La Franja de Gaza vive días convulsos.
La organización terrorista Hamas, que gobierna de facto el enclave desde 2007, se encuentra al límite de su capacidad financiera.
Por primera vez en años, ha paralizado el pago de salarios a sus funcionarios y combatientes, mientras aumentan las dificultades para reclutar nuevos miembros para sus filas armadas.
Este desplome económico coincide con un endurecimiento del cerco militar israelí y una mayor presión internacional sobre sus fuentes de financiación.
Este contexto crítico pone en primer plano no solo la sostenibilidad interna del movimiento islamista sino también el papel, cada vez más cuestionado, que juegan los flujos de dinero provenientes de países árabes y otras fuentes externas.
El tema adquiere especial relevancia ante los informes sobre pagos millonarios a familias de terroristas suicidas, una práctica denunciada por Israel y que ha generado controversia en la región.
El derrumbe económico: recortes salariales y desmoralización interna
En las últimas semanas, la situación financiera de Hamas ha tocado fondo. Los informes apuntan a que la organización ha dejado de pagar los salarios a sus funcionarios y combatientes en Gaza debido a la falta aguda de liquidez. Este hecho marca un cambio radical respecto a años anteriores, cuando los pagos puntuales servían como principal incentivo tanto para milicianos como para empleados civiles del gobierno paralelo que controla el grupo.
La falta de fondos ha provocado una caída drástica en el reclutamiento de nuevos combatientes. Los incentivos económicos, esenciales para atraer a jóvenes sin alternativas laborales en Gaza, han desaparecido prácticamente.
Además, la capacidad del grupo para mantener su red social —hospitales, escuelas y ayuda humanitaria— se ha visto seriamente afectada, minando uno de los pilares fundamentales que le garantizaban apoyo popular frente a otras facciones palestinas.
Factores detrás del colapso financiero
Entre las causas principales del deterioro económico se cuentan:
- El endurecimiento del bloqueo israelí y egipcio sobre Gaza.
- La intensificación de operaciones militares israelíes que han destruido infraestructuras clave.
- La presión internacional sobre los países donantes para restringir transferencias sospechosas hacia Hamas.
- La caída en los ingresos procedentes del contrabando tras el cierre o control estricto de túneles fronterizos.
El resultado es una crisis sin precedentes: empleados públicos sin cobrar durante meses, familias dependientes del sustento estatal al borde del colapso y una creciente desafección hacia la autoridad islamista entre sectores tradicionalmente fieles.
Dificultades para reclutar: impacto en la estructura militar
El deterioro económico tiene un reflejo inmediato en el terreno militar. Hamas enfrenta serias dificultades para reponer sus filas tras meses de enfrentamientos intensos con Israel. El atractivo económico —uno de los principales resortes para captar jóvenes combatientes— se ha evaporado casi por completo.
- Muchos aspirantes rechazan ahora incorporarse ante la falta de paga garantizada.
- Los riesgos personales han aumentado exponencialmente tras las últimas ofensivas israelíes.
- La moral interna se resiente por la incapacidad del liderazgo para asegurar protección y sustento a las familias de los caídos o detenidos.
Esta tendencia amenaza con debilitar la capacidad operativa del grupo a medio plazo y pone en cuestión su hegemonía dentro del enclave frente a otras facciones rivales.
La financiación internacional: millones desde países árabes
La sostenibilidad histórica de Hamas ha estado íntimamente ligada al flujo constante de fondos procedentes del exterior. Tradicionalmente, países como Irán, Qatar o entidades privadas del Golfo han canalizado millones hacia Gaza mediante transferencias directas o redes caritativas. Parte significativa de esos fondos tenía como destino explícito:
- El pago regular a funcionarios y combatientes.
- La manutención de una amplia red social (escuelas coránicas, hospitales).
- La compensación económica a las familias de terroristas suicidas o militantes muertos en acciones contra Israel.
Esta última práctica —pagar recompensas millonarias o indemnizaciones a familiares de atacantes suicidas— ha sido fuente constante de polémica internacional. Israel denuncia que estos fondos incentivan ataques contra civiles judíos al garantizar seguridad económica a las familias incluso después del sacrificio extremo.
Cambios recientes en los flujos financieros
Sin embargo, la presión ejercida por Estados Unidos, Europa e incluso algunos países árabes moderados ha comenzado a surtir efecto:
- Qatar, principal financiador hasta 2023, ha reducido significativamente sus transferencias bajo amenaza de sanciones internacionales.
- Irán mantiene cierto respaldo logístico y financiero pero focalizado más en suministros militares que en pagos regulares.
- Los canales clásicos —ONGs benéficas y transferencias privadas— están bajo mayor escrutinio bancario global.
En paralelo, la Liga Árabe anunció recientemente la creación de un fondo multimillonario destinado a la reconstrucción civil de Gaza. Sin embargo, existe un consenso creciente entre los donantes árabes y occidentales sobre la necesidad estricta de excluir a Hamas como gestor directo para evitar que estos recursos terminen financiando actividades armadas.
Contrabando y economía sumergida: una vía cada vez más estrecha
Tradicionalmente, parte importante del presupuesto operativo de Hamas provenía también del contrabando —armas, bienes e incluso efectivo— a través del corredor egipcio-gazatí. Sin embargo, Israel intensificó recientemente sus controles fronterizos e incluso derribó drones cargados con armas procedentes desde Egipto destinados al grupo islamista. Este golpe directo no solo limita el acceso armamentístico sino que asfixia aún más las vías alternativas de financiación fuera del circuito bancario internacional.
Contexto geopolítico: reconstrucción vs control islamista
En paralelo al colapso financiero interno, crece la presión diplomática sobre los países árabes para condicionar cualquier ayuda futura al relevo político en Gaza. Las últimas cumbres regionales han dejado claro que buena parte del mundo árabe apuesta por canalizar fondos exclusivamente bajo control civil palestino no vinculado a Hamas. La propia Autoridad Palestina reclama ser interlocutor exclusivo ante cualquier plan serio para la reconstrucción postbélica.
Mientras tanto:
- Se multiplican las protestas populares tanto contra Israel como contra Hamas por la falta crónica de servicios básicos y seguridad alimentaria.
- El desgaste interno mina tanto el poder militar como político del movimiento islamista.
- Se abre una ventana incierta sobre quién gestionará el futuro inmediato del enclave si Hamas pierde definitivamente su hegemonía financiera.
Perspectivas: ¿es irreversible el declive?
La situación actual plantea varias incógnitas clave:
- ¿Podrá Hamas revertir su bancarrota si logra restablecer flujos financieros internacionales o por vías alternativas?
- ¿Hasta qué punto la comunidad internacional será capaz —y estará dispuesta— a condicionar toda ayuda humanitaria real a un cambio político profundo?
- ¿Se abrirá paso una nueva generación política palestina menos dependiente tanto del extremismo armado como del clientelismo financiero externo?
De momento, el empobrecimiento agudo está forzando cambios estructurales dentro del enclave. Sectores cada vez más amplios ven agotado el modelo islamista basado tanto en la resistencia armada como en el reparto clientelar de recursos escasos. Si este proceso se consolida o degenera en una nueva espiral violenta dependerá tanto del desenlace militar como —sobre todo— del control efectivo sobre los próximos fondos internacionales destinados a reconstruir Gaza.
En definitiva, Gaza asiste este abril de 2025 al mayor reto existencial para Hamas desde su nacimiento: sin dinero ni apoyos claros fuera ni dentro, su futuro inmediato se juega tanto en los despachos diplomáticos como en las calles devastadas donde ya no puede prometer ni seguridad ni pan ni gloria.