El fin de semana, además de un calor como para destetar gorrinos, nos ha dejado muchas cosas y casi todas buenas.
Alcaraz, aunque todavía le falte un largo trecho para igualar a Nadal, es un fenómeno extraterrestre.
Como lo es Javier Milei, que arrasó en el Madrid Economic Forum, sobre todo cuando sacudió al socialista Sánchez, animando al entusiasmado auditorio a ‘zurrar al bandido local’.
Y de primera estuvo el personal que acudió a la Plaza de España y aledaños a manifestarse contra el marido de Begoña y a exigir elecciones generales.
No se si las llamadas a la centralidad, que hizo Feijóo, van en el sentido correcto, sobre todo en unos momentos en la España decente reclama ‘caña’, pero la concentración fue un éxito sin paliativos.
El PSOE y la ‘Brunete Pedrete’ periodística intentaron ningunearla con la ocurrencia de en realidad era ‘una quedada para tomar el vermut‘, pero la izquierda -la que nos malgobierna desde hace siete años y la que la arropa para seguir chupando del frasco- es incapaz de hacer nada parecido.
La gente salió en masa a la calle para protestar contra un tipo que ni la puede pisar. Esa es la dura realidad.
Pilar Alegría, esa ministra de Educación que tiene menos cultura que el balón de la Final de la UEFA Nations League, la portavoz oficial que ha institucionalizado el bulo en la rueda de prensa de los martes posterior al Consejo de Ministros, intentó hacerse la graciosa subiendo un tuit patético: “Estopa mete más gente en el Metropolitano de Madrid que el apocalíptico Feijóo en la Plaza de España”.
No voy a repetir por temor a la censura las cosas que le han dicho en X, pero lo más suave fue eso de que los socialistas podrían montar una buena manifestación “con todas las Jéssicas, Leires, Koldos, Miss Asturias, hermanos enchufados y mujeres sin doctorado con Cátedra” y que quien si reunió mucha gente, aunque en los paradores y casi todas putas, fue su amigo Ábalos, cuando era ministro de Transportes.
La intervención de Feijóo, más allá de la obligada ensalada de palos a este Gobierno infame y a su corrupto amo, tuvo como eje la exigencia de elecciones.
Tiene su lógica, máxime cuando las encuestas reafirman la idea de que, si los españoles votásemos hoy, PP y VOX sumarían una holgada mayoría absoluta. La Coalición Frankenstein ya no suma ni haciendo trampas.
Vale. Muy bien… ¿pero ahora qué?
La legislatura está agotada. El sanchismo también. Pero el marido de Begoña ha ordenado a los suyos meterse en el búnker y resistir hasta el 2027, con la vana esperanza de que escampe o de que les de tiempo a entrar a saco en la Justicia y voltear el tablero.
No pasará, porque cada hora salta una nueva corrupción y hasta empieza a tomar cuerpo la tesis de que hicieron más una tropelía con el voto por Correo en 2023.
Y es a la oposición, a la que le corresponde apretar.
Son Feijóo y Abascal quienes deben elevar el punto de mira, olvidarse de miserias, plantear una estrategia conjunta y asumir que los españoles son más importantes que ellos.
España, damas y caballeros, tiene solución.