El articulo fue escrito por MAGID RAFIZADE de la Universidad de Harward y publicado por GATESTONE.
La crisis en la que se encuentra el régimen de los ayatolás, quizás en uno de sus puntos más bajos, presenta una oportunidad importante para Estados Unidos y sus aliados.
El colapso de su socio regional más poderoso, Bashar al-Assad en Siria, dejó a Teherán sin un pilar importante en Medio Oriente. Incluso sus representantes terroristas más amenazantes, Hamás y Hezbolá, han sufrido severos reveses gracias a las acciones militares israelíes. La economía de Irán está en crisis, su aislamiento internacional está empeorando y el régimen es más vulnerable que nunca. Este es un momento que no podemos desaprovechar, una oportunidad irreemplazable para frenar de una vez por todas las ambiciones iraníes.
Desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, Irán repentinamente extendió una rama de olivo y declaró su aparente intención de discutir su programa nuclear. El vicepresidente Mohammad Zarif (que en el interin renuncio…) incluso instó públicamente a Trump a volver a la mesa de negociaciones. «Espero que esta vez Trump sea más serio, más centrado y más realista», afirmó. Este cortejo diplomático es básicamente una maniobra estratégica para ganar tiempo. Irán claramente teme que Trump no sólo vuelva a imponer sanciones económicas paralizantes, sino que también apoye la acción militar israelí contra las instalaciones nucleares en su territorio.
El repentino entusiasmo en Teherán por volver a las negociaciones significa que los ayatolás no planean abandonar el programa nuclear, sino más bien explotarlo para superar con seguridad el mandato de Trump. Para ellos, las negociaciones no son más que un intento desesperado de impedir que el presidente estadounidense lleve a cabo su intención de paralizar económica y políticamente a Irán.
Estados Unidos no debe caer en esta trampa. La ideología central de los ayatolás no ha cambiado. El régimen se basa en una profunda base de antisemitismo y antiamericanismo: el “pequeño demonio” que se interpone en el camino de que Irán derrote un día al “gran demonio”. Esta creencia central no cambiará después de firmar uno u otro acuerdo diplomático. El objetivo estratégico de Irán seguirá siendo exportar la Revolución Islámica. Ninguna negociación, pasada, presente o futura, lo hará renunciar a esta misión.
Hasta ahora, la táctica de comprar tiempo en las conversaciones ha funcionado bien. Irán logró llegar a un acuerdo con la administración Obama que le proporcionó prosperidad económica y legitimidad diplomática, junto con una futura promesa de armas nucleares. Cuando el presidente Obama llegó al poder, Irán se encontraba en una situación difícil gracias a las severas sanciones impuestas por su predecesor, el presidente Bush Jr. Pero en lugar de seguir presionando, Obama optó por alcanzar un acuerdo que levantara las sanciones e inyectara miles de millones de dólares en la economía iraní, permitiéndole a Irán revivir a sus representantes terroristas.
Las consecuencias de esta decisión quedaron claras, entre otras cosas, en la mañana del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás, alentado por los iraníes, lanzó una brutal invasión de Israel, e inmediatamente después Hezbolá abrió otro frente desde el norte. El propio Irán también se sintió alentado por la situación y, por primera vez, lanzó decenas de misiles balísticos desde su territorio directamente a territorio israelí.
Ahora los ayatolás están tratando de recrear el éxito de las largas conversaciones que mantuvieron con Obama y Biden, y esta vez con el presidente Trump, y nuevamente en un intento de ganar tiempo, dinero y legitimidad para el programa nuclear. Aquí también, el objetivo final no ha cambiado: obtener armas nucleares, no sólo como medio de disuasión, sino como herramienta principal para lograr sus ambiciones islamistas: destruir a Israel, exportar la revolución y, en última instancia, reformular el orden global de acuerdo con su visión extremista del mundo.
Una vez que posea armas nucleares, Irán gozará de protección completa contra interferencias externas y ya no tendrá que temer respuestas militares. En esta realidad, ningún esfuerzo diplomático la convencerá de renunciar voluntariamente a tal posición de poder. Ya parece que estamos peligrosamente cerca de una situación en la que Irán está desarrollando rápidamente una capacidad nuclear y, por lo tanto, la única solución es neutralizar esa capacidad inmediatamente.
El curso de acción deseado para la administración Trump es clarísimo: volver a aplicar la máxima presión, apoyar un ataque israelí contra la infraestructura nuclear de Irán y garantizar que los juegos de engaño y dilaciones de los ayatolás no tengan éxito una vez más.