De «monje sagrado» a rebelde en Ibiza: La asombrosa historia del «Niño Lama» español

En 1987, un pequeño de apenas dos años era observado con veneración por miles de personas en una ceremonia multitudinaria en la India: se creía que era la reencarnación de uno de los maestros budistas más influyentes del siglo XX, Lama Thubten Yeshe

De "monje sagrado" a rebelde en Ibiza: La asombrosa historia del "Niño Lama" español

Aquel niño era Osel Hita, un bebé nacido en el seno de una pareja de hippies españoles, Francisco Hita y María Torres, quienes habían dejado atrás su vida en Ibiza para entregarse al budismo en las montañas de La Alpujarra.

La historia de Osel comenzó antes de su nacimiento, con la muerte de Lama Yeshe en 1984. Este carismático monje tibetano, conocido por su estilo de enseñanza poco convencional y su capacidad para conectar con el mundo occidental, había dejado una huella imborrable en sus seguidores. Su principal discípulo, Lama Zopa, había tenido visiones que indicaban el regreso de Yeshe al mundo en un cuerpo occidental. Cuando Zopa conoció al pequeño Osel, supo de inmediato que el espíritu de su maestro había renacido en aquel niño español.

A los 18 meses, Osel fue llevado a la India para someterse a pruebas espirituales que confirmarían su identidad como la reencarnación de Lama Yeshe. El niño seleccionaba con precisión objetos pertenecientes al difunto lama y reconocía personas y lugares que jamás había visto. La comunidad budista, convencida de su divinidad, lo llevó a recorrer los centros espirituales fundados por Yeshe alrededor del mundo.

Sin embargo, detrás de la imagen idílica del niño lama, se ocultaba una historia de soledad y presión insostenible. A los seis años, Osel fue internado en el monasterio de Sera Jey, en el sur de India, donde comenzó una intensa formación religiosa. Pero mientras los monjes se aseguraban de que cumpliera con su destino sagrado, Osel luchaba con el aislamiento y la falta de conexión emocional. «Me consideraba un huérfano», confesó años después, rememorando el dolor de una infancia en la que no pudo ser un niño normal.

La presión de ser la reencarnación de un gran maestro le pesaba enormemente. Sus cuidadores lo mantenían apartado de otros niños, temerosos de que el contacto mundano pudiera corromper su espíritu. La única conexión con el mundo exterior que se le permitía era a través de las visitas diarias de devotos, durante las cuales Osel debía sentarse en un trono, cumpliendo un rol que no había elegido.

Pero la rebeldía comenzó a gestarse en su interior. A escondidas, Osel empezó a coleccionar música occidental, introducida clandestinamente en el monasterio. Fue entonces cuando el sonido de Linkin Park resonó por primera vez en sus oídos. Lo que inicialmente le pareció ruido se transformó en un reflejo de sus propios sentimientos de incomprensión y deseo de libertad. Las letras hablaban directamente a su alma, y a través de ellas, Osel empezó a comprender que la vida que estaba destinado a vivir no era la suya.

A los 16 años, convenció a los monjes de que necesitaba una educación occidental para comprender mejor a aquellos a quienes debía guiar. Fue entonces cuando regresó a España, donde vivió un choque cultural devastador. En el instituto de Ibiza, sufrió bullying y descubrió un mundo completamente ajeno al suyo. Pero también encontró la libertad en cosas tan simples como andar en moto y experimentar su primer beso, momentos que lo hicieron sentir más vivo que nunca.

Con el tiempo, la decisión fue clara. No se quedaría en el monasterio. A los 18 años, con la mayoría de edad, Osel dejó atrás la vida monástica para siempre. El choque con la realidad fue brutal. Su madre, en un intento por reinsertarlo en la sociedad, lo llevó a una playa nudista y a una discoteca en Ibiza, experiencias que lo dejaron en shock. «Fue un infierno», recordaría años después, riendo de la ironía de haber pasado de un mundo de reclusión espiritual a una vida de excesos y confusión.

De presunto Lama a chico malo

Durante los siguientes 15 años, Osel se dedicó a explorar su identidad, viviendo una vida que oscilaba entre la rebeldía y la búsqueda de sentido. Se sumergió en la vida nocturna de Ibiza, organizó fiestas y se convirtió en un «chico malo». Pero en el fondo, su lucha siempre fue la misma: encontrar su verdadera personalidad, lejos de la sombra de Lama Yeshe.

Hoy, convertido en padre, Osel ha encontrado en su hijo la oportunidad de ofrecer lo que nunca tuvo: una infancia con amor y estabilidad. Aunque su camino ha sido tortuoso, el niño que una vez fue adorado como un dios ha aprendido a ser simplemente humano. Y en esa humanidad, ha hallado su verdadera libertad.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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