La victima había llegado a España en patera apenas dos meses antes

Un menor de origen magrebí, ayudado por otro colega, asesina de una patada a un adulto llegado en patera

Eran las primeras horas del martes 26 de noviembre, cuando el silencio de la noche en Níjar (Almería) fue roto por un acto de brutalidad que quedó registrado en vídeo.

La escena es impactante: un hombre, aparentemente borracho y drogado, está sentado en el suelo, apoyado en un árbol.

Dos jóvenes, de 17 y 20 años, se cruzan en su camino y, tras detenerse unos metros más adelante, parecen planear lo que sería el inicio de una tragedia.

A las 00:19, el menor se aproxima a la víctima. A un metro de distancia, lanza una patada en la cara con la pierna izquierda. El hombre cae hacia atrás, golpeándose contra el suelo, y queda inconsciente. El impacto es tan fuerte que el ruido del golpe, captado por el vídeo, resulta estremecedor.

El joven agresor no duda en registrar a su víctima. Mete la mano entre sus ropas, rebusca con rapidez y huye con lo que parece ser un teléfono móvil. Mientras tanto, su cómplice, que vigilaba desde una esquina, se acerca para aprovechar el estado indefenso del hombre. Lo revisa de nuevo y, como si el primer ataque no hubiese sido suficiente, le propina un taconazo en la cara antes de desaparecer en la oscuridad.

Pero la historia no termina ahí. Quince minutos después, ambos vuelven al lugar del ataque. Miran al hombre inmóvil, lo registran una vez más para asegurarse de no haber dejado nada de valor y se retiran tranquilamente. La indiferencia de sus actos contrasta con la gravedad de la situación: el hombre aún yace en el suelo, inerte.

Un conductor que pasa por el lugar lo ve y alerta a la policía local. A pesar de los esfuerzos de los equipos de emergencia, que intentan reanimarlo durante 40 minutos, el hombre no sobrevive. La autopsia confirmaría después que la causa de la muerte fue un traumatismo craneoencefálico.

La investigación

El siguiente paso para los agentes de la Guardia Civil fue identificar a la víctima: un hombre magrebí que había llegado a España en patera apenas dos meses antes, el 27 de septiembre. Desde entonces, acumulaba un historial delictivo: robo con violencia en Carabanchel, sospechas de agresión sexual en Granada y, pocos días antes de su muerte, participación en otro robo en Córdoba.

Los agentes identificaron a los agresores gracias a las cámaras de seguridad de la zona. En una de ellas, el rostro del menor aparecía con nitidez. Era un joven español de 17 años y 11 meses, hijo de inmigrantes marroquíes.

Los agentes se dirigieron a su domicilio, pero el menor no estaba allí. Su familia, colaboradora desde el primer momento, explicó que había huido a Elche, temeroso tras haberse involucrado en una pelea. Cuando los padres supieron que su hijo era buscado por homicidio, quedaron devastados. Fue el hermano mayor del menor quien, indignado, se comprometió a traerlo de vuelta y entregarlo a las autoridades.

Confesiones y consecuencias

Al día siguiente, el joven estaba bajo custodia. Confesó los hechos, asegurando que no quería matar, solo robar. Alegó que no se llevó nada, culpando a su cómplice de ser quien sustrajo los objetos de la víctima.

El cómplice, un joven de 20 años, también español y de origen marroquí, fue detenido poco después. Aunque inicialmente se negó a declarar ante los investigadores, confesó ante el juez. Según su versión, la víctima había intentado robarle el patinete al menor el día anterior. Al encontrarlo de nuevo esa noche y en estado de embriaguez, el menor habría propuesto vengarse con una paliza.

El menor fue ingresado en un centro de menores, mientras que el mayor de edad espera juicio en prisión provisional. Ambos enfrentan cargos de asesinato. Al mayor, de 20 años, podrían imponerle entre 15 y 20 años de prisión. El menor, protegido parcialmente por su edad, se enfrenta a una pena de entre seis y diez años en un centro de internamiento.

La noche del 26 de noviembre dejó tras de sí no solo una vida perdida, sino dos futuros marcados por la violencia y el delito. En Níjar, aquella madrugada, el eco del crimen sigue resonando.

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