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Sumergirse o nadar; riendo mientras el barco se hunde entre el cielo y el mar.
Nadar… ¿hacia dónde? Mejor flotar; dejarse llevar a la deriva, mientras nos reímos de nuestra propia suerte hoy vestida de muerte, de la que, hastiados de sátrapas ´yonkis´ del poder, mafias y castas de trileros, ya no queremos escapar.
Y ya no habrá tiempo para buscar los años perdidos, esos que ahora vuelan vacíos como si no quisieran despertar de su letargo de años que fueron y nunca más serán.
Rotas las alas sobre el mar, para que lo que reste de nuestros hartos cuerpos, no sean polvo que la gente pueda pisotear, mientras nuestras almas peregrinas buscan el camino de regreso a un lugar donde el tiempo no existe y la muerte no sabe matar.
Tiempo habrá; seguro que lo habrá; pero aquí, no. Tal vez en otro tiempo; en otro lugar.