AUNQUE EL HOMBRE PROPONE, DIOS DISPONE
Está claro, cristalino, que del dicho al hecho hay o media un (ciclópeo o párvulo) trecho. Y, asimismo, que supuestos sofismas que otrora uno se propuso abatir o derribar de la balda donde se hallaban colocados en fila, como si fueran muñecos del pimpampum, expuestos para recibir los impactos de las bolas forradas de lana, lanzadas con ímpetu por los brazos de equis espontáneos (ellas, ellos o no binarios) jugadores, ávidos de conseguir el trofeo más molón de la feria, no lo logró, porque, por arte de magia o de prodigio, devinieron (en) lo que eran, enunciados admitidos como verdaderos, sin necesitar ser demostrados, ratificados, refrendados.
Los dos axiomas mencionados en el párrafo precedente vienen a cuento, porque me he cansado de proferir y propalar por doquier, a todo quisque que me ha formulado la misma o parecida pregunta al respecto, que, cuando empezara a escribir la novela que me bullía en la cabeza desde hacía un montón de años, sobre mi experiencia en el edén, los tres cursos que estuve estudiando allí, en el seminario menor que los religiosos camilos regentaban, a la sazón, en la villa riojana de Navarrete, la iniciaría con el recitado pausado, para no dejarme ninguna pieza, de memoria, por parte de un solo alumno o, en su defecto, de manera mancomunada, por parte de la clase entera de Sexto curso de Educación General Básica, EGB, de la letanía o retahíla de las primeras sílabas de palabras de las reglas (no canónicas) de ortografía, que se sacó de su magín el padre Pedro María Piérola García (no Jesús Arteaga Romero, como eso había pensado y creído yo, hasta que el último deshizo el entuerto, al desentenderse del asunto y confesarme, en una conversación telefónica que mantuve con él, que el artífice o hacedor de las tales fue quien, diccionario en mano, se esforzó sobremanera en advertirlas, apuntarlas y juntarlas, el primero, Piérola).
Así que mi novela, que aún no sé cómo se titulará (hoy barajo dos rótulos provisionales: “San Camilo hizo noche en Navarrete” y “En el hotel ‘San Camilo’ hice noche”) no arrancará con el pensado recitado (tri-, tur-, nu-, su-, cu-, ca-, ga-, ver-, si-, al-, ur-, du-, ti-, to-, ra-, ri-, tre-, gu-, lo-, ru-, so-, la-, car-, ta-, ro-, sa-, te-, tra-, ce-, ha-, he-, hi-; o sea, todas las palabras que comienzan por las sílabas susodichas irán seguidas de la letra be, no de la uve, salvo las excepciones), sino con dos cuartetas que tuve que aprenderme de corrido (¿a fin de que pudiera demostrar que mi memoria funcionaba de un modo correcto?; seguramente) estando allí, durante el cursillo (curso propedéutico o preparatorio, de unos quince días de duración, estival, al que acudimos a dicha localidad quienes aspirábamos a estudiar el próximo curso en el paraíso), estas: “Meneaba cierto día / una botella un muchacho / y la botella decía: / —¡Estate quieto, borracho, / mira que cuando me enojo / de todo soy muy capaz! / ¡Mira que te salto un ojo / si no me dejas en paz!”. Hace casi medio siglo, no me aprendí ni el nombre ni el apellido del autor de esos ocho versos octosílabos, pero sí (aún las recuerdo) las dos primeras cuartetas del poema titulado “El taponazo”, que, como me hallo ahora en la biblioteca pública “Yanguas y Miranda”, de Tudela, y estoy usando uno de sus ordenadores, he echado mano de la herramienta pertinente y preceptiva, del “espabilaburros” (así denomino al buscador de Google), y este me ha sacado del pozo de la ignorancia en el que me hallaba feliz, lo escribió Antonio de Trueba.
Nota bene
Como cabe leer en el título que he escogido para que encabezara este texto, aunque el hombre propone, Dios dispone. Hoy, en medio de un sueño, amén de reparador, estimulante, se me ha aparecido Dios, que me ha dicho: “Como no te pongas pronto a la tarea que tienes pendiente de coronar, se te va a pasar el arroz, porque la novela no se va a escribir sola. A ver si te piensas que eres santo, como el proverbial patrón de Madrid. Así que espabila”; y generoso (como el hermano camilo, de igual gracia de pila, que tuve la suerte de conocer allí, en el susodicho edén) me ha regalado, gratis et amore, además del rótulo, todo lo demás, el resto, incluida esta nota bene.
Ángel Sáez García
angelsaez.otramotro@gmail.com