Hace dos semanas publiqué un post en Periodista Digital sobre el 89 cumpleaños del célebre escritor peruano. Se le veía sonriente, feliz, rodeado de los suyos. Catorce días después, me toca escribir sobre su ‘partida al más allá‘. Parece increíble que el último gran narrador del «Boom latinoamericano», nos haya dejado. C´est la vie! (¡Es la vida!).
En calidad de periodista, he tenido el privilegio de conversar con él en múltiples oportunidades. Algunas veces cuando el autor de «La Ciudad y los Perros» recibía premios, o cuando daba conferencias en Madrid.
No suelo escribir obituarios, pero confieso que me duele redactar este post sobre su partida al «Olimpo de los Grandes Literatos». Es cierto que todos tenemos que «partir» algún día, pero puede que no estemos preparados para cuando llegue el momento de decir adiós.
Decía que me ‘había dolido’ su partida, y es porque, aparte de compatriota, una de sus novelas me ayudó a luchar y darme fuerzas para sobrevivir en España. El bendito libro es autobiográfico: «La tía Julia y el escribidor«.
En su obra, el Nobel de Literatura narra episodios de su complicada y rocambolesca vida amorosa, tanto en Perú y en Francia, con Julia, 11 años mayor que él. Vargas Llosa cuenta que para sobrevivir tuvo que realizar hasta 10 trabajos diferentes. Su situación económica, en ese entonces, era terrible. Tiempo después tras su separación de Julia Urquidi, e inmediatamente ennoviado con su prima, Patricia Llosa, quien luego fuera su esposa y le acompañara hasta sus últimos día, el escribidor inició una carrera de éxitos que lo catapultaron a ganar multitud de premios y reconocimientos. Hasta que llegó el «Óscar» de la Literatura: el Premio Nobel.
La «entrevista»
El 3 de diciembre de 2010, la ciudad de Madrid se vistió de gala para rendirle homenaje por ser uno de los más grandes escritores de la literatura contemporánea. Bajo los frescos del Salón de Plenos del Ayuntamiento, Mario Vargas Llosa, flamante Premio Nobel de Literatura, fue nombrado «Hijo Adoptivo de Madrid» en una ceremonia cargada de emoción y simbolismo.
Durante la recepción de invitados, y antes de que se iniciara el acto, pude conversar brevemente con él. Mejor dicho: lo «asalté» (alguien del ayuntamiento de Madrid dijo a la prensa que el escritor no atendería a los periodistas) y me acerqué a él micrófono en mano. Yo nunca he creído en esa prohibición de «no se puede».
– «Sr. Vargas Llosa, soy periodista peruano, permítame solo un minuto». El escribidor me miró, sonrió y se apartó de los políticos que se arremolinaban junto a él. Le acerqué el micrófono y me lancé a preguntar. Inmediatamente los demás colegas presentes se acercaron a nosotros y quisieron unirse a la conversa.
Hijo adoptivo de Madrid
Aquel 3 de diciembre, el escribidor recibió el título de «Hijo adoptivo de Madrid« por parte del entonces alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, quien dedicó un discurso lleno de referencias a la relación íntima entre el escritor peruano y la capital española. En sus palabras, recordó cómo Vargas Llosa había encontrado inspiración en las calles madrileñas para sus obras, mencionando lugares emblemáticos como Lavapiés, Pintor Rosales y la Librería Méndez. Destacó su carácter como un «cosmopolita de raza» y su compromiso literario y político contra las dictaduras y los nacionalismos estrechos.
Vargas Llosa, visiblemente emocionado, agradeció el reconocimiento con palabras cargadas de nostalgia. Evocó su llegada a Madrid en 1958, cuando decidió organizar su vida alrededor de la literatura. Fue en esta ciudad donde escribió su primera novela, La ciudad y los perros, y donde vio por primera vez un libro suyo impreso. Para él, Madrid no era solo un lugar geográfico; era el espacio donde tomó decisiones trascendentales que marcaron su trayectoria como escritor.
La ceremonia contó con la presencia de su esposa e hija, así como de autoridades como Esperanza Aguirre. Vargas Llosa definió a Madrid como una ciudad «dinámica, libre, abierta y cosmopolita», un lugar donde nadie se siente extranjero y que adopta a quienes llegan con los brazos abiertos. Agradeció también a España por ser fundamental en su desarrollo como escritor: «Yo no hubiera llegado jamás a ser el escritor que soy hoy en día sin los editores, críticos, lectores e instituciones culturales españolas».
El reconocimiento como Hijo Adoptivo se sumó al Premio Nobel que recibiría días después en Estocolmo. Vargas Llosa cerró el acto reafirmando su vínculo con Madrid: «Mi familia y yo pasamos buen número de meses al año en esta ciudad, que es nuestra ciudad y a partir de ahora mucho más». Entre aplausos y ovaciones, el escritor consolidó su lugar no solo en las letras universales sino también en el corazón madrileño.
Tras la conversación, le agradecí la deferencia conmigo. Le comenté que leer la novela sobre su tía Julia, me había inspirado para hacer frente a muchas adversidades en España. Le dí la mano y me reí.