El teatro del Siglo de Oro es difícil de representar y contemplar hoy día, y Calderón es el más difícil sin duda. Para actualizar ‘El mágico prodigioso’ hace falta valor, ingenio y oficio, y no es tarea de una compañía cuasi aficionada metida en camisa de once varas por muchos ovarios que despliegue. El intento se saldó en desastre aún antes de juzgar sus mínimos méritos artísticos, porque en el Auditorio de El Escorial apenas se entendieron retazos mal recitados de un texto soberbio. Tras tantas veladas fallidas en ocho años de reseñas y críticas teatrales, no recordamos otra como esta, en la que no pudiéramos entender apenas lo que en el escenario transcurría. Hemos dicho desastre y podemos añadir oprobio y desventura.
Esta desventurada adaptación ha pasado ya por el Festival de Teatro Clásico de Cáceres, el Festival Clásicos de Alcalá, y el Teatro Real Carlos III de Aranjuez, y lo ha hecho impune, lo cual nos dice mucho del estado actual de la crítica y del público teatrales. Ciertamente, en espacios pequeños es posible que se oiga mejor y casi se entienda el texto, pero aún así dudamos que nadie haya podido superar la confusión de personajes fomentada por una dramaturgia y un vestuario plano que junto al hecho de que todos los intérpretes sean mujeres jóvenes de edad y aspecto parecido, convierte en magia adivinatoria distinguir a los personajes, y en prodigio intelectual seguir la trama y enterarse del trasfondo.
Avalada en el prestigio de Ernesto Caballero, director del Centro Dramático Nacional, que firma una versión cuyos méritos literarios no pudimos juzgar, Karina Garantivá se lanza al ruedo sin capote ni montera, como si el mihura careciera de los afilados cuernos de una ‘comedia de santos’ de hace cuatro siglos, de antiguo teatro religioso, de discurrir filosófico sobre el libre albedrío, de circunspecta moraleja sobre la vida y milagros de los santos Cipriano y Justina, mártires de Antioquía de hacia el siglo III, -virtuosa doncella cristiana ella, docto estudioso él-, y con el diablo de por medio, un precedente que inspiró a Goethe en su Fausto y que llevó a la intelectualidad alemana a considerar a don Pedro Calderón de la Barca como un summun del pensamiento occidental, lo que no es poco en patria de Hegel y Kant.
Cree posible actualizar la pieza con una puesta en escena de pobreza ejemplar, aderezada con algunos efectismos dispares que no vienen a cuento, y con eso haber logrado ‘potenciar el carácter de comedia fantástica de la obra, en la que nada es lo que parece y la realidad se transforma frente a los ojos del espectador en un juego de apariencias’. Pero como intentamos expresar de la manera más educada posible, en este montaje se niega la mayor. Que la directora de la compañía, el responsable del auditorio y el gestor delegado de la Comunidad de Madrid en el ensayo preceptivo no detectaran que desde las butacas apenas se entendía nada de los parlamentos de las ocho actrices, voces juveniles sin atemperar, las menos adecuadas para un clásico, con tonos opacos y dicción lamentable que se perdía en el espacio infinito antes de llegar al patio de butacas, es de juzgado de guardia. Además, los criterios elegidos para declamar el verso abundaban oprobiosamente en el soniquete recitativo en vez de intentar una prosa poética que sonara vital y no momificada: un fallo clamoroso de la persona que responde por la denominada ‘Dirección de Verso’.
Lo que ocurre tras media hora de intentos fallidos de conectar con lo que pasa en el escenario, de no entender lo que se dice, de no distinguir los personajes, es que el espectador desconecta, se resigna, mira el reloj, bosteza, maldice en su fuero interno, y ya es incapaz siquiera de captar algún mérito por loable que sea. Y eso es lo que les pasó a los espectadores que en menos de media entrada acudieron el sábado a este impresionante Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial, un recinto tan faraónico como el Monasterio mismo que se yergue a escasos cientos de metros, un pedazo de auditorio que se esta infravalorando en programaciones deficientes.
