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El Amor al prójimo es una larga andadura

Dejé de pensar en ti, para poder amarte de verdad

Con más sombras que luces

Antonio Gil-Terrón Puchades 18 Jul 2024 - 06:48 CET
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El apego a las cosas materiales, nos restan libertad, al tiempo que son causa de ansiedad. Entonces, si realmente deseamos ser libres,  deberemos desprendernos de cualquier tipo de apego, o dependencia.

Puestos manos a la obra, nos liberaremos de todos nuestros apegos, para al hacerlo, poder abrazar nuestra ansiada Libertad con mayúsculas. Sin embargo, en ese mismo momento, nos daremos cuenta que acabamos de crearnos un nuevo apego: ´el de ser libres´; y este nuevo apego nos esclaviza de nuevo, restándonos libertad. Kafkiano.

Porque el apego hacia algo, que tenemos, o deseamos, conlleva el temor a perderlo, o a no conseguirlo. Porque todo deseo, en el fondo, es también un apego.

El miedo, la ansiedad, y los celos, son fruto del pensamiento, no del sentimiento. Amas a una persona, y te sientes a gusto con ella. Así, sin más. Pero en el momento en que intentas pensar ´ese amor´, lo fragmentas y desmenuzas, y es justo ahí cuando surge el miedo a la pérdida, o el veneno de los celos.

Estoy hablando de amor humano, pero para llegar hasta él, y poder limpiarlo de las miserias con las que el pensamiento lo contamina y corrompe, tengo que volar muy alto. Tengo que volar hasta Dios.

Porque para poder sentir a Dios, el Amor con mayúsculas, tengo que bloquear el pensamiento; quedarme en blanco. Y no porque el pensamiento me diga que Él no existe; no. Porque el pensamiento y el desapasionado análisis de lo que ha sido mi vida hasta ahora, una vida tremendamente marcada por la causalidad, me llevan a la racional conclusión de su existencia, pero no me llevan hasta Él.

Porque para llegar hasta Dios, y poder ´sentirlo´ dentro de ti, tienes que hacer precisamente eso: ´sentirlo´; no pensarlo.

A continuación, no tienes más que extrapolar ese amor, a tu prójimo.

Esta segunda parte, es más complicada, y no esperemos que sea un paseo de rosas. No. El Amor al prójimo es una larga andadura, con más sombras que luces.

Es muy fácil amar a Dios cuando lo conoces, porque sientes como Él te ama. Pero qué difícil es amar a determinadas personas, especialmente cuando sientes que te odian; porque el odio, al igual que el amor, no se piensa, se siente, y es precisamente por ello que la mayoría jamás lo alcanzará; el amor, se entiende, porque el odio ya está.

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