Mopongo: el pluriempleo político de la bocachancla

Con la ‘verdulera’ Chiqui Montero, vicepresidenta de Sánchez, el PSOE andaluz pierde 25 escaños y enfila hacia un descalabro histórico

Es médica licenciada por la Universidad de Sevilla pero jamás ha curado un enfermo y su vida y carrera siempre ha sido el PSOE

Con la 'verdulera' Chiqui Montero, vicepresidenta de Sánchez, el PSOE andaluz pierde 25 escaños y enfila hacia un descalabro histórico

A escasos meses de unas elecciones autonómicas en Andalucía que se prevén decisivas, María Jesús “Chiqui” Montero—vicepresidenta primera del Gobierno y mano derecha de Pedro Sánchez—ha asumido la tarea de rescatar a un PSOE andaluz en horas bajas.

Lo hace entre bromas sobre su acento y sus orígenes humildes, con el apodo de “la verdulera” corriendo por los mentideros políticos, pero con una presión monumental: los sondeos le dan al partido menos de 25 diputados, una cifra que supondría el peor resultado de la historia socialista en la región.

En el PSOE ya se ha acuñado un término jocoso para definir la hiperactividad institucional de la nueva líder andaluza: “Mopongo”, por aquello de “me lo pongo todo”.

Montero es a la vez vicepresidenta del Gobierno, ministra de Hacienda, secretaria general del PSOE andaluz y candidata a presidir la Junta. Un pluriempleo que, lejos de sumar, empieza a restar. Crecen las voces internas que le exigen dejar Madrid y centrarse en Andalucía, ante el temor a que tanta acumulación de cargos convierta al socialismo regional en una sucursal sin alma propia.

Esta acumulación tiene consecuencias: la acción comunicativa del Gobierno se resiente, especialmente tras el último episodio sobre la tributación del salario mínimo, donde Montero protagonizó una crisis interna con Yolanda Díaz—y con media España siguiendo el rifirrafe por televisión—tras anunciar, casi por sorpresa, su intención de gravar con IRPF a quienes cobran el SMI.

El malestar interno en el PSOE se ha hecho visible, con una parte significativa del partido reclamando que se dedique “en cuerpo y alma” al rescate del socialismo andaluz.

Mopongo: el pluriempleo político de Montero

El acceso de Montero a la secretaría general del PSOE andaluz no ha sido fruto de un proceso vibrante. Más bien al contrario: nadie más presentó los avales necesarios para competir, lo que evitó unas primarias temidas por la dirección nacional ante el riesgo de fractura. Su proclamación fue automática y, aunque revestida por discursos motivadores y guiños constantes a las bases (“esto es una carrera de relevos”, repite), lo cierto es que hereda un partido desmovilizado y carcomido por luchas internas.

El socialismo andaluz viene encadenando derrotas desde los tiempos de Susana Díaz. Su sucesor, Juan Espadas, acabó hundido electoralmente tras las autonómicas de 2022—cuando Juanma Moreno arrasó con mayoría absoluta—y cosechó tres derrotas más en municipales, generales y europeas consecutivas. El PSOE no solo ha perdido poder institucional; ha perdido músculo militante y capacidad movilizadora.

El desafío imposible: reconectar con Andalucía

La carta fuerte de Montero es su perfil netamente andaluz: nacida en Sevilla, criada en Triana y con acento inconfundible, presume de haber aprendido política en la calle antes que en los despachos. Pero ese estilo directo y cercano—que le ha valido el mote popular de “verdulera”—no parece suficiente para frenar la sangría socialista. Los últimos estudios demoscópicos apuntan a un suelo histórico para el PSOE: menos de 25 escaños frente a un PP consolidado como fuerza hegemónica.

En sus intervenciones públicas, Montero insiste en que su objetivo es “volver a hacer del PSOE un proyecto para todos los andaluces”, apelando a las bases obreras y pidiendo unidad frente al “falta de ambición” del PP. Sin embargo, ni siquiera el regreso simbólico del llamado “susanismo”—la corriente liderada por Susana Díaz—parece suficiente para cohesionar una federación atomizada y poco ilusionada con Ferraz.

La estrategia fallida del sanchismo

Pedro Sánchez confió en Montero como ariete para reconquistar Andalucía, convencido de que su perfil combativo y su experiencia negociadora serían garantía suficiente. Pero hasta ahora el efecto ha sido limitado. El propio entorno socialista reconoce que “el partido ha olvidado cómo se ganan elecciones” y temen que ni siquiera el carisma mediático de Montero sea capaz de reactivar un voto tradicionalmente fiel pero ahora disperso entre abstención e indiferencia.

El principal hándicap: mientras Montero sigue atada a Madrid gestionando Hacienda (y crisis varias), le resulta imposible implicarse plenamente en la vida orgánica andaluza. Algunos veteranos socialistas comparan esta etapa con los últimos años del felipismo: mucha épica retórica pero poca conexión real con los problemas cotidianos del electorado.

Curiosidades y datos singulares sobre el caso

  • María Jesús Montero es médica licenciada por la Universidad de Sevilla y técnica en gestión hospitalaria. Fue consejera tanto de Salud como de Hacienda en la Junta antes de saltar a la política nacional.
  • Su apodo “Chiqui” le acompaña desde joven; lo usa buena parte del PSOE como guiño cariñoso… aunque sus rivales lo emplean con cierta sorna.
  • El término “Mopongo” ha cobrado vida propia entre las filas socialistas y los analistas políticos para referirse a su omnipresencia institucional.
  • La última vez que el PSOE bajó tanto fue precisamente antes del ciclo hegemónico iniciado por Felipe González… hace más de 40 años.
  • En redes sociales abundan memes sobre su acumulación cargos; uno especialmente viral compara su agenda semanal con la lista semanal del mercado.
  • Si Montero fracasa electoralmente, podría abrirse una nueva etapa convulsa dentro del socialismo andaluz, donde muchos esperan agazapados nuevos liderazgos alternativos.

En definitiva, el futuro inmediato del PSOE andaluz depende más que nunca del carisma personal—y capacidad multitarea—de Chiqui Montero. Pero ni siquiera Mopongo puede desafiar las leyes implacables demoscópicas cuando la base social está tan desmovilizada.

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