Creo que lo último, lo que aflora hoy porque cada día salta una liebre, es que Ábalos posee también una casa en Colombia.
Y que quien era Nº-2 del PSOE y todavía aparece como titular en 265 cuentas bancarias vinculadas a su partido, puso un piso a nombre de su hija menor de edad, en cuanto empezaron las detenciones de corruptos socialistas.
Les hablo del novio de Jésica porque es en esa cuadrilla quien ha mentido con más desparpajo, pero podría estar citando a Koldo, Garcia Ortiz, Santos Cerdán, Bolaños, Víctor Torres, el hermano músico, la falsa catedrática o cualquier otro facineroso.
Para el ciudadano común y corriente, que paga impuestos como un galeote y al que la Justicia deja tiritando a la mínima, debe resultar sorprendente que los protagonistas y beneficiarios de la tentacular trama engordaba desde hace siete años a la sombra de Sánchez, sigan todos en libertad.
No sólo hay un alud de indicios que apuntalan la tesis de que funcionan como una mafia, sino que se acumulan las pruebas de que no se corrompieron con el paso del tiempo en el poder, sino que llegaron a los cargos decididos desde el primer día a mangar y a llevárselo crudo.
Y siguen todos, de momento, tan panchos y disfrutando de la vida.
Cuando hace una década estallaron escándalos del PP, la lista de políticos que fueron detenidos y enviados a prisión fue considerable.
Bárcenas, Zaplana, Ignacio González, Granados o Rato, este último con la humillación suplementaria de ser metido en un coche policial con empujón en la nuca, son solo algunos de los que dieron con sus huesos en la cárcel, tras ser arrestados en horario de máxima audiencia para que disfrutaran la cadenas de televisión.
Si entonces apreciaban los magistrados riesgo de fuga y de destrucción de pruebas, ¿por qué ahora no?
¿Eran mayores la cantidades de dinero defraudas en aquella época?
Todo los contrario.
¿Cambiaban de teléfono y borraban mensajes al unísono los malandrines populares como hacen ahora los de PSOE?
No.
Mi padre, que era un hombre sabio, siempre me decía que no debe uno meterse con los médicos ni con los jueces, porque existe el peligro de acabar algún día en sus manos, y le voy a hacer caso.
No afirmaré que la Justicia no es igual para todos en España y que en los tribunales, como en los medios de comunicación, se aplican dos varas de medir y que al maleante de izquierdas o que se declara ‘progre’ se le trata como un marqués.
No voy a decir nada de eso, pero me quedo con las ganas.