Al más puro estilo de los otroras sanguinarios «Jemeres Rojos» de Polpot en Camboya, los «escuadrones de la muerte» de la narcodictadura de Nicolás Maduro, no se cortan al ejecutar a opositores al régimen.
A plena luz del día, como para que lo vea todo el mundo y así escarmentar a las masas que protestan por el descarado fraude electoral del pasado 28 de julio.
Maduro militariza las calles
La situación en Venezuela ha alcanzado un nuevo punto crítico con la reciente decisión de Nicolás Maduro de militarizar el país. Este jueves, el narcodictador ha dado un paso más en su intento por sofocar cualquier forma de disidencia al poner bajo orden de caza a los líderes de la oposición, María Corina Machado y Edmundo González. La represión ha escalado hasta el punto de que ahora enfrenta a estos opositores con la posibilidad de una condena de 30 años de cárcel.
La estrategia del sátrapa para mantenerse en el poder ha tomado un giro aún más oscuro con la presencia de mercenarios del Grupo Wagner, una fuerza paramilitar rusa conocida por su brutalidad y lealtad al presidente Vladimir Putin.
Según la oposición, estos mercenarios han sido vistos defendiendo estatuas del fallecido Hugo Chávez, un claro símbolo del régimen. Esta no es la primera vez que el Grupo Wagner opera en Venezuela; ya estuvieron en Caracas en 2019, brindando seguridad y entrenamiento a unidades de élite durante las protestas contra el régimen chavista.
Venezuela y Rusia han mantenido una estrecha relación militar y económica durante años. Rusia, uno de los mayores acreedores del gobierno venezolano, ha otorgado aproximadamente 17.000 millones de dólares en préstamos desde 2006. A cambio, Putin se asegura el acceso a las vastas reservas de petróleo de Venezuela, las mayores reservas probadas del mundo. La presencia del Grupo Wagner en Venezuela no solo refuerza el apoyo de Rusia a Maduro, sino que también subraya la dependencia del régimen venezolano en apoyo extranjero para su supervivencia.
La reciente oleada de protestas en el país, impulsada por el fraude electoral que consolida en el poder a Maduro, ha sido recibida con una brutal represión. Las cifras son alarmantes: al menos 16 personas han sido asesinadas, 11 han sido secuestradas y más de 1.200 venezolanos han sido detenidos en un intento desesperado por alzar la voz contra la narcodictadura bolivariana.
Maduro ha demostrado una vez más que está dispuesto a hacer lo que sea necesario para mantener su control sobre Venezuela. Ha prometido un «baño de sangre» si perdía las elecciones y ha instado a sus seguidores a concentrarse alrededor del palacio presidencial, exacerbando aún más las tensiones. Los colectivos motorizados, grupos paramilitares leales a Maduro, han estado yendo de casa en casa buscando a los apoderados electorales, testigos del fraude del domingo pasado.
La presencia de los mercenarios rusos del Grupo Wagner en Venezuela es una prueba contundente del apoyo continuo de Rusia al régimen de Maduro, especialmente después de los cuestionables resultados electorales que, lejos de reflejar la voluntad popular, consolidan el autoritarismo en el país. Ante este panorama, la comunidad internacional debe prestar atención y actuar en consecuencia, pues la militarización de Venezuela no solo amenaza la democracia en el país, sino que también representa un peligro para la estabilidad regional.
Es imperativo que los defensores de la libertad y la democracia alrededor del mundo se unan en condena y acción contra estas medidas represivas. La lucha de los venezolanos por recuperar su país de las garras de un narcodictador apoyado por fuerzas extranjeras no puede ni debe ser ignorada.
