La primavera son paisajes verdes y boyantes. ¿Y qué hay más verde que un mar infinito de viñedos en plena floración? Bienvenidos a Socuéllamos, la patria manchega del vino. Un paraíso para amantes del gastroturismo bajo infinitos cielos azules. El perfecto lienzo sobre el que pintar tu propia primavera. Rodeado por 27 000 hectáreas de viñedo, Socuéllamos (Ciudad Real) está considerado la patria del vino de Castilla-La Mancha. Este pequeño pueblo de 12 000 habitantes es la perfecta puerta de entrada al mayor viñedo del mundo, con sus 460 000 hectáreas de viñas y más medio millar de empresas y cooperativas vinícolas. El lugar en donde nace el vino de Europa, del mundo, del planeta. El lugar donde aprender y empaparse de cultura del vino.
La historia de amor de Socuéllamos con el vino viene de lejos. Del siglo I aC nada menos. Dos ánforas encontradas en los yacimientos ibero-romanos de El Bernardo y Torre de Vejezate demuestran que en estas tierras ya entonces se cultivaba la vid. Fue en el siglo XIII cuando los maestres impulsaron el desarrollo de la actividad vitivinícola, concediendo casa y dos aranzadas para viña (casi una hectárea) a quienes se asentaran en las tierras y eximiendo del pago de tributos a quienes plantasen vides. En la actualidad, la historia de amor con el vino sigue -y de qué manera- en Socuéllamos, donde por cada vecino hay 4000 campos de fútbol de viñedos. Sin salir del término municipal, un total de 16 bodegas son las que trabajan estas tierras, que regalan preciosos paisajes que invitan a entrar en contacto con lo auténtico.
Bodegas vanguardistas, otras centenarias, bodegas de vino de garaje, bodegas ecológicas… Bodegas que, juntas, cultivan vinos de gran reconocimiento internacional. Bodegas que abren sus puertas al viajero para que conozca esta cultura milenaria de primera mano y participe de ella, ya sea a través de visitas guiadas, catas de vino o experiencias inmersivas en los diferentes procesos de cuidado de las viñas y de producción del vino.
Ubicado en la antigua estación de ferrocarril de Socuéllamos (el otro elemento histórico-cultural clave en el desarrollo de la localidad), el Museo Torre del Vino es uno de los mejores de su género en toda España: novedoso, innovador, sensorial y vibrante, mantiene durante todo el año una agenda de actividades tan variada como intensa, unas actividades que lo convierten en el lugar perfecto para iniciarse en el mundo del vino o pasar de nivel. Su torre-mirador, de once plantas y 40 metros de altura, ofrece una panorámica única de la llanura manchega. La torre vigía de los viñedos, testigos de los mejores atardeceres.
Hacer una escapada a Socuéllamos coincidiendo con una de sus fiestas tradicionales es, sin duda, un acierto. En mayo son dos las que mantienen despierto el orgullo local: las Cruces de Mayo, que se celebran desde hace siglos, y la Romería de San Isidro.
Las Cruces de Mayo llenan de arte y tradición las calles durante todo el mes. Vivir la magia de la noche del 30 de abril junto a los mayeros es ser testigo de una costumbre que se resiste a desaparecer. Las cruces siguen siendo decoradas por los vecinos con encajes, tomillo, flores, romero e imaginería, ensalzando así la figura de la Cruz. Un viaje a lo auténtico a través de la artesanía y la devoción. Recorrer las casas, puerta a puerta, para admirar tamaño trabajo y dedicación, cantar los mayos y tomar la ‘convidá’, a base de dulces tradicionales, zurra y vino, es formar parte de una Historia que se cree canta fragmentos literarios de un Auto Sacramental de la Edad Media.
La Romería de San Isidro Labrador es la viva celebración de la esencia socuellamina: el campo, la humildad y el trabajo duro. Jóvenes y no tan jóvenes acampan en torno al 15 de mayo, día de la festividad, en el paraje de Titos, junto al río Záncara, para rendir homenaje a esos hombres y mujeres del campo que caminaban hasta este lugar a 5,5 kilómetros de Socuéllamos para bañar y dar de beber a sus animales. Hoy vecinos y turistas se reúnen aquí para disfrutar de la música y el baile y degustar productos típicos como las gachas, las migas, el gazpacho, el pisto e incluso alguna caldereta de cordero regada con los mejores vinos de Socuéllamos.