Tiene una agenda repleta de conferencias, especialmente en Iberoamérica y Marruecos, donde es invitado por sus amigos y socios. Como ha podido saber ÉPOCA, ha contratado sus conferencias con una agencia estadounidense; es uno de los conferenciantes representados por All American Speakers, informa el semanario Época.
Ignoramos si esa agencia es exclusiva o si ha contratado a alguna más para que le represente. Lo que sí hemos podido saber son sus honorarios, unos 30.000 euros por conferencia. Además, el valor de un ponente está marcado por la demanda y el otrora presidente no para. La semana pasada fue una de las estrellas de la Cumbre Empresarial Veracruz 2008, celebrada en Boca del Río (México).
El evento fue organizado por la Asociación de Industriales del Estado de Veracruz e impulsada por el Gobierno. La pasada semana, ya en España, fue el centro de todas las miradas, junto a Jordi Pujol y Miquel Roca, en unas jornadas organizadas por la escuela de negocios ESADE en Barcelona con el objetivo de analizar si los políticos hacen buen uso de las ideas de los intelectuales. Según fuentes de ESADE, el ex presidente no se ha embolsado nada por su magistral ponencia en el evento. “No ha cobrado porque es miembro del consejo asesor de la cátedra de Liderazgos y Gobernanza Democrática de ESADE”, según publica Época.
En definitiva, González ya se lo cobra por otro lado. Las lenguas viperinas dicen que su caché como conferenciante ha bajado y que está muy por debajo de quien le tomó el relevo en Moncloa, José María Aznar, quien, según fuentes generalmente bien informadas, informadas, factura 90.000 euros por charla. Para Florentino Portero, experto en relaciones internacionales y política exterior, que su caché haya menguado no es cuestión de asombro.
El analista del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) lo achaca a tres motivos. Primero, ¿quién quiere escuchar a Felipe González? “Básicamente, América Latina y quizá parte delmundo árabe. Fuera de ese mundo tiene pocas cosas que decir. Segundo, “hace mucho tiempo que dejó el Gobierno y el interés que pueda despertar lo que diga es limitado”. Y tercero, el problema lingüístico. Habla francés, pero no inglés, por lo que “se mueve en un mercado mucho más reducido”.
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