Y qué diferentes son los días que hoy conocemos, de aquel mundo que de niños imaginábamos.
Tal vez sea mejor así, porque por lo menos nos queda un idílico recuerdo, donde poder refugiarnos, y huir de esta película en blanco y negro, cuyo previsible final, hace tiempo que se nos escapó de las manos.
Tal vez sea el justo castigo que merecemos, por no habernos levantado cuando nos encerraron, y aún era tiempo de decir ¡basta; hasta aquí hemos llegado!
En cuanto al perdón, que difícil es que podamos perdonarnos.
Y en cuanto a perdonar a los otros, cómo hacerlo, si no cabe el perdón en aquellos que hace tiempo dejaron de ser humanos.
Nadie podrá decir que hoy no recogemos, lo que con nuestro silencio sembramos; y aunque algunos no callamos, de poco sirve quejarnos, cuando todos los altavoces potentes, los tiene comprados el diablo.