Me atrae la información publicada sobre un instituto de Valladolid que habría cantado el “Cara al Sol” en una excursión al Valle de los Caídos. Como estoy escribiendo para tuiter, donde nadie lee nunca, y para mi blog, que nadie visita nunca, freno mi entusiasmo adolescente y me limito a poner de relieve una sola de las muchas cosas que me interesan.
¿Cómo es posible que estos chavales sean tan fachas en el siglo XXI? ¿Les reúne Elon Musk en tétricos salones decimonónicos para leerles los discursos de Primo de Rivera? ¿En los porros y güisquis que se meten los fines de semana les ponen algo perjudicial para las neuronas? ¿Sus padres les aleccionan antes de salir de casa “Mira, hijo, no me vuelvas a las cinco de la mañana sin haber apaleado a un judío”?
Una posible explicación para este caso determinado: los chavales eran de Fachadolid, ciudad precedida siempre por su reputación. Más allá de esta noticia concreta me pregunto yo si el ambiente de asfixiante control ideológico por el Régimen no estará haciendo mella en una juventud cuya seña de identidad ha sido siempre la rebelión y el enfrentamiento a los límites impuestos. Bueno, menos durante el franquismo, cuando la rebelión de la juventud, lo sé de primera mano, fue como la oposición del PSOE: inexistente.
¿El control social, lo políticamente correcto y la exigencia de un pensamiento determinado no están impulsando a ciertos sectores juveniles a enfrentarse a todo lo que suene a control y dominio del Partido Socialista de las JONS? ¿No nos advierten grandes plumas y oradores de la prensa del Movimiento -Nacho Escolar, David Broncano y Gonzalo Miró- del peligro de estos fascistillas de instituto para meternos miedo con la ultraderecha? ¿No habrá en ello algún interés que nos escamotean? Pues eso.