No basta en absoluto con que el personaje de Cipriano sea interpretado por una mujer para que adquiera ‘toda la dimensión con que fue escrito por Calderón en su época, ya que la mujer representa mejor que nadie la búsqueda insaciable de conocimientos en las distintas esferas, el ansia de perfeccionamiento y el anhelo de trascendencia’. Todo esto es feminismo de catón piedra. Ione Irazábal haciendo de Cipriano es un remedo muy inferior a Blanca Portillo haciendo de Segismundo recientemente en La vida es sueño. Entre sus compañeras, se consigue seguir las peripecias de Carmen Valiente como Moscón y de Esther Acevedo como Clarín, pero cuando se llega a Justina y Livia, y no digamos al multipolar Demonio, la confusión es absoluta y aún nos dura.
La escenografía se limita a cuerdas y gasas, salvo algunos momentos contados de cierta brillantez caprichosa; el vestuario es un desacierto completo; la iluminación en pocos momentos estuvo a la altura del privilegiado marco; espacio sonoro y coreografía siguieron la tónica decepcionante con azarosas ilustraciones enlatadas en el primer caso, y abuso de posiciones reptantes en el segundo. Una producción en definitiva, tacaña y roñosa, de las de ahorrar a cualquier precio. Un Calderón mal actualizado.
Karina Garantivá, una actriz completada en productora y ahora en directora teatral tras dos intentos anteriores que no conocemos, dirige el proyecto Primas de Riesgo, una compañía femenina y/o feminista, basada en micromecenazgo o ‘crowfunding’, con mucha teoría y aún poca práctica. No debieron aceptar el inmenso reto que suponía llevar su modesto trabajo a tan gran escenario.
El Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial es uno de los cosos punteros del país desde el punto de vista tecnológico y arquitectónico. Tiene 25.401 metros cuadrados de superficie construida. Las enormes dimensiones de la caja escénica de la Sala A, algo más pequeña que la del Teatro Real de Madrid, llevaron a los arquitectos a distribuir bajo rasante ocho de las diez alturas del edificio, con el fin también de mantener la armonía estética con el entorno. Para ello también se eligieron cuidadosamente los revestimientos exteriores en piedra natural de granito tipo amarello, que tiene la virtud de adquirir con el tiempo la tonalidad propia de los edificios históricos de San Lorenzo de El Escorial. Su estética minimalista la acentúa el centenario pinsapo que emerge entre las terrazas del edificio, que fue conservado durante su construcción y que hoy se ha convertido en seña de identidad del Auditorio. Es un espacio realmente sensacional que aconsejamos conocer en mejores circusntancias que las nuestras.
El público estaba realmente indignado al finalizar. Hasta se oyeron abucheos y algún silbido, cosa inédita (y sin embargo necesaria) en nuestros escenarios. Algunos culpaban del estropicio a la magnitud del lugar, pero la responsabilidad es de los responsables ya mencionados, que podían y debían haber paliado el desencuentro con algo de sutil megafonía. Los dineros públicos merecen mayor cuidado; los clásicos, más respeto; y el teatro aficionado, circuitos y contextos que no lleven a engaño al respetable público pagano entre el que se contaban adolescentes y jóvenes que abominarán de Calderón de por vida.
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 5
Texto, 9
Adaptación: 4
Dirección, 4
Escenografía, 5
Interpretación, 4
Producción, 4
Documentación para los medios, 5
Programa de mano, 4
Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial
El Mágico Prodigioso, de Calderón de la Barca
Dirección de escena: Karina Garantivá
Compañía: Primas de Riesgo
30 de agosto de 2014
Versión: Ernesto Caballero
Dirección de Verso: Karmele Aramburu
Documentación: Fernando Doménech
Coreografía: Esther Acevedo
Espacio Sonoro: María Herrero
Escenografía y Vestuario: Almudena Ruiz, Alice Burns, Fernando Arzuaga, Ana Montes
Iluminación y asesoría técnica: Francisco Ariza
Producción ejecutiva y distribución : Sandra Avella
Gerencia: Laura Moreno
Prensa y comunicación: Alfonso Álvarez-Dardet
Fotografía: José Carlos Nievas
Diseño de Cartel: Carlos García
Ayudante de dirección: Eva Egido y Victor Velazco.