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Imagina un mundo donde el internet llega a cada rincón, desde una aldea perdida en la selva hasta un barco en medio del océano.
Ese es el sueño que Elon Musk persigue con Starlink, su red de satélites que ya está cambiando las reglas del juego.
Pero no está solo en esta carrera.
Pekín ve su liderazgo como una amenaza y está poniendo toda la carne en el asador para alcanzarlo.
Hablamos de una competición que mezcla tecnología, ambición y un toque de rivalidad geopolítica.
¿Quién ganará esta batalla por el dominio del internet satelital?
Starlink lleva la delantera desde 2020, lanzando miles de satélites a la órbita baja terrestre (LEO, por sus siglas en inglés).
Hoy tiene unos 7.000 en el cielo, más que todos sus competidores juntos.
Estos cacharros, a menos de 2.000 kilómetros de altura, ofrecen internet de alta velocidad a lugares donde las redes tradicionales no llegan.
Comunidades remotas, barcos, incluso ejércitos en conflicto ya dependen de esta tecnología. Pero mientras Musk celebra, Pekín frunce el ceño y acelera su propio plan.
China no se queda atrás. En 2024 lanzó 263 satélites LEO, un récord que muestra su apuesta decidida.
Su proyecto estrella, Qianfan (o “Mil Velas”), planea desplegar 648 este año y hasta 15.000 para 2030. No solo eso: otros programas como Guo Wang y Honghu-3 suman ambiciones para alcanzar los 38.000 satélites.
¿El objetivo? Tener su propia red global y no depender de nadie, especialmente de Musk. Porque aquí no solo se juega el internet, sino el control de un recurso estratégico.
¿Por qué tanto lío? Pekín ve en Starlink un riesgo.
Una red que cruza fronteras sin pedir permiso puede ser una pesadilla para un país obsesionado con la soberanía digital.
Por eso, además de lanzar satélites, China invierte en investigaciones militares para rastrear y, quién sabe, quizás neutralizar constelaciones como la de Musk. Simulaciones con drones y estrategias inspiradas en la caza de ballenas ya están sobre la mesa. Suena a ciencia ficción, pero es real.
Mientras tanto, Starlink no se duerme. Musk quiere llegar a 42.000 satélites antes de que acabe la década.
Su ventaja está en los cohetes reutilizables de SpaceX, que le permiten lanzar casi cada semana. Eso sí, no todo es perfecto. Hay quien critica que tanta chatarra espacial podría complicar las cosas allá arriba. Pero él sigue adelante, fiel a su estilo: grande, rápido y sin mirar mucho atrás.
Otros jugadores también entran en la partida. Jeff Bezos, con su proyecto Kuiper, y empresas como Telesat buscan su trozo del pastel.
Pero China lleva un ritmo que impresiona. En pruebas recientes, la compañía Chang Guang Satellite logró transmitir datos a 100 gigabits por segundo desde un satélite al suelo.
Para que te hagas una idea, eso es descargar diez pelis en un segundo. Starlink aún no ha mostrado algo así en comunicaciones satélite-tierra, aunque usa láser entre sus satélites. ¿Le está comiendo terreno Pekín?
La tecnología aquí es clave. Los satélites LEO son rápidos porque están cerca de nosotros, pero mover datos a esa velocidad requiere precisión brutal.
China dice haber superado retos como las turbulencias atmosféricas y el alineamiento de láseres. Si lo logran a gran escala, podrían dar un salto hacia el 6G, la próxima generación de redes que promete ser cien veces más rápida que el 5G. Musk, por su parte, apuesta por volumen y cobertura global. Dos estrategias, un solo premio.
Esta carrera no es solo técnica, también es política. Países como Brasil celebran la competencia porque quieren internet rápido sin depender solo de Musk, con quien han tenido roces.
Vietnam, por ejemplo, está abriendo la puerta a Starlink, pero con ojo a lo que China ofrece. Y en Europa, la UE lanza su propio plan, Iris2, con 290 satélites. Todos quieren un pedazo del cielo.
¿Qué pasa si China gana? Podría dominar el internet en regiones donde Starlink no es bienvenido, como partes de África o Asia.
Pero Musk tiene un as bajo la manga: su carisma y su capacidad para cerrar tratos con gobiernos y empresas.
United Airlines y Air France ya usan Starlink para Wi-Fi en vuelos. Es un tipo que no se rinde fácil.
Ahora, hablemos números. Aquí va una tabla rápida para verlo claro:
Proyecto |
Satélites actuales |
Objetivo |
Velocidad máxima (reportada) |
Starlink |
7.000 |
42.000 |
100 Mbps (aprox.) |
Qianfan |
263 (2024) |
15.000 |
100 Gbps (láser) |
Kuiper |
2 (prototipos) |
3.000 |
Sin datos aún |
Iris2 (UE) |
0 |
290 |
Sin datos aún |
La diferencia salta a la vista. China va por velocidad bruta; Musk, por cantidad. ¿Cuál pesa más? El tiempo dirá.
Y mientras esta guerra orbital se calienta, surgen preguntas.
¿Qué pasa con la basura espacial?
¿Y si alguien decide “apagar” los satélites del otro?
Hay rumores de que China ya simula cómo cazar los de Starlink. Suena a película de espías, pero en 2025 todo es posible.
Elon Musk, el genio detrás de este lío:
- De Marte a la Tierra: Musk dice que Starlink financiará su sueño de colonizar Marte. ¿Internet satelital pagando naves espaciales? Solo él lo ve claro.
- Tuits y caos: Una vez tuiteó que Starlink era “demasiado lento” y luego subió una prueba a 100 Mbps desde su casa. Le gusta presumir, está claro.
- Fan de la ficción: Se inspiró en la novela Guía del Autoestopista Galáctico para naming de sus cohetes. Un friki con poder.
- Casi lo pierde todo: En 2008, SpaceX estaba al borde del colapso. Un lanzamiento exitoso lo salvó. Hoy, ríe último.
- Durmiendo en la fábrica: Dicen que a veces se echa siestas bajo su escritorio en SpaceX. Nada de lujos para este multimillonario.
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