En dos sencillos y muy emotivos actos celebrados conjuntamente en Madrid por las asociaciones Enraizados y Españoles de a pie, se conmemoró el pasado martes el 574 aniversario del nacimiento de Isabel I de Castilla, forjadora de la unidad de España y mujer de visión política extraordinaria y profunda fe:
“Tengo miedo, Señor,
de tener miedo
y no saber luchar.
Tengo miedo, Señor,
de tener miedo
y poderte negar.
Yo te pido, Señor
que en tu grandeza no te olvides de mí;
y me des con tu amor
la fortaleza para
morir por Ti”
Con una conferencia del catedrático, poeta y escritor José María Gómez Gómez, autor del libro Una reina para la Eternidad, en el salón parroquial de la Iglesia de San Juan de la Cruz, en torno a los orígenes, infancia y familia de la soberana, y una Ofrenda floral en el monumento a Isabel la Católica en los jardines de Castellana, 80, un numeroso grupo de asistentes, que llenó hasta rebosar la dependencia eclesiástica y más tarde los parterres en torno al lago-fuente que circunda la estatua ecuestre de la reina católica, se conmemoró la efemérides de la “impulsora de la exploración que abrió un nuevo mundo, defensora de la justicia, promotora de la educación y protectora de la cultura cristiana”. Una mujer que cambió el orbe, se adelantó a su tiempo, sentó las bases de nuestra historia común y convirtió un pequeño país en el mayor imperio conocido.
Carlos Gredilla y José Castro Velarde, valientes, constantes y eficaces presidentes, respectivamente, de Enraizados (“Una voz católica en la vida pública”) y Españoles de a pie (“Recuperar el sentido más actual de España, nuestro presente y lo que los españoles tenemos que ofrecer a Europa y al mundo”), ensalzaron la figura de Isabel I de Castilla, “referente de liderazgo, visión y determinación”, cuyo legado perdura a través de los siglos, influyendo no sólo en la historia de España, sino también en la historia mundial, desde que fue proclamada reina de Castilla el 13 de diciembre de 1474, en un mundo de hombres en el que supo liderar con sabiduría, sentido de Estado y amor a su pueblo, constituyendo un espejo en el que todo español debe mirarse y que la Nación debería recordar y alabar en cada aniversario.
Como destacó Alberto Romero en la presentación en el Centro Cultural San Marcos, de Toledo, de la exposición de dibujos Isabel, una reina para la Eternidad, que ilustran el libro de José María Gómez, Isabel “es la pieza clave de la historia de nuestro país, que unió y forjó España como nación y que gracias a su matrimonio con Fernando hicieron un gran país del cual tenemos que estar muy orgullosos”. “Una mujer que vivía en una época de poder y de hombres y en la cual se sublevó; una mujer que, ante todo, tenía una religiosidad muy arraigada a sus principios, que nunca la abandonó y siempre era su baluarte”.
Religiosidad, fe profunda y protectora de la cultura cristiana que muchos españoles, encabezados por la organización no gubernamental Enraizados, están destacando para que el Vaticano, a propuesta de la Comisión Diocesana de Valladolid, beatifique a tan destacada figura histórica. Propósito que debe abrirse camino y culminarse, pese a las zancadillas que el judaísmo está poniendo a tan loable fin.
Y ha querido el destino que el difunto Papa Francisco haya sido enterrado, por devoción y decisión propia, en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, cuyo artesonado renacentista, obra de Giuliano da Sangallo, fue dorado con el primer oro traído desde América, regalado por los Reyes Católicos al papa español Alejandro VI. Basílica que, desde el 7 de octubre de 1647, mediante la Constitución apostólica Sacri Apostolatus, el Papa Inocencio X, recogiendo los deseos del Rey de España Felipe IV, erige la Obra Pía de Santa María la Mayor, por la que se asignaba una renta anual al cabildo de la basílica a cambio de honores litúrgicos y preces para la Monarquía española. Desde entonces, los Reyes de España son y han sido protocanónigos honorarios del Cabildo Liberiano de la Basílica de Santa María la Mayor.