El nuevo programa de Periodista Digital es ‘España en Negro’, y pretende hacer una visión de los casos que han marcado la crónica de sucesos en nuestro país en los últimos años.
Arrancamos un primer capítulo con la historia de Gloria Martínez junto al periodista Luis Miguel Montero que cubrió la historia para la revista Interviú. De todos los casos que protagonizan la crónica negra, sin duda los más inquietantes son aquellos que nunca se resuelven o lo hacen parcialmente. La desaparición de Gloria Martínez es una de la más inquietantes de los años 90. Ni viva ni muerta, nadie ha vuelto a saber nada de ella.
Gloria Martínez, de 17 años, vivía junto a sus padres, Álvaro Martínez e Isabel Ruíz, en el barrio alicantino de Florida de Portazgo. Gloria desde los 14 años padecía problemas de ansiedad y trastornos de alimentación. La psiquiatra que la trataba, María Victoria Soler, recomendó a sus padres su ingreso en la clínica Torres de San Luis, de la localidad alicantina de L’Alfàs del Pi. Victoria Soler influyese el hecho de que ella perteneciese al Consejo de Administración de Zapico, la empresa propietaria de la clínica.
La tarde del 29 de octubre de 1992, los padres de Gloria realizan el ingreso. Esa noche, Martínez era la única paciente. Nada más ingresar el personal de la clínica la ató de pies y manos a la cama, para evitar que se autolesionase, según declararon luego ante el juez. Añadieron que Gloria fue sedada con Haloperidol, Largactil y Sinogan en una dosis considerable. La joven habría despertado de madrugada y pidió que la desatasen para ir al baño.
Según los mismos testigos, cuando una de las auxiliares iba a pedir ayuda, la joven escapó por una ventana abierta de la habitación, un primer piso. Después, descalza, en pijama, drogada, desorientada y sin gafas para ver, habría saltado la tapia del centro, de dos metros de altura, y se perdió en la noche. La Guardia Civil registró la clínica y el bosque; se vaciaron acequias y pozos y se inspeccionaron las fosas sépticas.
Esa noche solo estaban en la clínica un vigilante, una enfermera y el matrimonio de guardeses búlgaros. En febrero de 1993 extrabajadores de la clínica denunciaron en Interviú (número 877) que Gloria nunca salió de la clínica. Hubo también el testimonio junto de un trabajador de una gasolinera de la cercana localidad de Altea que aseguró haber visto a una joven de sus características llamar por teléfono. Por otro lado, un hombre aseguró haber compartido la tarde del día 30 con unos jóvenes franceses y Gloria en un camping de la misma localidad. Ninguno de estos testimonios sirvió para encontrar nada. Dos años más tarde, en 1994, durante un tercer registro, se encontró una bolsa de plástico con ropa interior y un cinturón de la joven que había pasado inadvertida durante los dos anteriores registros.
A nivel judicial el asunto quedó cerrando en el año 2000, no así para la Guardia Civil. Gracias al Proyecto Fénix, base de datos de ADN de los desaparecidos, si en algún momento apareciese un resto susceptible de pertenecer a Gloria se podría cotejar. Los propietarios de la clínica fueron condenados por la Audiencia Provincial de Alicante a pagar 104.000 euros, aunque previamente habían sido condenados a pagar 60.000 euros. La nueva cantidad se justificó en que no había cadáver y la joven no había sido declarada muerta. Sin embargo, la Audiencia consideró que el daño provocado a las familias era superior a si ella hubiese muerto.
En el año 2009 una perito llamada Amparo Huélamo en el transcurso de unas jornadas sobre peritaje y seguridad, respondió a un periodista de La Verdad que le preguntó sobre casos pendientes en Alicante y se refirió al de Gloria. La perito aseguró que se había encontrado con la desaparecida varios años atrás, sin precisar exactamente el cuándo o el dónde, y que habían tomado un refresco. Dijo que estaba perfectamente y que era madre y aseguró que notificó aquel encuentro a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Aunque sigue manteniendo su versión, nadie ha podido corroborar que lo que cuenta Amparo Huélamo sea cierto.