¿Doblarán las campanas por ellos? Los campos de Jaén lloran lágrimas de sangre. Los olivos decapitados, de troncos retorcidos, yacen sobre la tierra, inertes, sin vida, sin esperanza. Yo también lloré contemplando las imágenes desoladoras, lo más parecido a un campo de batalla, y sigo llorando mientras escribo este lamento, este quejido lastimero. Muertos de un solo bando, el de los inocentes, a manos de las sierras de asesinos a sueldo, sicarios al servicio de la política corrupta, vampiros sin escrúpulos, amorales sin remedio y traidores a sus hermanos. Son los modernos verdugos, segadores de vidas, de ilusiones y de futuro.
¿Quién levantó los olivos?, se preguntó el poeta de Orihuela hace ya varias décadas. ¡Cuántos siglos de aceituna/los pies y las manos presos/sol a sol y luna a luna/pesan sobre vuestros huesos! Ignoro si desde su plano existencial a Miguel Hernández le seguirán preocupando los olivos de Jaén o los terratenientes abusadores de los jornaleros. Supongo que “en las alturas” habrá otros temas que tratar y que las cuitas del mundo dual importan solo aquí. Aun así, se habrá dado cuenta de que los explotadores de hoy son bastante más fieros que los que antaño exprimían sudores. A los de hoy el sudor les sabe a poco. Quieren más: nuestra salud, nuestros medios de vida, nuestras propiedades, nuestros ahorros, nuestros hijos, nuestra libertad, nuestras emociones y pensamientos, nuestras vidas, nuestras almas… Lo quieren todo, y a la vista está. Los de antes eran marqueses y terratenientes, a los que, más o menos, se les ponía cara. Los que hoy diseñan la marcha del mundo viven parapetados en corporaciones, escondidos en una nebulosa que oculta sus rostros. Ahora bien, esos psicópatas sin cara –o posesos, para ser más exactos– no podrían ejecutar sus planes destructivos sin la colaboración de los políticos de turno de los diferentes escalafones: europeos, nacionales y de proximidad. Todos bailan al mismo son, obedecen al mismo amo y les mueve la ambición sin límite. Y cuanto más cercanos, su culpabilidad es mayor, porque ellos piden el voto y prometen bienestar para todos. Y al decir todos, hay que incluir a los cientos de familias de Jaén que están siendo saqueadas, sí, saqueadas por el Estado.
Estas élites que gobiernan el mundo y que ahora necesitan los olivares para instalar paneles fotovoltaicos para hacerlo a su medida no son nadie sin la complicidad de los sátrapas de turno. Y acotando aún más, los propios trabajadores que manejan motosierras y camiones también son culpables. ¿No saben distinguir entre el Bien y el Mal? ¿No sospechan que estas licitaciones son pelotazos, o sea, corrupción? ¿No han pensado que están siendo cómplices de la destrucción del campo español? ¡Qué vergüenza!
¿Por qué la Junta de Andalucía ha optado por cambiar el paisaje agrícola de olivos, naranjos y limoneros por la aridez de las placas solares, que maquiavélicamente denominan huertos o granjas? Esta denominación es un engaño más, producto de la ingeniería verbal, para que suene bien al oyente. Pura manipulación. En el imaginario colectivo, huerto y granja es vida. Placas solares es muerte. Literalmente. Sepa el lector que esta fiebre de los paneles solares supone un gran perjuicio para el ser humano y el medio ambiente en general. Con independencia de la nocividad física, su cometido es surtir de energía a las ciudades inteligentes “smart cities”, que no son otra cosa que cárceles o telas de araña donde los habitantes serán controlados las veinticuatro horas del día. Eso sí, estos proyectos harán millonarios a muchos, mientras los campesinos se arruinan económica y emocionalmente. No estaría de más que, aparte de la indemnización por expropiación, recibieran otra, a mayores, por daño moral.
Pero, aparte de la tala de olivos, el Gobierno andaluz tiene otra patata caliente de muy difícil justificación. Y aquí no intervienen las élites; es una infraestructura local. Se trata de la depuradora de Málaga cuyo proyecto se remonta a la etapa socialista. El problema es que de las cuatro ubicaciones para construir la infraestructura han elegido la Vega de Mestanza, a orillas del río Guadalhorce, un lugar paradisíaco, verde, con más de veinte mil árboles frutales, donde se respira Vida con mayúscula, y que afecta a trescientas familias. Pero para mayor contradicción, la zona es inundable y tendrán que construir una especie de plataforma para levantar la depuradora cuatro metros del suelo y, a su vez, un puente. Será la depuradora más cara del mundo. Curiosamente, los políticos que han visitado el lugar, invitados por Mari Carmen Mestanza, una de las afectadas y portavoz de la plataforma de defensa, se han quedado impresionados por el lugar. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ha reconocido incluso que era un error destruir el singular paraje y ha prometido proponerle otra ubicación a la Junta de Andalucía. Pero, sin ninguna explicación al respecto, todo se quedó en nada y el proyecto sigue adelante. ¿Por qué, si todo es tan evidente? ¿Por qué se han encaprichado con la Vega de Mestanza?
Si damos una vuelta por los registros de sociedades, vemos que existen varias empresas creadas en los últimos cuatro años y ubicadas en Córdoba, cuyo fin es la obtención de energía eléctrica. Entre ellas, Green Stone Renewable VIII S.L., con cero trabajadores y un capital social de 3.000 euros, la cantidad justa requerida para constituir la empresa. ¡Apesta el olor a pelotazo!
Hace unos días, Lara Hernández, del canal flippityflop, me envió una información sobre la tala de olivos y me preguntaba qué hacer para paralizarlo. Le contesté y me dijo que integrara mi respuesta si escribía sobre ello y así lo hago: “…He hablado de pasada en algún artículo, Lara. ¿Qué hacer para paralizarlo? Poco, quizá solo retrasarlo haciendo un poco de ruido, pero solo eso. Esto va incluido en el proyecto de demolición de España, y no es una hipérbole. Pero piensa que no lo conseguirían sin la destrucción previa de los españoles. Para ello han tenido que desarmarnos. Han desposeído a la sociedad de su sentido crítico y le han robado la empatía convirtiendo a los ciudadanos en meros sensibleros, capaces de llorar y emocionarse por cualquier cosa, pero témpanos frente a lo realmente importante. A casi nadie le importan los olivos, ni por qué los talan; casi nadie se ha enterado; nadie habla de ello. Cada quien a lo suyo, y el resto no importa. Si hoy entraran los franceses en Madrid, la gente se pondría a grabar desde los balcones. La sociedad involuciona. Menos mal que hay muchas lamparitas, que día a día se encienden. Y de eso doy fe. Nuestro cometido es seguir ayudando a despertar conciencias, pero el Enemigo es fuerte y debemos saberlo”. Hasta aquí el mensaje.
Lloran los olivos de Jaén, los naranjos y limoneros de la Vega de Mestanza y los de muchos otros lugares que aún desconocemos y cuya sentencia de muerte está firmada. En cada rincón de España hay algo valioso que no querrán dejar en pie. El derribo de presas es un ejemplo, y cualquier día se atreverán con la cruz del Valle de los Caídos. Ya han conseguido exclaustrar al prior Santiago Cantera, lo cual es un símbolo muy abarcador, un hito muy significativo. Pero, aun con lágrimas en los ojos y pena en el corazón, soy optimista porque sé que hay algo que jamás podrán robarnos. Seguiremos informando para crear conciencia. Un mundo mejor es posible.
*Psicóloga, periodista y escritora