ARTÍCULO EN EL MUNDO

Sánchez Dragó se marca un ‘Nuria Roca’ con una confesión sexual tremebunda

"Yo también soy libertino. Siervo y dueño, feliz o desdichado, he sido y soy de muchas mujeres y con todas, menos una (la primera), recurrí y recurro, por activa y por pasiva, al placer del libertinaje"

Sánchez Dragó se marca un 'Nuria Roca' con una confesión sexual tremebunda
Sánchez-Dragó Cuatro

Fernando Sánchez Dragó no tiene pelos en la lengua. El columnista de El Mundo se marca este 19 de noviembre de 2017 una tribuna en la que celebra las confesiones de Nuria Roca y Juan del Val hablando sobre la necesidad de despojarse de complejos y actuar con libertad sexual.

Dice Dragó que:

Nuria Roca y Juan del Val, en sendos libros de agradable lectura y pausadas confesiones íntimas (Sexualmente, Booket, y Parece mentira, Espasa), han vuelto a poner de moda algo tan viejo como el mundo y tan natural como el sucederse de las estaciones. Lo primero porque ya Eva se enredó con la serpiente y a renglón seguido, en ese orden, no al revés, con Adán; lo segundo, corazón aparte, porque así lo deciden las hormonas y el imperativo de la perpetuación de la especie.

Aclara que:

Ellos, y los periodistas chismosos que siempre están de guardia, lo llaman pareja abierta. Yo preferiría llamarlo pareja libre, remitiéndome al poema de García Calvo que cantase Amancio Prada, al Farewell de Neruda y a las explosivas mas no por ello conflictivas relaciones que Anaïs Nin y Henry Miller mantuvieron dentro y fuera de la literatura. ¿Abierta? ¿Libre? Mejor aún, libertina.

Subraya que:

El libro de Nuria salió hace tiempo; el de Juan es muy reciente. Pablo Motos los llevó a su programa y puso en marcha, sin él quererlo, una de esas fútiles escandaleras mediáticas cuyo carburante es la gazmoñería de la corrección política. Entre un hombre y una mujer, o entre dos hombres, o entre dos mujeres, todo, absolutamente todo, menos el maltrato y la traición, no sólo es legítimo, sino también aconsejable, y más aún si se aman. Incluso el matrimonio, deporte de alto riesgo que casi siempre se transforma en martirimonio, necrosis de la libido y proceso de entropía del amor. El libertinaje, recíprocamente aceptado y gobernado por la lealtad emocional, la elegancia estética, la contención ética y la salvaguarda de los hijos en su niñez, es válvula de escape para el tedio de la monogamia y fórmula que a veces reaviva las relaciones conyugales.

Y finalmente da paso a su confesión más íntima:

Escribo esta columna en primera persona del plural para cerrar públicas filas con Nuria, con Juan y con todas las parejas que son como ellos y se atreven a decirlo. Yo también soy libertino. Siervo y dueño, feliz o desdichado, he sido y soy de muchas mujeres y con todas, menos una (la primera), recurrí y recurro, por activa y por pasiva, al placer del libertinaje. Una de ellas, no hace mucho, me dijo: «queriéndote tanto y con tantas chicas bonitas por las calles, ¿cómo voy a pretender que renuncies a todas mientras estés conmigo?». Gracias, guapa. Y viceversa. Libres os quiero, para quereros más, y libre me quiero, para que me queráis más. ¡Enmudeced, puritanos! ¡Expiad vuestro fariseísmo en las sacristías!

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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