Sigue coleando la entrevista que Carlos Herrera le realizó al Papa Francisco.
Y las reacciones, más allá de la indudable difusión mundial que tuvo la charla del director de ‘Herrera en COPE‘ con el Santo Padre, han sido de todos los colores.
En España no son pocas las voces que se han alzado contra las palabras del máximo exponente del Vaticano.
Si el 1 de septiembre de 2021 era la fundadora de UPYD, Rosa Díez, la que cargaba contra las palabras de Jorge Bergoglio, este 2 de septiembre de 2021 es Arcadi Espada quien se suma a poner como un trapo al Papa de Roma.
En su tribuna de El Mundo se centra especialmente en su respuesta sobre la intervención de países como Estados Unidos en Afganistán para intentar establecer la democracia:
Es difícil saber la influencia exacta que un Papa tiene en los asuntos del mundo. Pero es verdad que hay Papas que encajan perfectamente en la época que viven. Wojtyla es un ejemplo espectacular, aunque se exagere su responsabilidad en la caída del Muro. A este Bergoglio, un profundo reaccionario de izquierdas, le ocurre lo mismo: encaja como un guante en su tiempo. Entre todo lo que dijo ayer donde Herrera destaca su condena del derecho a la intervención: «Es necesario poner fin a la política irresponsable de intervenir desde fuera e imponer la democracia en los pueblos». Su biografía lo avala.
Subraya Espada que los argentinos conocen la democracia por lo que han leído en los libros:
Los argentinos la democracia la han leído en los libros. Como la patria en los barcos, aunque esto sí les honre. Esta falta de vívida experiencia papal se advierte también en su equidistante incapacidad para reconocer de qué lado estaba la democracia en el conflicto catalán, por el que también fue preguntado. De modo que Bergoglio está ontológicamente preparado para ocupar el lugar que ocupa junto a China y Rusia en el descrédito general de la democracia, característico de la izquierda y seña de identidad de la época.
Dice que no le extraña esa cierta cercanía del Papa con los talibanes porque cuando la matanza acaecida en la revista satírica Charlie Hebdo llegó a entender los motivos de la misma:
Su contemporización con los talibanes tampoco puede extrañar. No solo por el relativismo cultural y moral que exhibe, también muy del gusto del espíritu contemporáneo. Es famosa su reacción después del atentado a Charlie Hebdo: «Si alguien dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!». Los hijos de dios –cualquiera que sea– siempre aprietan las filas. Pero, además, Bergoglio comparte mucho con los talibanes. Desde luego, lo que en este caso podría llamarse siniestra y humorísticamente la defensa de la vida: eutanasia, aborto, etcétera.
Insiste en que el Santo Padre comparte muchas más cosas con los talibanes, entre ellas el desprecio por las mujeres:
Pero también su desprecio de las mujeres, sobre el que la izquierda beata incide mucho menos de lo que debiera. La prohibición de que la mujer acceda al sacerdocio, impertérritamente mantenida y defendida con una arrogancia mística que por sí sola ya debería alejar a cualquier mujer de la Iglesia, no es radicalmente distinta de la prohibición talibán de que las mujeres acudan a la escuela. La diferencia, por así decirlo, no es intrínseca, sino que obedece a la influencia de lo extrínseco, es decir, a la distinta capacidad de la ley civil de extender sus exigencias.
Y asegura que en parte entiende los miedos del Papa en cuanto a las intervenciones porque él estaría a favor de que lo primero que habría que intervenir es el propio Vaticano:
Por lo demás comprendo el fondo preventivo de las palabras de Jorge Mario Bergoglio, 266º Papa, convencido como estoy de que el derecho de intervención debería empezar por el Vaticano.