No descarto ninguna hipótesis.
Son tontos del haba o más malos que Caín.
O ambas cosas, además de corruptos, puteros y prevaricadores.
Me refiero, como ustedes ya habrán adivinado, al socialista Sánchez y a su cuadrilla de maleantes.
Cuadrilla a la que se ha unido en las últimas horas y en condición de imputado, el delegado del Gobierno en Madrid, por malversación de caudales públicos relacionada con la contratación de Cristina Álvarez, asistente de Begoña, la esposa ‘catedrática’ del amo del PSOE.
No se qué efecto tendrá en el voto de la ciudadanía, pero está extendiéndose la idea de que nada funciona en España y que desde que esta recua ocupó el poder hace siete años, apoyada por los proetarras vascos y los golpistas catalanes, las cosas han ido de mal en peor.
No piensen ustedes en la falta de presupuestos, en los enchufados a granel, en la legión de incompetentes colocados a dedo al frente de empresas públicas o en la mangancia descarada de la Familia Sánchez.
Ni siquiera en Jésica o en el furgón de putas con destino al Parador de Teruel o en el Gran Apagón, que sea llevará por delante a la inepta eléctrica Beatriz Corredor.
Vuelvan por un instante a los trenes del bocazas Óscar Puente, quien, fracasado el intento de presentar el Gran Parón como un sofisticado sabotaje perpetrado por las fuerzas del mal, empieza a reconocer que 1.000 euros no es una bagatela para mucha gente y que detrás han estado unos vulgares ladrones.
¿Saben cuanto robos de cobre hubo el año pasado en España?
Pues la friolera de 4.400, un 90% más de los que se producían cuando Sánchez llegó a La Moncloa.
Una parte de la responsabilidad corresponde a Marlaska, que tiene el Ministerio del Interior hecho unos zorros y no se entera ni por donde le vienen los palos.
La otra parte son un Código Penal y un sistema judicial que estimulan el delito y no castigan al delincuente.
Mangar cobre, cortando cables del trazado ferroviario, es robo con fuerza y se castiga con penas de 1 a 3 años.
Muy pocos de los 987 facinerosos encausados durante 2024 por ese ‘delito menor’, llegaron a pisar la prisión, lo mismo que los chatarreros peristas que les compraron la mercancía.
Muchas de las veces, porque los detenidos eran ‘menores de edad’ a los que las bandas usan de parapeto.
Y vamos al meollo del asunto, porque lo mismo pasa con las carteristas, los asaltantes de turistas y toda una horda de forajidos, que hace penosa y hasta insufrible la existencia de la gente de bien en algunos lugares de España.
¿Habría que cambiar las leyes?
Nadie se escandaliza ante la idea de bajar el voto a los 16 años o de que a esa edad se pueda cambiar de sexo en el Registro Civil sin requisitos médicos psicológicos o familiares.
Pues a lo mejor ha llegado la hora de poner sobre la mesa que se castigue como merece al que mata, tortura, viola, atraca o roba a los 15, a los 16 o a los 17 años.
Y que quien delinque como adulto, pague como adulto.
Xxxx