Es una vergüenza y un clamor.
El bochorno, lo que produce sonrojo, es ver a Sánchez agarrarse al cargo como guacamayo a la percha, claudicando cada día ante separatistas y proetarras, mientras desfilan por los juzgados por corruptos su mujer, su hermano, sus ministros y sus conmilitones.
El marido de Begoña se mantiene en el poder, con respiración asistida, gracias a un prófugo, a un terrorista y a un golpista, y lo hace atacando indecentemente a los jueces y maniobrando histérico para censurar a los periodistas no adictos.
Y el clamor es que, si no puede gobernar, ni aprobar presupuestos, ni salir a la calle, ni hablar en nombre de España cuando la UE discute subir los gastos de Defensa, convoque elecciones.
Cuanto antes, sin dilación, para que la ciudadanía decida si quiere seguir con este mastuerzo en La Moncloa y con su panda de mangantes metiendo la mano en la caja común, o prefiere otra cosa.
Se lo reiteró ayer Feijóo desde Bruselas.
Para que España ocupe el papel que le corresponde, necesita un líder firme al frente de un Gobierno estable y cohesionado. Todo lo contrario a lo que representan el amo del PSOE y su cuadrilla.
Muy bien por el líder del PP, pero dado que Sánchez no se despega del sillón ni con disolvente y está dispuesto a lo que sea para llegar a 2027, no basta con declaraciones.
Hay que pasar a la acción, ir al choque.
Fue el pasado 7 de septiembre de 2024, ante el Comité Federal del PSOE, cuando Sánchez afirmó: «Vamos a avanzar con determinación, con o sin apoyo de la oposición, con o sin concurso del poder legislativo”.
Pues si el maleante desprecia al Parlamento y lo demuestra cotidianamente, hay que darle los que quiere y hasta que se empache.
Basta que un día de estos, enumerando sus tropelías, sus violaciones de la Ley y la vulneración sistemática de las reglas de juego democráticas, Feijóo y Abascal ordenen a 170 sus diputados abandonar al unísono el Congreso y anuncien que no volverán a sus escaños hasta que se convoquen elecciones.
El escándalo internacional sería mayúsculo, la crisis institucional alcanzaría cotas siderales y la presión sobre el amo del PSOE se volvería inclemente.
Me da a mi que el traidor no aguantaba el caos los 1.000 días que asegura va a seguir disfrutando del Falcón y de los chupetines.
