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La jugada de Trump es espectacular en su teatralidad y rapidez.
Este 11 de marzo de 2025, el presidente de Estados Unidos ha logrado un importante avance diplomático al conseguir que Ucrania acepte un alto el fuego de 30 días con Rusia.
Este pacto, alcanzado tras intensas negociaciones en Arabia Saudí, supone un giro significativo en el conflicto que desangra el corazón de Europa desde ya más de tres años.
Parar la guerra entre Ucrania y Rusia, tras más de tres años de espantosa sangría, es un golpe maestro de relaciones públicas que silencia a sus críticos y reposiciona a Estados Unidos como árbitro global.
Quedan en el aire muchas incógnitas, y la más acuciante es que hará ahora el kremlin, pero al menos temporalmente alivia la tragedia humana y pone en jaque a Europa y a Putin.
La guerra, que lleva tres años desgastando a ambas naciones, ha sido un desafío que ha superado hasta ahora a todos los líderes mundiales, desde Joe Biden hasta los socios europeos de la OTAN.
Trump tendrá ahora que usar a fondo su influencia sobre Putin, con quien históricamente ha mantenido una relación de sintonía personal.
A la hora de analizar lo sucedido es importante analizar la habilidad negociadora del presidente de Estados Unidos, que funciona en política internacional como en los negocios: presión, amenazas y promesas.
Una pausa no es una solución. Más de 100.000 ucranianos han muerto, y las heridas de la invasión no se curan con un simple paréntesis.
La paz definitiva depende de negociaciones mucho más complejas.
Europa y los «belicistas» en ridículo
El impacto en Europa es monumental y en cierta manera humillante.
Líderes como el socialista Sánchez, convertido súbitamente en belicista, quedan expuestos como ineficaces frente a la aparente habilidad de Trump para lograr en semanas lo que ellos no han conseguido en años.
La Unión Europea, otra vez, queda relegada a un papel secundario, incapaz de liderar una resolución.
Esto refuerza la narrativa de Trump de que Europa depende de Estados Unidos para su seguridad, dejando a figuras como Sánchez o Macron en una posición de irrelevancia estratégica.
Pero este ridículo no es gratuito: la exclusión de Europa de las negociaciones (como sugieren algunas fuentes) revela una fractura en la alianza transatlántica.
Trump, con su visión de «América primero», habría priorizado un acuerdo bilateral con Putin, marginando a la UE y la OTAN. Esto no solo debilita la cohesión occidental, sino que pone en cuestión el futuro de la arquitectura de seguridad europea, dejando a los «belicistas» no solo ridiculizados, sino también desarmados políticamente.
Putin entre la espada y la pared
El giro más intrigante es la posición de Vladimir Putin. Si Trump logra acorralarlo, obligándolo a aceptar una pausa en su ofensiva, estaríamos ante un Putin debilitado, atrapado entre sus ambiciones imperiales y la presión estadounidense.
La espada sería la amenaza de Trump de endurecer sanciones o maniobras económicas (como bajar los precios del petróleo, gran sustento ruso), mientras que la pared sería la necesidad de salvar la cara ante su pueblo y el mundo, tras años de guerra costosa.
Aceptar una tregua podría interpretarse como una victoria táctica para Trump, pero también como una concesión de Putin, quien ha insistido en condiciones innegociables como la anexión de territorios ucranianos.
Sin embargo, Putin no es un actor pasivo.
Su disposición a negociar con Trump podría ser un cálculo cínico: ganar tiempo, consolidar ganancias territoriales y esperar a que la administración Trump pierda interés en Ucrania. Lejos de estar acorralado, Putin podría estar jugando una partida más larga, aprovechando la impaciencia de Trump por un titular de victoria.
El éxito de Trump, aunque espectacular en apariencia, tiene claroscuros.
Primero, la pausa detiene la sangría, pero no resuelve las causas del conflicto: la soberanía ucraniana sigue comprometida, y las aspiraciones de Putin no desaparecen.
Segundo, ridiculizar a Europa y a líderes como Sánchez puede satisfacer el ego de Trump, pero debilita a Occidente como bloque, abriendo la puerta a futuras divisiones. Tercero, poner a Putin «entre la espada y la pared» es una narrativa optimista; en realidad, el líder ruso podría emerger fortalecido si logra mantener Crimea y el Donbás sin más resistencia.
Además, el enfoque unilateral de Trump ignora a Ucrania como actor soberano.
Volodímir Zelenski, tras años de resistencia heroica, esta siendo empujado a un acuerdo que perpetuara pérdidas territoriales.
El acuerdo y sus implicaciones
El gobierno ucraniano, encabezado por el presidente Volodímir Zelenski, ha aceptado la propuesta de Washington de una tregua inmediata de 30 días con Rusia.
A cambio, Estados Unidos se compromete a reanudar la ayuda militar y el intercambio de inteligencia con Ucrania, que habían sido suspendidos recientemente por la administración Trump.
Este pacto coloca a Vladimir Putin en una posición complicada, ya que ahora la presión internacional se centrará en que Rusia acepte también el alto el fuego.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, ha declarado que «la pelota está ahora del lado ruso» y ha instado a Moscú a aceptar la tregua.
El presidente estadounidense ha conseguido lo que muchos líderes europeos no habían logrado en años de conflicto, posicionándose como un mediador clave en la resolución de la guerra.
Esta victoria diplomática refuerza la posición de Trump frente a sus críticos y envía un mensaje claro a Europa sobre su capacidad para manejar crisis internacionales complejas.
Además, el pacto incluye un acuerdo sobre la explotación conjunta de minerales en Ucrania, lo que podría tener importantes consecuencias económicas y geopolíticas.
Esta alianza estratégica entre EE.UU. y Ucrania en el sector de los recursos naturales podría alterar el equilibrio de poder en la región.
La Unión Europea ha calificado el acuerdo como un «avance positivo», aunque algunos países, como Polonia, han instado a aprovechar esta oportunidad con cautela.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, ha pedido a EE.UU. y Ucrania que no desperdicien esta chance para lograr una paz duradera.
Por su parte, Rusia aún no ha dado una respuesta oficial al acuerdo.
Algunos funcionarios rusos han expresado escepticismo, argumentando que un alto el fuego temporal podría permitir a Ucrania reagruparse y rearmarse.
Perspectivas futuras
El éxito de este alto el fuego dependerá en gran medida de la respuesta de Rusia y de la capacidad de todas las partes para mantener sus compromisos. Si la tregua se mantiene, podría abrir la puerta a negociaciones más amplias para poner fin al conflicto de manera definitiva.
Sin embargo, los desafíos siguen siendo considerables. La tensión en la región sigue siendo alta, como lo demuestra el reciente ataque masivo de drones ucranianos contra territorio ruso, incluyendo la región de Moscú.
El acuerdo logrado por Trump representa un paso importante hacia la paz, pero el camino hacia una resolución definitiva del conflicto en Ucrania sigue siendo largo y complejo. La habilidad negociadora del presidente estadounidense ha conseguido un avance significativo, pero ahora queda por ver si este impulso diplomático puede traducirse en una paz duradera en la región.
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