El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Veo más agujeros en el PSOE…

VEO MÁS AGUJEROS EN EL PSOE

QUE LOS QUE EN UN QUESO EMMENTAL OBSERVO

Aunque no he estado jamás en el museo de Unterlinden, en Colmar (Francia), como ayer, por la tarde, después de coronar este Prometeo encadenado (como ahora se considera y siente, tras empezar a leer el opúsculo “La sociedad del cansancio”, de Byung-Chul Han, el filósofo y ensayista surcoreano que ha sido galardonado recientemente con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025), la labor que se había autoimpuesto, estuve viendo imágenes de los ocho paneles que conforman el retablo de Isenheim (sobre todo, la tabla central de la Crucifixión), obra de dos artistas, el escultor alsaciano Nicolas de Haguenau y del pintor alemán Matthias Grünewald, que la realizaron durante doce largos años de 1503 a 1515-16, la pasada noche, en uno de los episodios oníricos que mi inconsciente me ha suministrado, mientras servidor estaba dormido, descansando en los mullidos brazos de Hipnos o Morfeo, me he visto dentro de dicha pinacoteca observando, con suma atención, los siete restantes paneles que ayer, por disponer de menos tiempo del requerido, no pude saborear, como hubiera sido mi deseo.

El citado retablo está consagrado a san Antonio Abad o Magno, y procede del cenobio de los antonianos de la cercana localidad francesa de Isenheim. La citada orden se dedicaba a cuidar e intentar curar a los enfermos con ergotismo, una plaga que asolaba la comarca, mal cutáneo conocido también como fiebre de san Antón, que era consecuencia o estaba ocasionada por haber ingerido alimentos con micotoxinas, por ejemplo, la producida por el cornezuelo del centeno. Una variante de esa enfermedad cursaba con inflamación y fuertes dolores abdominales, acompañados de llagas que terminaban gangrenando y, en algunos casos, propiciaban el óbito del paciente.

La única panacea o remedio casero conocido, la solución que se prescribía en el medievo para su curación consistía en realizar el Camino de Santiago. La explicación es simple: el ergotismo gangrenoso lo producía el consumo continuado de pan hecho con centeno contaminado por el hongo cornezuelo. Y, así, el hospital del monasterio de san Antón, en la localidad burgalesa de Castrojeriz, curaba a los enfermos ofreciéndoles pan de trigo candeal.

Este menda, dentro del episodio onírico, se ha convertido en el individuo cubierto de eccemas que en la tabla de las tentaciones de san Antonio contempla desde un ángulo del lienzo la escena. Parezco formar parte del ejército de demonios y siento que soy un enfermo más de la pandemia.

Las llagas del Cristo de la Crucifixión parecen solidarizarse con las que ocasiona la enfermedad susodicha, el ergotismo. Puede que los enfermos que contemplaran la imagen de ese Cristo que repugna consolara, por exudar empatía, a los enfermos de la plaga.

Bueno, pues, dentro del sueño, formando parte del cuadro de las tentaciones susodichas, pintado al temple y al óleo por Grünewald, por una extraña asociación de ideas, tras valorar las noticias que últimamente están acorralando, afeando y cuarteando al PSOE, partido mayoritario en el Gobierno de Pedro Sánchez, he vuelto a recordar unas líneas que me gustan tanto (y las he rememorado varias veces en mi vida, ya que son ejemplares para aleccionar a los congéneres soberbios o los que empezaban a envanecerse) de “El perseguidor”, cuento largo de Julio Cortázar, donde cabe ver una radiografía o foto fija del PSOE actual y algunos de sus dirigentes, que no son médicos colegiados, no, sino un colador, o, si se prefiere, un queso emmental:

“—(…) Algunos eran modestos y no se creían infalibles. Pero hasta el más modesto se sentía seguro. Eso era lo que me crispaba, Bruno, que se sintieran seguros. Seguros de qué, dime un poco, cuando yo, un pobre diablo con más pestes que el demonio debajo de la piel, tenía bastante conciencia para sentir que todo era como una jalea, que todo temblaba alrededor, que no había más que fijarse un poco, sentirse un poco, callarse un poco, para descubrir los agujeros. En la puerta, en la cama: agujeros. En la mano, en el diario, en el tiempo, en el aire: todo lleno de agujeros, todo esponja, todo como un colador colándose a sí mismo… (…)”.

Nota bene

No me extrañaría nada que, o se pone raudo remedio al caos existente, hodierno, o va a suceder lo irremediable, eso que se refiere respecto del karma, esto es, que va resultar o ser cierto ese dicho castellano que dice que “quien a hierro mata, a hierro muere”. ¿Y si ERC y/o el PNV cambian de opinión en unos días (porque no quieren ser vistos como corresponsables del desaguisado o desmán insistente y del hedor o tufo insoportable que despide) y se avienen a apoyar otra moción de censura?

   Ángel Sáez García

   angelsaez.otramotro@gmail.com

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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