Estrenada hace 410 años en el corral de comedias de la plaza mayor de Toledo, todavía hoy es un desafío seguir su enrevesada trama y una alucinación oír un texto en verso con tales hallazgos literarios, tan exuberante, con tal despliegue léxico. La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico ofrece una versión sicodélica que no llega a anular las muchas virtudes del original.
Esta comedia de enredo de Tirso de Molina es considerada una de las obras más logradas del teatro barroco español y ejemplo destacado de uno de sus recursos más habituales, el de la doncella disfrazada de varón. Pero en nuestra modesta opinión, resulta un lío excesivo en el que se termina ,liando hasta el autor, y no coincidimos en que sea la comedia de enredo más perfecta del Siglo de Oro español. En Valladolid, Juana se ha entregado a Martín con promesa de matrimonio, pero este la deja tirada para largarse a Madrid a casarse con la rica Inés, con cuyo padre el suyo ha cerrado el trato de los desposorios. Juana no se resigna y le sigue, tramando una farsa en la que se disfraza de hombre -Gil- y de mujer -Elvira- simultáneamente, para montar un enredo de narices con el que recupera al novio y del que los muchos personajes secundarios también saldrán contentos y emparejados.
La obra tiene 16 personajes, porque hay que añadir a los padres de Juana, Martín e Inés, al pretendiente de esta última, y a escuderos, pajes, lacayos, criados que los rodean. Tanto personaje, y tanto don y doña por aquí y por allá, es un lío morrocotudo al que aconsejan enfrentarse con un croquis en la manga. El lío del espectador no precavido lo acentúa el hecho de que todo el reparto es de parecida edad y porte, que hasta cuatro personajes terminan disfrazados con las calzas verdes, y que Sarah Kane, la muy británica directora, ha decidido que los dos alter ego de Juana sean interpretados por actrices diferentes, sin conseguir con ello que el enredo se desenrede mejor.
La versión que ha concebido Kane junto a Brenda Escobedo parece muy fiel al texto original, hasta el punto que supone un esfuerzo desmesurado entender las largas parrafadas plagadas de términos en desuso (menos mal que este domingo había subtítulos). ‘Al principio la obra parece pura ligereza, pero en todos esos momentos locos, frívolos y triviales, la agudeza y la rapidez imaginativa de los personajes crea una profundidad y una esencia que también deja espacio para la reflexión, un espectáculo completamente contemporáneo, como pasa con los verdaderos clásicos’, dice en su primera incursión en los clásicos españoles con mucha más frivolidad que reflexión. La puesta en escena lo subraya, abundando en el error de que a los jóvenes solo les gusta el jolgorio disparatado; sobre una escenografía minimalista de Elisa Sanz, de paneles rojizos con ventanas y portones cuyo movimiento basta para simular interiores y exteriores, fachadas y salones, realiza un despliegue de vestuario carnavalesco -a cargo de los hiperbólicos Pier Paolo Alvaro y Roger Portal-, ostentoso para las damas y francamente ridículo para los caballeros, que viene a insistir en la mascarada y abandona todo realismo a detalles de iluminación bien trenzados por Paloma Parra.
Es el marco adecuado para una dirección actoral que convierte la pieza en una chirigota, todo gritos, aspavientos, gesticulaciones exageradas, énfasis burlones, en un contexto de aceleración generalizada a cargo de Sol Garre, un enfoque del trabajo inrerpretativo del reparto que creemos radicalmente equivocado, una tendencia que ya empezaba a ser preocupante en la Joven CNTC -como lo es y más en el Proyecto Zarza del teatro de la Zarzuela- pero que con don Gil llega al extremo. Una adecuada presencia musical impone de vez en cuando algún sosiego, pero la exagerada comicidad, el tono burlesco generalizado, terminan hartando y eclipsando los valores literarios y artísticos de una obra que es mucho más que una sucesión de patochadas.
