La Plaza de San Pedro se convierte este sábado en el epicentro mundial del duelo y la diplomacia. Más de 200.000 personas se esperan para despedir a Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, fallecido el pasado lunes a los 88 años en la Domus Sanctae Marthae del Vaticano. La ceremonia, marcada por la solemnidad y la presencia de los principales líderes mundiales, refleja el alcance global de su figura y el peso institucional que tiene su legado.
Una despedida histórica: cifras y protagonistas
El funeral, programado para las 10:00 horas en la Plaza de San Pedro, contará con una asistencia sin precedentes: 130 delegaciones oficiales, cerca de 50 jefes de Estado y gobierno y una decena de monarcas europeos. Entre los asistentes más destacados figuran Javier Milei, presidente de Argentina; Giorgia Meloni, primera ministra italiana; Donald Trump, expresidente estadounidense; así como los reyes Felipe VI y Letizia de España. Todos ellos ocuparán posiciones protocolarias cuidadosamente asignadas: Milei y Meloni estarán en primera fila, mientras que Trump ocupará la segunda línea junto a otros exmandatarios.
La presencia argentina adquiere un significado especial, dada la procedencia del Papa Francisco. El presidente Milei ha viajado acompañado por una delegación oficial, reforzando los lazos históricos entre Argentina y el Vaticano. La disposición protocolaria refleja tanto jerarquías diplomáticas como equilibrios geopolíticos.
Protocolo e indumentaria: sobriedad obligada
La solemnidad del acto impone reglas estrictas en cuanto a vestimenta y comportamiento. El protocolo exige atuendos oscuros, preferiblemente negro para hombres (traje clásico) y vestidos largos y sobrios para mujeres, siempre por debajo de la rodilla. Las reinas católicas pueden lucir mantilla negra y peineta, aunque otras monarcas pueden optar por velo o tocado discreto cubriendo la cabeza. El calzado debe ser cerrado, con tacón bajo y sin detalles llamativos.
Las joyas están prácticamente descartadas; solo se admiten piezas discretas que no llamen la atención ni supongan ostentación. Aunque existe el tradicional privilège du blanc que permite a ciertas reinas vestir de blanco ante el papa, está prácticamente descartado para este funeral debido al carácter luctuoso del acto.
En cuanto a los hombres, se espera traje oscuro —negro o azul marino— con camisa blanca y corbata sobria. Los líderes religiosos portarán sus vestimentas litúrgicas habituales. Este rigor en la vestimenta no es un mero formalismo: proyecta respeto hacia el fallecido y hacia la institución que representa.
Seguridad reforzada y organización milimétrica
El Vaticano ha desplegado un dispositivo de seguridad sin precedentes: controles exhaustivos, zonas acotadas para las delegaciones oficiales y rutas alternativas para los peregrinos. Desde la apertura al público del féretro, más de 128.000 personas han pasado ya por la Basílica de San Pedro para rendir homenaje a Francisco. El flujo incesante ha obligado a ampliar horarios y reforzar medidas para garantizar tanto el orden como la solemnidad del momento.
El funeral será oficiado por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, siguiendo el rito latino tradicional. Tras la ceremonia pública —que será televisada a nivel mundial— se procederá al entierro privado en una cripta dentro de San Pedro.
Diversidad política: un mosaico global frente al féretro
El mosaico humano ante el féretro refleja tanto las divisiones como las conexiones contemporáneas. En primera fila se sentarán Milei —de tendencia ultraliberal— junto a Meloni —líder conservadora italiana— mientras Trump compartirá espacio con otros exmandatarios como Barack Obama o Emmanuel Macron (confirmados hasta última hora). Esta combinación ilustra cómo el funeral trasciende lo meramente religioso para convertirse en un acto político global.
La realeza europea también tendrá protagonismo propio: los reyes Felipe VI y Letizia se suman a monarcas belgas, luxemburgueses y monegascos; todos bajo estrictas normas protocolares. La imagen conjunta será una poderosa metáfora del peso internacional que tuvo Francisco durante su papado.
El adiós popular: cinco horas de espera para ver al Papa
Miles de fieles han esperado hasta cinco horas bajo el sol romano para acceder al féretro expuesto en la Basílica desde el miércoles pasado. El flujo constante demuestra tanto la devoción personal como la relevancia social del pontífice argentino.
Las autoridades vaticanas han dispuesto que las visitas populares continúen hasta última hora del viernes 25 antes de cerrar el féretro para siempre. Los peregrinos deberán seguir rutas específicas debido al refuerzo policial y a la coincidencia con eventos jubilares en Roma.
Un funeral reflejo del mundo actual
La despedida de Francisco es mucho más que un rito eclesial: es un evento global donde convergen poder político, tradición religiosa y emociones colectivas. La foto final —con Milei, Meloni, Trump, Felipe VI, Letizia y decenas de líderes mundiales— será recordada como un símbolo del tiempo presente: diversidad ideológica bajo una misma bóveda histórica.
Con su muerte termina una etapa marcada por gestos aperturistas pero también por profundas tensiones internas dentro de la Iglesia católica. Su funeral reúne adversarios políticos, monarcas seculares e incluso representantes religiosos no católicos; todos unidos por unas horas bajo las cúpulas milenarias del Vaticano.
Esta ceremonia no solo cierra una vida ni un pontificado: ofrece una instantánea única sobre cómo religión, política e historia se entrelazan aún hoy en Occidente.
