Hay quien asegura que no tendremos elecciones hasta avanzado 2027 y quien, como Josué Cárdenas, sostiene que vamos a las urnas este año.
Si yo fuera Feijóo o Abascal me estaría ya preparando, porque Sánchez, aunque se agarra al cargo como guacamayo a la percha, pasa las horas haciendo cábalas, consultando a Tezanos y escudriñando el calendario. Y a la mínima oportunidad, tira otra vez la moneda lo aire.
Elegirá, eso si, una fecha incómoda, uno de esos puentes en los que la mitad del personal anda de vacaciones, como hizo hace dos años y volverá a beneficiarse de todos los trucos, trampas, timos y trapacerías que le facilita su condición de ‘okupa’ en La Moncloa.
He estado mirando las encuestas y con cierta pesadumbre debo confesar que, a pesar de toda la mierda que ha llovido y de que la corrupción le llega al marido de Begoña por encima de la cintura, los datos de los sondeos son bastante similares a los que arrojaban un mes antes del fatídico 23 de julio de 2023.
Subrayo esto, para que nadie se confíe. Cierto que la ciudadanía no sabía entonces que pagábamos con nuestros impuestos los polvos de Ábalos, que el hermano músico del presidente era un fenómeno del absentismo laboral, que Aldama montaba pisos con ‘señoritas’ para las siestas eróticas de los gerifaltes del PSOE o que a las ‘pilinguis’ seleccionadas por catálogo las colocaban también en empresas públicas a no hacer nada y a cobrar un sueldo a cuenta del sufrido contribuyente.
Ese cúmulo de bribonadas, guarrerías y delitos influirá en un buen puñado de electores, pero dada la cerril miopía y el ancestral sectarismo del ‘progre’ hispano, no provocará sustanciales corrimientos de votos.
Por tanto es esencial que esta vez, sea dentro de dos meses o de dos años, PP y VOX se pongan las pilas, vayan a por todas con dureza y se dejen de chuminadas.
No se puede repetir el penoso espectáculo de las descalificaciones mutuas, del que fue patético ejemplo la extremeña Guardiola, ni basta con ir en negativo, ofreciendo sólo o apenas poner fin a las tropelías del régimen sanchista y eliminar la corrupción.
Además de asegurar que estos mangantes pisarán la cárcel y que serán borradas de un plumazo sus desquiciadas leyes, censuras y mamonadas, hay que proponer un futuro ilusionante.
Y lo que más ilusión nos hace a muchos es el sueño, la posibilidad, la promesa de hacer a España grande otra vez.