Hoy, 22 de febrero de 2025, Antonio Jiménez firma en El Debate su columna titulada El falso feminismo de Pablo, Monedero, Errejón y otros ‘salidos’ del montón.
Su tesis principal no deja lugar a dudas:
“Es la gran impostura de una izquierda hipócrita que utiliza la causa del feminismo como estrategia ideológica y electoral contra la derecha con el objetivo de dividir a la sociedad y enfrentar a hombres y mujeres como si fueran enemigos”.
Jiménez apunta a figuras como Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y Íñigo Errejón para desenmascarar lo que etiqueta de ‘fraude moral’.
El arranque del artículo pone el foco en esa hipocresía que Jiménez denuncia sin rodeos.
“Es la gran impostura de una izquierda hipócrita que utiliza la causa del feminismo como estrategia ideológica y electoral contra la derecha con el objetivo de dividir a la sociedad y enfrentar a hombres y mujeres como si fueran enemigos”.
No se anda con medias tintas: para él, el feminismo de estos líderes es una herramienta política, no una convicción.
La izquierda lo usa para atacar a sus rivales y ganar votos, mientras sus propios actos contradicen el discurso.
Luego, Jiménez va a por Íñigo Errejón, el exdiputado de Sumar que dejó la política tras acusaciones de acoso y tener que peregrinar al banquillo de los tribunales.
Lo describe como alguien que se llenaba la boca con el feminismo, pero cuyos comportamientos lo traicionaron.
“Ese feminismo impostado y electoral que tan bien lucía Íñigo Errejón, hoy un cadáver político tras comprobarse que su defensa de las mujeres era tan sólida como un castillo de naipes en medio de un huracán”.
Aquí no hay piedad: el autor dibuja a Errejón como un símbolo de la falsedad, alguien que predicaba una cosa y hacía la contraria.
El siguiente en la lista es Juan Carlos Monedero, fundador de Podemos.
Jiménez lo retrata como otro ejemplo de doble moral, con denuncias de violencia sexual que chocan con su imagen de progresista.
“O Juan Carlos Monedero, otro campeón de la revolución igualitaria, hoy señalado por comportamientos que harían sonrojar a los misóginos que él mismo denunciaba desde su púlpito académico”.
Es un golpe certero: pone en duda la autenticidad de Monedero y sugiere que su feminismo era solo fachada.
Después, Jiménez amplía el tiro y menciona a Pablo Iglesias, el líder en la sobra de Podemos y ‘macho alfa’ de la recua progre.
Aunque no entra en detalles específicos, lo incluye en este grupo de “salidos del montón” que, según él, han usado el feminismo como arma mientras callaban o encubrían a los suyos.
Habla de cómo Iglesias y su entorno se han beneficiado de un discurso que no practicaban.
El autor subraya que el silencio ante los escándalos de sus compañeros los hace cómplices.
Un párrafo más adelante, Jiménez saca la artillería contra la izquierda en general.
“Y qué decir de quienes, como Irene Montero o Ione Belarra, han elevado el feminismo a categoría de religión laica mientras miraban para otro lado cuando los suyos se saltaban el catecismo”.
Aquí critica a las líderes de Podemos por no actuar contra Errejón o Monedero cuando surgieron las primeras acusaciones.
Para él, esto no es solo incoherencia; es una traición a las mujeres que dicen defender.
El texto sigue con una reflexión sobre el daño que esta actitud causa.
Jiménez argumenta que el feminismo de izquierdas, al ser tan selectivo, pierde legitimidad.
No cita casos concretos más allá de los nombrados, pero pinta un cuadro claro: una izquierda que condena a la derecha con furia, pero se tapa los ojos ante sus propios fallos.
Es una idea que repite: el doble rasero destruye la credibilidad.
Hacia el final, el tono se vuelve más irónico.
Jiménez se pregunta cómo pueden seguir vendiendo superioridad moral tras tantos tropiezos.
Resume el caso de José Luis Ábalos, exministro del PSOE, vinculado a prostíbulos, como otro clavo en el ataúd de esta izquierda.
No lo cita textualmente aquí, pero lo usa para cerrar el círculo: nadie se salva.
El estilo de Jiménez es puro fuego. Usa frases cortas y directas, con un toque de sarcasmo que pega duro.
No busca datos fríos ni análisis largos; prefiere el impacto emocional y la denuncia clara.
Su columna es un espejo incómodo para la izquierda, un recordatorio de que las palabras bonitas no tapan los hechos.
¿Qué deja esto?
Una sensación de desencanto. Jiménez no solo critica a Iglesias, Monedero o Errejón; pone en jaque todo el relato progresista.
Si el feminismo es solo un arma electoral, como él dice, entonces la izquierda tiene un problema gordo. El artículo no ofrece soluciones, pero sí una advertencia: la hipocresía tiene un precio, y ya se está pagando.
Antonio Jiménez
Antonio Jesús Jiménez Marín nació el 11 de mayo de 1963 en Málaga, España. Tiene 61 años y con una carrera larga en radio y televisión, ha dirigido programas como El gato al agua en Intereconomía y ha colaborado en 13TV y COPE. Actualmente escribe tambien, ocasionalmente, en El Debate.