Eran las 12:49 del mediodía, hora local, cuando la vida en Estambul, esa metrópoli bulliciosa donde Asia y Europa se dan la mano, quedó en suspenso.
Un terremoto de magnitud 6,2 sacudió la ciudad y varias provincias del noroeste de Turquía.
El epicentro se localizó en el mar de Mármara, frente a las costas del distrito de Silivri, a unos 40 kilómetros al suroeste del corazón estambulita y a una profundidad de apenas 6,9 kilómetros.
El susto se extendió como una onda sísmica: no solo los habitantes de Estambul salieron precipitadamente a la calle, sino también miles de personas en Tekirdag, Yalova, Bursa, Balikesir e incluso en la lejana Izmir sintieron el temblor bajo sus pies.
La primera reacción fue el pánico. Más de 150 personas resultaron heridas, no por derrumbes o escombros —afortunadamente no hubo ninguno significativo— sino por lanzarse desde balcones y ventanas presas del miedo.
Una imagen grabada en directo durante una emisión televisiva refleja el desconcierto: la presentadora interrumpe su discurso y busca refugio mientras todo tiembla a su alrededor.
El gobernador Davut Gül confirmó horas después que «no hay víctimas mortales» y que los heridos evolucionan favorablemente.
¿Por qué tiembla Turquía? Claves geológicas
Lo ocurrido este miércoles no es una rareza para los turcos. Turquía está literalmente sentada sobre un polvorín geológico: dos grandes fallas sísmicas atraviesan el país, la falla del Norte de Anatolia (que recorre el norte desde el mar Egeo hasta el mar Negro) y la del Este de Anatolia. El mar de Mármara es uno de los puntos más críticos de esta red tectónica.
La energía liberada por el desplazamiento de placas hace que los terremotos sean frecuentes y potencialmente devastadores. De hecho, la memoria colectiva sigue marcada por el gran seísmo de febrero de 2023, que con magnitud 7,8 dejó más de 53.000 muertos en Turquía y Siria.
A diferencia de aquel desastre reciente, esta vez las infraestructuras han resistido con solidez. Ni carreteras ni puentes ni aeropuertos han registrado daños relevantes; tampoco los sistemas ferroviarios o las líneas de metro han sufrido alteraciones graves según las inspecciones iniciales. Aun así, como medida preventiva, las autoridades suspendieron las clases durante al menos dos días en toda Estambul.
Réplicas y efectos colaterales
Los temblores no terminaron con el primer gran sacudón. Hasta 51 réplicas se han registrado en las horas posteriores, varias superiores a magnitud 5, lo que ha mantenido a la población en vilo y dificultado la vuelta a la normalidad. Aunque ninguna ha causado daños materiales adicionales significativos, estos temblores secundarios recuerdan que el peligro sigue latente.
La escasa profundidad del epicentro acentuó la sensación del temblor en superficie. No es lo mismo un terremoto profundo —cuyo efecto suele disiparse antes de llegar al suelo— que uno superficial como este, capaz de hacer vibrar hasta los cimientos mejor diseñados.
El mar de Mármara: un laboratorio natural
No solo los habitantes sufren las consecuencias sísmicas. El mar de Mármara es objeto desde hace tiempo de preocupación científica por su delicado equilibrio ecológico. Investigadores han detectado problemas como caída drástica del oxígeno disuelto a partir de los 30 metros de profundidad y un aumento sostenido en la temperatura del agua. Este fenómeno agrava aún más los riesgos asociados a terremotos submarinos: cualquier movimiento brusco puede liberar contaminantes acumulados o desencadenar deslizamientos submarinos con efectos imprevistos sobre la costa.
El mar actúa además como frontera líquida entre placas tectónicas activas; cualquier alteración puede tener consecuencias más allá del simple movimiento telúrico. Los estudios recientes indican que antiguamente las corrientes profundas ayudaban a oxigenar el Mármara; hoy ese proceso está muy limitado por el cambio climático y el calentamiento global.
Ciencia sísmica para curiosos
La sismología es una ciencia fascinante llena de anécdotas y curiosidades dignas de una sobremesa inquieta:
- Los terremotos no matan; lo que realmente resulta peligroso son los edificios inseguros y el pánico colectivo.
- En Turquía existen sensores sísmicos distribuidos incluso debajo del mar que permiten detectar hasta temblores imperceptibles para los humanos.
- El récord mundial lo ostenta un sismo en Chile (Valdivia, 1960) con magnitud 9,5; afortunadamente, el registrado esta semana está muy lejos de esos extremos.
- Algunos peces tienen «sexto sentido» para detectar cambios mínimos en las vibraciones previas a un terremoto.
- Los mapas digitales actuales pueden modelizar cómo se propagan las ondas sísmicas casi en tiempo real.
- En cada gran terremoto turco surgen historias insólitas: desde gatos que salvan a familias despertándolas minutos antes del temblor hasta personas que aseguran haber visto luces extrañas (fenómeno conocido como «luces sísmicas»).
El miedo nunca desaparece cuando la tierra tiembla bajo nuestros pies —pero cada avance científico nos acerca un poco más a comprender estos fenómenos imprevisibles y reducir sus consecuencias humanas y materiales. Y quién sabe: quizá algún día podamos predecirlos con tanta precisión como anticipamos una tormenta eléctrica.