Hoy, 28 de abril de 2025, Luis Ventoso publica en El Debate un artículo titulado El chonismo frente a la tradición y la belleza, donde plantea una reflexión incisiva sobre los cambios culturales en España. La columna parte de una premisa clara: existe una pugna entre las formas y valores tradicionales y el avance de una estética y actitud que el autor denomina “chonismo”, caracterizada por la vulgaridad y el desprecio por lo bello.
Desde el primer párrafo, marca territorio con una afirmación que resume su tesis central: “El chonismo ha ido ganando espacio hasta convertirse en uno de los rasgos más visibles de la España contemporánea, desplazando a la tradición y relegando a un segundo plano el culto a la belleza.” Con este arranque, el periodista incita al lector a observar su entorno con mirada crítica, preguntándose si realmente se ha producido ese desplazamiento que denuncia.
A lo largo del texto, Ventoso no se limita a una mera enumeración de síntomas sociales. Va más allá, poniendo ejemplos concretos de cómo lo que denomina “chonismo” se manifiesta en el día a día español. En uno de los fragmentos más representativos afirma:
“Basta salir a la calle o encender la televisión para comprobar cómo las formas vulgares, el lenguaje grosero y la estética chillona han dejado de ser excepciones para convertirse en norma.”
Este diagnóstico se apoya en un análisis del entorno mediático y social. Ventoso subraya que la cultura popular, lejos de contrarrestar este fenómeno, parece haberlo abrazado: “Programas televisivos de máxima audiencia jalean sin pudor comportamientos que hace apenas unas décadas habrían provocado sonrojo colectivo. Se premia lo estridente; lo sutil y elegante queda arrinconado.”
El autor encuentra raíces profundas para este proceso. A su juicio, no es solo cuestión de modas pasajeras sino resultado de una transformación social más profunda: “La pérdida del sentido de pertenencia a una tradición común ha allanado el camino para que prospere este nuevo modelo, donde importa más llamar la atención que mantener un mínimo decoro.”
Sin embargo, en ningún momento cae Ventoso en el catastrofismo ni niega matices. Reconoce que la cultura popular siempre ha tenido espacios para lo grotesco y lo excesivo, pero lamenta que ahora parezca haberse impuesto como única vía posible: “España nunca fue un país pacato ni remilgado, pero tampoco había convertido el mal gusto en bandera nacional.”
Un retrato crítico y sin complacencias
La columna se despliega así como un alegato contra la resignación estética y cultural. En uno de los párrafos más incisivos, Luis Ventoso advierte sobre las consecuencias sociales del fenómeno: “Cuando una sociedad deja de valorar la belleza y la mesura, termina perdiendo también parte de su capacidad para convivir en armonía.” Así introduce un elemento ético y cívico al debate sobre gustos y costumbres.
En su repaso, el autor no se olvida del impacto generacional. Señala cómo los jóvenes son los principales receptores —y a veces impulsores— de estos cambios: “Las nuevas generaciones han sido educadas en la lógica del exhibicionismo constante, donde importa más destacar a cualquier precio que integrarse respetuosamente en una comunidad.”
Pese al tono crítico, Ventoso concluye dejando abierta una puerta al optimismo. Confía en que aún existen reductos donde la tradición y el aprecio por lo bello sobreviven —aunque reconoce que su posición es cada vez más marginal—: “Todavía quedan quienes resisten al empuje del chonismo con pequeños gestos cotidianos: cuidar el lenguaje, vestir con sobriedad o celebrar las fiestas populares sin caer en el exceso.”
Cabe subrayar cómo Luis Ventoso, con su habitual estilo directo y sin concesiones, invita a repensar no solo qué tipo de estética predomina hoy en España sino qué valores subyacen tras ella. El artículo es una llamada de atención sobre los peligros del conformismo cultural y un homenaje —implícito— a quienes siguen defendiendo otra manera de estar en el mundo.