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Vecinos de Lavapiés denuncian suciedad y ruido persistente

Ocho inspecciones municipales y un barrio en pie de guerra contra la cutrez tabernaria de Pablo Iglesias

La Policía ha inspeccionado ocho veces la Taberna Garibaldi en el último año, seis por denuncias vecinales y dos de oficio, detectando exceso de aforo y otras irregularidades

Mario Lima 26 Abr 2025 - 11:01 CET
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La Taberna Garibaldi, regentada por Pablo Iglesias en pleno Lavapiés, no deja de acumular titulares desde su apertura en marzo de 2024. El local, concebido como punto de encuentro de la izquierda madrileña, ha recibido ocho inspecciones policiales solo en el último año. De ellas, seis fueron motivadas por quejas vecinales relativas a ruido, suciedad y molestias persistentes; las otras dos, fruto de los controles rutinarios que la Policía Municipal practica en el distrito centro de Madrid.

La situación se ha tensado especialmente desde enero pasado, cuando una inspección derivó en expediente sancionador al detectarse un exceso de aforo: 55 personas ocupaban un espacio autorizado para un máximo de 45. El Consistorio ha propuesto una multa de 4.501 euros, confirmada públicamente por el alcalde José Luis Martínez-Almeida, que subraya que “Iglesias debe cumplir las normas como cualquier vecino”.

Las palabras del alcalde han elevado el tono político del caso: “Que pague la multa con el crowdfunding”, espetaba Almeida recientemente, aludiendo a la campaña promovida por Iglesias para financiar su negocio y recaudar fondos ante posibles sanciones. La respuesta no se hizo esperar: desde Podemos y su entorno denuncian una persecución institucional y acusan al Ayuntamiento de aplicar un doble rasero con los negocios gestionados por figuras políticas.

Perfil del local y las críticas vecinales

La Taberna Garibaldi es más que un bar; opera con licencia básica de café-bar pero funciona en la práctica como restaurante y espacio cultural. En sus paredes cuelgan retratos e iconografía vinculados a la izquierda europea. Su carta ofrece platos y cócteles homenaje a personajes históricos progresistas. Desde su apertura, ha servido también como escenario para presentaciones de libros —como el reciente acto con Irene Montero—, charlas políticas y recitales poéticos.

Sin embargo, la convivencia con los vecinos se ha visto alterada. En los últimos meses han proliferado las reseñas negativas por ruido excesivo, especialmente en horario nocturno, además de comentarios sobre falta de limpieza tanto en vajilla como en aseos. Algunos clientes han calificado el ambiente como “incómodo y ruidoso”, mientras otros subrayan problemas con restos en mesas o cubiertos no recogidos.

A pesar de todo, el balance digital arroja cifras positivas: la taberna mantiene cerca de cuatro estrellas sobre cinco en Google tras más de 500 valoraciones. Pero el malestar entre residentes se traduce en una presión constante sobre las autoridades para que actúen frente a lo que consideran un foco continuo de molestias.

Más allá del aforo: expedientes abiertos y debates políticos

El expediente por exceso de aforo es solo uno entre varios procedimientos administrativos abiertos contra el negocio. El Ayuntamiento mantiene un requerimiento para subsanar deficiencias por elementos no ajustados a la licencia; entre ellos, el uso de equipos sonoros no autorizados —un amplificador y dos altavoces conectados a ordenador— empleados para eventos culturales o mítines políticos dentro del local.

Madrid Salud y la Comunidad estudian además otras posibles infracciones relacionadas con sanidad o actividad hostelera. En este contexto, Iglesias insiste en defender su proyecto frente a lo que considera una ofensiva política del PP madrileño: “Ya conocemos bien esta mafia… no eres el primero del PP que utiliza las instituciones para hacernos guerra sucia”, declaraba recientemente mientras animaba a sus seguidores a apoyar económicamente el establecimiento.

Por su parte, figuras como Pablo Echenique han criticado abiertamente al alcalde: “Tiene miles de pisos turísticos ilegales que le joden la vida a sus vecinos y eso no lo inspecciona. Pero sí tiene funcionarios y tiempo para hostigar a un pequeño bar”, avivando así el debate sobre prioridades municipales.

Apoyos públicos y anécdotas recientes

El local ha contado desde sus inicios con el respaldo explícito de personalidades próximas a Iglesias. Irene Montero no solo ha presentado allí su libro sino que recientemente ha llamado públicamente a apoyar financieramente la taberna mediante donaciones. Las campañas para recaudar fondos se han hecho virales; Montero bromeaba hace días en redes: “No lo hagáis por las canciones porque además Pablo Iglesias no canta tan bien. Pero apoyad a la Taberna Garibaldi porque es un espacio necesario”.

La taberna se ha convertido también en escenario recurrente para actos políticos bajo fuerte vigilancia policial. Así ocurrió durante la presentación del libro de Montero, cuando decenas de agentes tuvieron que desplegarse ante amenazas públicas lanzadas por grupos contrarios al entorno Podemos. La convocatoria congregó a centenares bajo consignas antifascistas y mantuvo cortada parte del tráfico en la calle Ave María.

Entre las anécdotas más curiosas:

¿Un fenómeno social o un simple bar conflictivo?

A falta aún del desenlace administrativo —la multa puede ser recurrida—, la Taberna Garibaldi se consolida como símbolo tanto para sus seguidores como para quienes reclaman mayor control sobre los locales nocturnos del centro histórico madrileño. Iglesias sigue defendiendo su gestión empresarial mientras denuncia una campaña política orquestada contra él.

El debate va más allá del cumplimiento estricto de las ordenanzas municipales: plantea hasta qué punto los negocios impulsados por figuras públicas pueden concitar simpatías o rechazo social desproporcionado. Por ahora, Lavapiés permanece dividido entre quienes ven en Garibaldi un refugio cultural necesario y quienes lo perciben como fuente inagotable de conflicto.

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