Periodistadigital América Home
3 segundos 3 segundos
Coronavirus Coronavirus La segunda dosis La segunda dosis Noticias Blogs Videos Temas Personajes Organismos Lugares Autores hemeroteca Enlaces Medios Más servicios Aviso legal Política de Privacidad Política de cookies
-

Si el Más Allá existe [y puedo afirmar que así es]

Lágrimas

La muerte no es más que un momento insignificante entre vidas

Antonio Gil-Terrón Puchades 26 Dic 2024 - 05:57 CET
Archivado en:

Más información

Albert Castillón: «El Mossad sabe lo que Sánchez tiene en el móvil y son delitos»

La criatura no tendría más de dos años, y sin embargo su ´pito de barítono´ hacía vibrar las lunas del centro comercial donde se hallaba en brazos de su avergonzado padre.

Era una sinfonía de mocos y lágrimas con un estribillo que rezaba: ¡Mío! ¡Mío! ¡Mío! ¡Lo quiero! ¡Papá malo!… y vuelta a comenzar una serenata que tan solo paraba durante unos segundos cada vez que el niño se encanaba.

Me contaron que el drama venía porque el crío se había encaprichado del muñequito que llevaba en la mano otro niño más pequeño que él.

Y sentí una profunda compasión, porque no eran lloros fingidos, no; aquello no era teatro; era desconsuelo y angustia en estado puro.

– Es que es muy pequeño; cuando crezca lo comprenderá- me dijo el compungido padre con una mirada que imploraba mi comprensión y complicidad.

– Sí -dije yo-; ya crecerá…

Entonces pensé en el abismo que había entre ese niño y su padre. Un abismo que en aquellos momentos imposibilitaba que el chiquillo comprendiese que aquello no era el fin del Mundo,  y que a lo largo de su vida tendría motivos más que suficientes para llorar de verdad.

Lo curioso del caso es que conforme crecemos y maduramos, al tiempo que aumentan las razones para hundirnos en la autocompasión y la desesperanza, disminuyen en intensidad las manifestaciones histriónicas de nuestro dolor.

Entonces me pregunté que si tal era el abismo de incomprensión existente entre un niño y su padre, cuál no sería el abismo de incomprensión existente entre nuestra lógica y conocimiento, y el saber de Dios.

Si el Más Allá existe [y puedo afirmar que así es], y la muerte no es más que un momento insignificante entre vidas, si somos conscientes de la inmortalidad del alma humana, de la nuestra y de los nuestros, todos los dramas que podamos vivir ahora, por brutales que éstos sean, no serán tan dolorosos si somos capaces de contemplarlos a través de ese cristal llamado Eternidad.

Más en Columnistas

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

CONTRIBUYE

Mobile Version Powered by