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Es esclarecedor y espectacular escuchar a Carlos Cuesta, director adjunto del Grupo Libertad Digital.
Arranca el periodista explicando que en el mitin de Benalmádena en el que aplaudieron a Begoña Gómez como focas los socialistas no solo estaba ella, sino también otras ‘joyas’ como la mujer de Juan Espadas (lleva tres años siendo investigada por la UCO) o como Madgalena Álvarez, consejera de la Junta de Andalucía condenada por el caso de los ERE. Dios los cría…
Y a más, Cuesta detalló sobre el chanchullo de Begoña Gómez con la Complutense por ese software que ahora tiene que estar haciéndole pasar malas noches a la mujer del presidente Sánchez:
«Los indicios de de delito en el caso de Begoña son incalculables. Ellos quieren soterrarlo todo por debajo con un discurso emocional. Pero la corrupción no tiene nada de ‘escudo social'».
Durante mucho tiempo dimos por sentado que si un juez imputaba a Begoña Gómez a cuenta de sus habilidades para meter la mano en el bolsillo del prójimo, su marido, a la sazón presidente del Gobierno, saltaría de la presidencia de forma automática porque lo contrario no sería de recibo en una democracia mínimamente aseada.
Pero ahí tenemos a Pedro, ahí sigue fumándose un puro, más dispuesto que nunca a pasarse por la entrepierna el prestigio de las instituciones.
No queda otra que echarlo… y a patadas.
Revela Carlos Cuesta este 9 de junio de 2024 que Sánchez comprometió la cesión a la Organización Mundial del Turismo (OMT) de su sede en España de forma gratuita, por 75 años y tras sufragar una reforma de 24,4 millones de euros.
La firma la hizo el secretario de Estado, en nombre del Gobierno Frankenstein, con el secretario general de la OMT –Zurab Pololikashvili-, la misma persona que apadrinó a Begoña en actos, acuerdos, cenas, reuniones con ministros africanos, viajes y hasta acuerdos con el Africa Center que dirigía la mujer del presidente.
