Aunque el sanchismo lo intenta todos los días, la historia reciente es dificil de falsificar. La gente aún recuerda tal como éramos no hace tanto tiempo. Justo el que llevan en el poder.
El sanchismo no es más que un golpe continuado. Un golpe en marcha desde que llegó este petimetre en el Peugeot que decía conducir antes del Falcon para, con el apoyo de la famiglia, hacerse con el PSOE poniendo urnas detrás de las cortinas.
Un golpe concebido desde la psicopatología mucho antes de la moción de censura apoyada en sediciosos que acababan de proclamar una República en una Monarquía y terroristas, como se hubiera apoyado, de haberlo necesitado, en Jack el destripador. Aunque muchos decían que exagerábamos, íbamos ya camino de la Venezuela de Zapatero que ha financiado esta trágica fiesta.
El gobierno que surgió de aquel golpe que unas instituciones absolutamente ineficaces no pudieron detener, perdió luego las elecciones a pesar de haberlas convocado cuando el soberano estaba de vacaciones. Con el CIS de Tezanos, los enemigos de España y un partido de trepas y mamporreros escogidos a su imagen y semejanza, Sanchez pasó a tomar, una a una todas las Instituciones, la Fiscalía general del Estado, el Tribunal Constitucional, el Consejo de Estado, el Defensor del pueblo y el CGPJ, despues de haber expulsado a Juan Carlos I y desactivado incluso a la Monarquía de Felipe VI del discurso frente al golpe catalán.
Un golpe así cuyo autor, mientras miles de españoles estaba muriendo en medio de la pandemia, fue capaz de contarle a la Nación el bulo más grave y más trágico, que había un comité de expertos que refrendaba sus decisiones cuando sólo eran ellos y sus mascarillas, no puede combatirse sólo con análisis y chanzas en los medios. Ésa sería la estrategia frente a un gobierno democrático normal. Pero frente a uno anormal, eso no es suficiente.
Un golpe continuado como el de Sanchez o Maduro exige la presión de la dignidad, la desobediencia civil y «la Calle» con todo lo que puede considerarse legítima defensa de la democracia antes de lleguemos al punto de no retorno, que no está lejos. La provocación permanente resultado de un golpe preconcebido, ha ido creciendo como una bola de ambición, traición, desprecio a la Nación, huida hacia adelante y, tras la increíble osadía del matrimonio, venganza por la imputación de su mujer, de momento.
La pregunta llegado este punto es ¿qué clase de ciudadanos son los que se conforman con vivir gobernados por un tirano presuntuoso en un piélago de fango, mentiras y adormideras televisivas?
¿Qué pueblo mira un burro volando hacia donde señala el dedo del gobierno para distraer diariamente de la corrupción descubierta y se deja trilear por fútbol, sálvames y puentes, mientras nos asomamos al precipicio moral, económico y social?
La respuesta puede ser que esta huída del pueblo hacia delante sea el preludio de lo que viene. Con la calle, los espectáculos y los bares llenos nos indignamos diariamente con lo que queda del día mientras las gallinas que entran son muchas menos que las que salen, la deuda total supera al PIB, la de la S.Social se ha triplicado, los delicuentes sexuales están sueltos gracias a que la responsable huyó a Bruselas, los prófugos entran y salen como Pedro y la Complutense por su casa, no quieren dar razón de donde han ido a parar los fondos europeos, nunca antes se había desincentivado tanto el trabajo, los jóvenes preparados tienen que emigrar, los que se quedan no tienen viviendas okupadas por mangantes, galopa el desempleo juvenil y general, la inmigración ordenada se ha convertido en caos y piratería, el precio de la energía y la inflación no cabe ya en la cesta y él quiere internacionalizar en la ONU que sufraga «su problema» con los bulos de su mujer. Corruptos o no, estamos en manos de unos ineptos.
Durante aquellos cinco dias en el convento que siguieron a la imputación de su mujer, Sanchez preparó su venganza. Como cualquier tirano amenazó con irse. Y despues de no hacerlo, como todos, y acabar con la separación de poderes ahora, con esbirros arrastrados como ofidios, pretende rematar su golpe como todos los tiranos, vengar a su mujer y asfixiar a los medios chantajeando y coaccionando a sus anunciantes impidiendo así la crítica de un régimen que ha maniatado a las instituciones y ahora pretende amordazarlos.
Es cierto que, acorralados, sus esbirros ladran cada vez más alto, luego cabalgamos. Pero no bastan artículos ni payasadas televisivas. Un golpe continuado se combate con la acción y saliendo a «la Calle» a defender cada uno su libertad, si es que pretende conservarla. Cierto que la masa no debe actuar ordinariamente por sí misma, porque quiera o no, siempre va a gobernar una minoría. La clave de las democracias es que esas minorías sean verdaderamente elegidas por el pueblo y, si no excelentes, al menos sean dignas.
Pero cuando, aquí como en Venezuela a través de asonadas o golpes taimados, alcanza el poder una panda de usurpadores que hacen y deshacen hasta que finalmente son imputados en escándalos intolerables; cuando, aun así, siguen haciendo oidos sordos a un clamor popular expresado de mil formas diferentes distrayendo deliberada y diariamente estando en juego su libertad, su propiedad y su bienestar, llegado ese momento el soberano, en ejercicio de su soberanía, tiene que salir a «La Calle» y exigir la salida del poder de sus usurpadores.
El hombre es un ser forzado a buscar una instancia superior. Si la encuentra, eso es la excelencia. Si no la encuentra, el poder se la impondrá. Eso es lo que está haciendo Sanchez imponiendo la mediocridad de su tiranía y planteándose el poder como un Manual de Resistencia que incluso hace escribir y vender con recursos públicos despreciando la soberanía y en un ejercicio de malversación de fondos públicos de libro.
En España como en Venezuela, todos los tiranos se plantean el poder como Resistencia frente a sus gobernados. Con el título del libro que Sanchez mandó escribir, Manual de Resistencia, está dicho todo. Se está atrincherando. Pero si de verdad nos queremos liberar de él, aparte de la opinión pública y la desobediencia civil, siempre nos quedará «La Calle».
Víctor Entrialgo
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