en 97% de las muestras de sangre humana.

Laurel Schaider, autor principal del reciente estudio, hallaron PFAS en 407 muestras de envolturas de papel, cartones y vasos de bebidas de 27 marcas de comida rápida en los Estados Unidos. La mitad de la prueba se realizó en envolturas con contacto directo con los alimentos.

Los investigadores encontraron compuestos fluorados en el 56% de las envolturas de postre y pan, el 38% de envolturas de sándwiches y hamburguesas, el 20% de cajas de bebidas y el 16% de vasos.

Estas sustancias pueden pasar del envase a la comida y de ahí al organismo, dependiendo de la temperatura del alimento, su composición y la duración del contacto. En el cuerpo, las PFAS pueden producir cáncer de riñón y testículo, niveles más altos de colesterol, toxicidad en el desarrollo e inmunotoxicidad, según algunos estudios.

Los PFAS considerados «más seguros» de los envases alimentarios siguen siendo peligrosos

Un nuevo estudio sugiere que las sustancias sustitutivas perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS) anunciadas como seguras para su uso en el envasado de alimentos se descomponen en PFAS tóxicas que se filtran a nuestros alimentos y al medio ambiente, según publican los investigadores en la revista ‘Environmental Science & Technology Letters’.

Debido a los riesgos de exposición conocidos por el uso de moléculas de PFAS más pequeñas, como PFOA y PFOS, en materiales en contacto con alimentos, muchas empresas han pasado a utilizar PFAS poliméricos más grandes para hacer que sus envoltorios, cuencos y otros envases de comida rápida sean repelentes al agua y la grasa. Estos PFAS poliméricos se promocionan como alternativas «más seguras», inertes y demasiado pesadas para escapar de los productos.

Sin embargo, este estudio aporta la primera prueba de que los PFAS poliméricos utilizados en los envases alimentarios se descomponen en moléculas más pequeñas que siguen siendo nocivas y pueden filtrarse en los alimentos y el medio ambiente.

«Está claro que los polímeros no son el resquicio inocuo con el que contaba la industria de los PFAS –afirma Marta Venier, coautora y profesora de la Universidad de Indiana (Estados Unidos)–. Su uso en el envasado de alimentos sigue provocando que los PFAS nocivos y persistentes contaminen los alimentos que comemos y, una vez desechados, nuestro aire y agua potable».

Los investigadores analizaron 42 envoltorios y cuencos de papel recogidos en restaurantes de comida rápida de Toronto (Canadá). Un PFAS que se sabe que es tóxico-6:2 FTOH (alcohol fluorotelómero 6:2)-fue el compuesto más abundante detectado en estas muestras. Los PFAS poliméricos de las muestras pueden transformarse en este compuesto, aumentando así la exposición del consumidor al mismo.

Los investigadores descubrieron que la concentración de PFAS disminuía hasta un 85% tras almacenar los productos durante dos años en condiciones normales (a temperatura ambiente y en la oscuridad). Gran parte de estas pérdidas correspondían a la descomposición de los PFAS poliméricos añadidos a los envases de comida rápida. Estos resultados contradicen las afirmaciones de que los PFAS poliméricos son inmóviles y no crean riesgos de exposición.

Algunas moléculas más pequeñas de PFAS se han asociado a una amplia gama de daños graves para la salud, desde el cáncer a la obesidad, pasando por resultados COVID-19 más graves, y contaminan el agua potable de muchos millones de personas.

Sólo se ha analizado la toxicidad de una pequeña parte de los miles de PFAS, y todos ellos (incluidos los polímeros) son extremadamente persistentes en el medio ambiente o se descomponen en PFAS extremadamente persistentes, señalan.

Estas preocupaciones han llevado a 11 estados de Estados Unidos a prohibir los PFAS en la mayoría de los envases de alimentos, y grandes cadenas como McDonalds y Chick-fil-A se han comprometido a estar libres de PFAS para 2025.

«Se ha avanzado mucho en la eliminación de los PFAS, incluidos los polímeros, de los envases de comida rápida en Estados Unidos –reconoce Arlene Blum, coautora y directora ejecutiva del Green Science Policy Institute–, pero este estudio pone en duda la seguridad de los PFAS poliméricos para muchos de sus usos».

Según defiende, «la mejor medida para proteger a nuestros hijos y a las generaciones futuras es eliminar cuanto antes toda la clase de PFAS de todos los usos no esenciales, desde los envases alimentarios hasta los chubasqueros».

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