Cada día este mundo te pone más difícil ejercer ese arte reservado a unos pocos de disfrutar en discreto silencio las pequeñas cosas de la vida. Ejemplo: una buena cerveza a solas o con amigos
Vaya por delante que soy un fiel seguidor del equilibrio y por eso defiendo la locución latina o aforismo: “In mediun virtus” También soy un ferviente creyente del placer, siempre que no degenere en molicie y del encanto que no se puede explicar con palabras de ser feliz con los pequeños momentos de nuestras vidas.
Por ejemplo, la cerveza como complemento de una conversación con los amigos o con la persona amada. Esos momentos en que el cuerpo y la mente se relajan y hacen mostrar al hombre su sociabilidad y empatía con sus semejantes.
En esta sociedad de infinitas advertencias, censuras, implantación de miedos colectivos, intransigencias, dietas “saludables”; de ideologías tóxicas, de planificación gubernamental hasta la náusea; beber cerveza es apostar por momentos de quietud, de amistad, de rebeldía, de fe en un futuro que nos quieren hacer ver apocalíptico; beber cerveza es confiar en el azar.
Poca gente conoce una de las leyes imperantes durante la Edad Media de Carlomagno: “Vender mala cerveza es un delito y además atenta contra el amor cristiano” Esa ley me hace pensar que la denostada Edad Media no era esa edad de la que nos habla la historia adulterada.
“Beberla reconforta la mente preocupada y le procura la risa a la persona desconsolada, haciéndole olvidar su desconsuelo. Hace decidir al pretendiente tímido. Calienta la sangre fría de los ancianos. Hace hablar al hombre por encima de sus capacidades o de su comprensión, y es amiga de las musas. Con ella el músico se vuelve eufórico y el poeta crea rimas sin sentido” John Taylor, poeta inglés del siglo XVI,
El poeta Bukowski decía: “Mantén una cerveza siempre a mano. Si te ocurre algo malo, la bebes para olvidar. Si te ocurre algo bueno, la bebes para celebrarlo; y si no te ocurre nada, la bebes para procurar que ocurra algo”
“Vivamos – sin hacer daño a los demás – tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos”
En la dictadura franquista lo que era bueno y placentero, era pecado; hoy y desde la llegada del progresismo, todo lo que nos produce bienestar físico y mental, si no respeta las leyes de la dictadura del progreso, es malo para nuestra salud. Las leyes saludables, aburridas y demagógicas de la sociedad del progreso no nos garantizan nada, salvo que cuando muramos alcancemos la categoría del “muerto más sano del cementerio”, que nuestro cadáver muestre un “muerto espectacular”
Un amigo de universidad y luego, por avatares de la vida, compañero de trabajo en la misma empresa decía: “Márchate de esta vida sin asignaturas pendientes”
Dios nos puso en la vida y nos concedió libre albedrío, y para que pudiéramos ser felices puso a nuestra disposición los medios necesarios para que así fuera, entre ellos la cerveza. Dios ama al hombre y quiere que seamos felices; somos nosotros, la mayoría de las veces, los que nos cuesta reconocer esos medios, y cuando los reconocemos puede que sea demasiado tarde para rectificar. Somos tan estúpidos que creemos que la felicidad se alcanza por tener más y por medios que, casi siempre, superan nuestras posibilidades. No nos damos cuenta, no vemos que la felicidad nos la proporcionan los medios modestos y los momentos sencillos y auténticos de la vida y que, para lograrlos basta con que seamos humildes e inteligentes y, sobre todo, huyamos de los falsos profetas que nos dibujan un cuadro de color negro si no nos entregamos sumisos a la doctrina única que nos dice como hemos de vivir, que casi siempre es renegando de lo que nos produce bienestar físico y mental a través de las pequeñas cosas de la vida, abandonados a la magia del momento sin pensar que lo que nos proporciona ese momento único, más tarde nos puede perjudicar, según los estándares de felicidad establecidos por decreto ley.
Ya lo hemos dicho: la cerveza, esa burbujeante bebida que puede hacer de un momento, un momento sublime, es un don que Dios nos ha concedido y eso lo sabemos quiénes amamos la cerveza e incluso quienes no la beben por motivos varios. Lo que la mayoría de las personas no saben es la historia de la cerveza. Si todo el mundo la conociera todo el mundo bebería cerveza, no solo por sus cualidades nutricionales, sino por la belleza de como la cerveza nació hace miles de años.
La palabra cerveza proviene muy probablemente de la diosa romana Ceres, diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad. Si añadimos la terminación vis formamos Ceres – vis que nos habla de la “Fuerza de Ceres”.
Esto no les gustará a los y las feministas: durante siglos la fabricación de la cerveza estuvo exclusivamente en manos de las mujeres, las cuales guardaban en secreto sus recetas.
Cuando hablamos de Egipto, lo primero que se nos viene a la cabeza son las pirámides, el desierto, el Nilo, la Esfinge…sin embargo nadie sabe que los antiguos egipcios inventaron la cerveza y era consumida por todas las clases sociales como bebida y alimento. Parece ser que la cerveza es originaria de Egipto donde se inventó hace la friolera de 7.000 años. Según lo entresacado de los diferentes pergaminos y piedras grabadas, además de lo que relata el Libro de los Muertos; los egipcios la elaboraban a base de trigo, cebada y mijo. En China era apreciada hace ya 5.500 años. En el poema de Gilgamesh, datado en 4.000 años, habla de las bondades de esta bebida. Las sagas nórdicas elogian su cerveza, un poco distinta a las demás porque en su mezcla participaba el cornezuelo de centeno. En la Hispania prerromana era muy apreciada por los iberos como bebida y como estimulante. Los galos la bebían con cualquier excusa y sin distinción de clases, utilizando su espuma como suavizante del cutis. Fueron los monjes medievales los que – como en tantas cosas que nos legaron – añadieron el lúpulo comunicándole su suave amargor y su aroma. Y, en fin y para no extenderme en demasía, apuntar que, en 1996 la fábrica inglesa de cervezas Courage lanzó una réplica de la cerveza en contrada en la tumba de Tutankamón.
La cerveza ha acompañado al hombre desde siempre y en todo el mundo. Cada país, incluso cada región, tiene y se enorgullece de su cerveza. Al igual que las mujeres, la cerveza puede ser rubia, morena, tostada, ligera, con cuerpo, estilo y sabores y aromas diferentes, pero siempre placenteras, tanto cuando están frías o a temperatura ambiente. Son las cervezas- como llegó a decir Benjamin Franklin – un reglo de Dios. Un regalo de Dios de entre los muchos que nos ha puesto a nuestro alcance, y que estos mercaderes del miedo están empeñados en quitarnos para tenernos atemorizados y así podernos manejar como a ovejas en un redil.
MAROGA