Trump vuelve a la carga con su política migratoria más restrictiva, y esta vez apunta a medio planeta. El inquilino de la Casa Blanca, en un alarde de xenofobia disfrazada de seguridad nacional, pretende cerrar las fronteras a ciudadanos de 43 países. ¿Su excusa? La misma de siempre: proteger a América.
El borrador filtrado al New York Times revela una estrategia digna de un paranoico juego de Risk. Trump y sus secuaces han dividido el mundo en tres colores: rojo, naranja y amarillo. Como si de un semáforo se tratara, pero aquí el rojo no significa «pare», sino «ni se le ocurra intentarlo».
La infame «lista roja» incluye a 11 países que Trump considera non gratos. Entre ellos, no podían faltar los habituales sospechosos: Cuba, Venezuela, Irán y Corea del Norte. Pero también se cuelan en el club de los rechazados naciones como Bután o Somalia. ¿Acaso teme Trump una invasión de monjes budistas o piratas somalíes?
No contento con esto, el magnate inmobiliario convertido en presidente ha ideado una «lista naranja» con otros 10 países. Estos afortunados podrán entrar a EE.UU., pero solo si tienen los bolsillos bien llenos. Porque para Trump, al parecer, el dinero blanquea cualquier sospecha.
Lo más preocupante es que esta propuesta no es un simple globo sonda. Según las fuentes del New York Times, el Departamento de Estado ya lleva semanas trabajando en estas listas. Y aunque es probable que sufran modificaciones, el mensaje es claro: Trump quiere una América cerrada y temerosa del mundo exterior.
Esta política no solo es moralmente reprobable, sino también peligrosa para los intereses de Estados Unidos. Aislar al país de 43 naciones, incluyendo potencias como Rusia, solo puede traer consecuencias negativas para la diplomacia y la economía estadounidense.
Además, ¿qué pasará con los miles de estudiantes, trabajadores y turistas que ya tienen visados vigentes? Trump, en su obsesión por «hacer América grande otra vez», parece olvidar que la grandeza de este país se construyó precisamente gracias a la diversidad y el talento de los inmigrantes.
En definitiva, esta nueva ocurrencia trumpista no es más que otro ladrillo en el muro invisible que el presidente pretende construir alrededor de Estados Unidos. Un muro que, lejos de proteger al país, solo conseguirá aislarlo y empobrecerlo. Porque, como dijo una vez un hombre sabio, «cuando levantamos muros, nos convertimos en prisioneros de nuestra propia creación».