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Se puede ser bueno, y yo creo serlo, pero no tonto.
El buenismo es pensar que dando de comer al pobre, al parado, etc., realmente le estamos ayudando.
Este fin de semana estoy evitando ir a comprar a algún supermercado, para evitar enfrentarme al “impuesto revolucionario” de los Bancos de Alimentos, y voy a explicar por qué.
Desde hace siete años, Sánchez ha abierto de par en par las puertas de España, y el que no viene aquí, es porque no quiere…
Hemos pasado de cuarenta y pocos millones de habitantes a más de cuarenta y nueve, y al paso que vamos, antes de fin de año superaremos los cincuenta millones de habitantes.
En unos diez años ha aumentado en más de un millón el número de empleados públicos, y lo único que no aumenta, es más, que está en franco retroceso, es el número de trabajadores autónomos, menos de tres millones.
Y respecto a los supuestos veintiún millones de trabajadores, varios millones son funcionarios, y muchos otros son trabajos a tiempo parcial, con salarios y cotizaciones muy reducidas, pero que ayudan a hacer “ingeniería estadística” a Yolanda Díaz, la comunista reconvertida en destructora de pequeñas y medianas empresas.
Toda esta población que podríamos llamar flotante, sin domicilio conocido, trabajo, presente ni futuro, tiene que comer todos los días, por las buenas o por las malas (robos, atracos, hurtos, etc.), y claro hay que mantenerles felices y contentos.
Aparte de las numerosas pagas sociales, que concede el gobierno central, las autonomías y hasta los ayuntamientos, que en ocasiones sirve para que los más avispados cobren dos o tres prestaciones a la vez, se produce un grave problema de vivienda, y se ha encontrado un “remedio” en el método de “la patada en la puerta”, que consiste en la institucionalización de la okupación, y las grandes dificultades para poder echarles, no sin que destrocen previamente los pisos, se lleven todo lo que puedan, etc.
Por supuesto que también hay okupas autóctonos, pero la mayoría creo que son extranjeros, que “solucionan” así al grave problema de la vivienda.
Por la asistencia sanitaria no deben preocuparse, pues nada más empadronarse en el ayuntamiento, con “domicilio” en un banco del parque, debajo de un árbol, o en cualquier esquina, pueden pedir la tarjeta de asistencia sanitaria, gratis et amore…, y pasan a tener los mismos “derechos” que tú, que llevas más de cuarenta años de cotización al sistema.
¡Será por derechos!
Y si quieren pleitear contra el Estado que les da cobijo, sin que nadie les haya invitado a venir, salvo Soros y Sánchez, pues no pasa nada; se les nombra abogado y procurador de oficio, y ya está.
Si no entienden el español, o fingen no hacerlo –conozco casos-, se les nombra un intérprete, y esos tres profesionales cobrarán del Estado benefactor, buenista, idiota, que les acoge, como al hijo pródigo.
Sus hijos tendrán educación gratuita desde los tres a los dieciséis años, con becas de comedor, libros gratis, etc.
Aquí todo es gratis, pero solo para los inmigrantes y extranjeros.
El español de origen, nativo, tiene que pagar por todo o casi todo, y cada vez más.
Ante este panorama, ¿a alguien le extraña que se produzca el efecto llamada…?
Pero tranquilos, que no cunda el pánico, que en África ¡solo hay mil quinientos millones de personas, y la mayoría pasándolo francamente mal!
Y dentro de poco, cuando esté construido el gigantesco túnel bajo el Estrecho de Gibraltar, podrán venir andando, en bicicleta o patinete, escondidos en los camiones y coches…
Roma desapareció en manos de los bárbaros, y nosotros vamos por el mismo camino.
Pero usted sea buenista, apele a su generoso corazón y a sus principios cristianos, y dé abundante comida, dinero, etc., a esos Bancos de Alimentos, Cruz Roja “socialista” de España, Cáritas, etc., para que así cada día vengan más.
Que somos pocos, pero a este paso va a acabar pariendo hasta la abuela…
¡Pronto tendremos más de cincuenta millones de habitantes, de los que escasamente trabajaran, de verdad, un tercio, y eso como mucho!