La antropología, desde su nacimiento en el siglo XVIII, es la ciencia que se encarga de estudiar los aspectos físicos y las manifestaciones sociales y culturales de las comunidades humanas. En el momento en el que se iban descubriendo nuevas poblaciones, hubo que clasificar a las personas según sus rasgos.
En el caso de los animales es diferente, ya que se definen grandes agrupaciones por los rasgos que presentan en base al ambiente en el que están. Ahora, en el caso del hombre, tiene un matiz distinto. Esta diversidad no se entendía según una selección adaptada al ambiente, como es el caso del color y forma de los ojos.
De esta forma, los rasgos europeos se consideraron «superiores» y ellos mismos se catalogaban como de raza «superior». En el lado opuesto se encontraban los rasgos africanos, considerados «primitivos», signo de una población «incivilizada», según las teorías de los antropólogos de hace tres siglos.
La secuencia de bases en el ADN humano es idéntica al 99,9%
Buscaban la excusa perfecta para justificar sus brutales acciones, y una forma de discriminación era la «craneología«, la ciencia que estudia la descripción y medidas de los caracteres cráneanos. De esta forma se estableció una jerarquía social y cultural entre los grupos humanos.
Se clasificaron desde dos hasta 63 razas humanas. Fue en el año 1994, cuando la American Anthropological Association se distanció de este concepto tan arcaico y demostró su carencia de base científica. Para distanciarse de la connotación social de la palabra «raza», la ciencia modificó su manera de referirse a las poblaciones humanas, y aceptó la existencia de una sola especie, el Homo sapiens.
Estudios posteriores verificaron la secuencia de bases (las unidades que forman la información genética) en el ADN humano es idéntica al 99,9%, lo que destruyó por completo la posibilidad de encontrar un parámetro íntegro para definir las razas.