Y es que Tirso de Molina (1579 – 1648) no es cualquier cosa. En la muy literaria parroquia de San Sebastián de Madrid -a cien metros del lugar donde estamos escribiendo este modesta reseña teatral- y donde se supone que fue enterrado Lope de Vega y una hermana, su mujer y su querida Marta de Nevares, se conserva la partida de bautismo de Gabriel Téllez, quien sería fraile mercedario y dramaturgo insigne. Etapa importante de su vida será la estancia en Toledo (1610-1615), en la que se sitúa Don Gil de las calzas verdes (estrenada en 1615 en se corral toledano apodado Mesón de la Fruta), Marta la piadosa, El vergonzoso en palacio y quizá El condenado por desconfiado y el mismo El burlador de Sevilla. En 1616 es enviado a Santo Domingo, donde es definidor general de esta provincia mercedaria. A su regreso a España en 1618, se le confían diversos cargos de importancia y el de cronista general de la Orden de la Merced, cuya historia redacta entre 1632 y 1639; pasará sus últimos años en un convento de Soria, del que fue nombrado comendador en 1645, para morir en Almazán en 1648. Tirso con Lope y Calderón forman el podio de la dramaturgia española de todos los tiempos.
El estreno de Don Gil de las Calzas Verdes provocó los celos de Lope de Vega, quien la denominó “desatinada comedia de mercedario”, aunque acabó reconociendo que si bien la comedia no gustó en la Corte madrileña “fue muy aplaudida en esta ciudad, que sabe distinguir mejor las buenas obras de teatro”. En la representación actuaba otro amor de Lope, Jerónima de Burgos, de la que Tirso de Molina comentó “tenía en la cara más arrugas que una carga de repollos”.
El elenco de la sexta promoción de la Joven CNTC en este cuarto montaje de su andadura cumple la tarea con notable y supera las enormes dificultades del texto con la ayuda del asesor de verso Vicente Fuentes. No se puede destacar a nadie por mejor o peor de un buen tono medio: quizás Miriam Queba destaca en sus progresos y el Don Gil de Cristina Marín-Miró resulte algo blandito.
El último Don Gil que vimos fue en 2019 en la segunda edición de la Fiesta Corral Cervantes en la Cuesta de Moyano, en una versión veraniega sin enjundia dirigida por Hugo Nieto. Eduardo Vasco la puso en Almagro en 2006 y Y otra versión podrá verse a finales de este mes dirigida por Laura Ferrer en el nuevo y magnífico recinto estable del Corral Cervantes.
Calificación del espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 7
Texto, 9
Dirección, 6
Puesta en escena, 6
Interpretación, 7
Producción, 5
Programa de mano, 9
Documentación a los medios, 6
Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico
Teatro de la Comedia
DON GIL DE LAS CALZAS VERDES
Tirso de Molina
Dirección: Sarah Kane
Versión: Brenda Escobedo y Sarah Kane
Del 16 marzo al 28 marzo de 2025
Equipo artístico
Dirección: Sarah Kane
Versión: Brenda Escobedo y Sarah Kane
Diseño de escenografía: Elisa Sanz
Diseño de iluminación: Paloma Parra
Diseño de vestuario: PIERPAOLOALVARO (Pier Paolo Alvaro y Roger Portal – AAPEE)
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Coreografía y directora de movimiento: Sol Garre
Arreglos y composición musical: Laura Fernández Alcalde
Arreglos y montaje de canciones: Beatriz de la Banda Soriano
Ayudante de dirección: Jorge Gonzalo
Intérprete: Elena Brea Sandín
Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico
Reparto
Iñigo Arricibita – Don Martín
Xavi Caudevilla – Caramanchel / Alguacil
Cristina García – Doña Juana (Doña Elvira) / Fabia
Ania Hernández – Doña Juana
Antonio Hernández Fimia – Quintana / Don Antonio
Pascual Laborda – Don Pedro
Cristina Marín-Miró – Doña Juana (Don Gil)
Felipe Muñoz – Don Juan
Miriam Queba – Doña Inés
María Rasco – Doña Clara
Marc Servera – Don Diego / Osorio / Músico.
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