Y poco antes del final, cuando el canto de los poetas muertos sea prohibido y sus restos profanados, cantaremos a sus versos abrazados.
Cantaremos como una sola voz, bajo el flamear de banderas hechas con las camisas ensangrentadas de todos los poetas encarcelados; cancelados; borrados.
Y cantaremos por ellos, aun desconociendo como se llamaron, porque lo que importará no será su nombre, ni cuántos libros publicaron.
Lo que importará es que, por alzar la voz, fueron censurados y apresados.
Así que nadie pregunte por qué cantamos; porque cantamos por ellos; por ellos clamamos, y al hacerlo, su memoria y nuestra propia rebeldía, testimoniamos.
Así que, por favor, seguid cantando, y no paréis hasta que caiga el último tirano.