VOX dijo basta.
El partido de Santiago Abascal no estuvo dispuesto a pisar una línea roja, la de tragar con el reparto de los menores inmigrantes no acompañados, y optó por romper los acuerdos que tenía suscritos en media docena de gobiernos autonómicos con el PP.
El dirigente de la formación de la calle Bambú (Madrid) dejó bien claro en ‘La Mirada Crítica‘ (Telecinco) que él, por encima de los sillones, estaban los principios y aseveró que hubo presidentes autonómicos del PP que sostuvieron en privado lo contrario de lo que al finalmente ordenó la dirección nacional del PP:
Estaría bien que preguntasen por las discrepancias en el PP porque lo que nos dijeron sus dirigentes territoriales no tiene nada que ver con lo que finalmente hicieron. Animo a que entreviste a los presidentes de Castilla y León y de Valencia y lo que quiero dejar claro es que ninguno de los vicepresidentes de este partido mostraron ningún apego por su cargo. Todos han tenido una posición heroica y digna. Son personas con una gran humanidad y estaban muy preocupadas por las personas que se habían involucrado con este gobierno. En Vox no se toma las decisiones por sillones, se toman por principios.
Lo cierto es que VOX puede presumir de ser el primer partido en España que, por dignidad, decide apearse del coche oficial y pasar a la oposición.
Sin duda, un ejemplo que no han seguido otras formaciones a pesar de haber jurado y perjurado que no tragarían con determinados escenarios.
El ‘caso Sánchez’
El mejor ejemplo de incumplimientos supremos está personificado en la figura de Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno tiene un rosario de promesas incumplidas que darían prácticamente para un monográfico.
Pero basten tres ejemplos para cristalizar a la perfección como el inquilino de La Moncloa, al revés que VOX, no tiene empacho ni dilemas morales en cambiar sus principios por conservar el sillón.
Por ejemplo, quien decía que era un craso error meter a Podemos a conocer los secretos oficiales, ese mismo partido con el que no podría dormir si estaba en el Gobierno, acabó por hacer justo lo contrario y decidió meter con calzador a Pablo Iglesias en la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos de Inteligencia.
La segunda trola, la de que supuestamente no iba a pactar nada con EH Bildu, también debería de haberle forzado a dimitir. No han sido pocas las veces en las que ha pactado con los herederos políticos de ETA.
Y la tercera bola que Pedro Sánchez le lanzó a los españoles es que tampoco tenía nada que acordar con los independentistas.
El dirigente del PSOE presumió varias veces de que los secesionistas, especialmente los que impulsaron el referéndum ilegal del 1 de octubre en Cataluña iban a tener que cumplir las sentencias que salieran del Tribunal Supremo.
Pues a día de hoy, no solo no se han cumplido las sentencias, sino que además se ha amnistiado o se está en proceso de amnistiar a toda la banda de los Carles Puigdemont y compañía.
Y, lo peor de todo, es que el ‘agradecimiento’ ante el gesto del inquilino de La Moncloa es decir que lo volverán a hacer. Y ya hay quien se malicia que Sánchez le concederá el derecho a decidir.
Las tragaderas de Podemos-Sumar
Podemos primero y después Sumar han sido formaciones que tampoco han tenido apego a sus líneas rojas.
Dos cuestiones básicas, el cambio de postura del Gobierno Sánchez respecto al Sáhara y adherirse a la tesis de Marruecos de que no se llevase a cabo el referéndum de autodeterminación y el envío de armas a Ucrania.
En ambos casos, las dos formaciones se mostraron en contra y no entendieron las razones por las que el inquilino de La Moncloa actuó de manera unilateral.
Los miembros podemitas que se sentaban en el Consejo de Ministros se enteraron por la prensa del cambio de postura historico que capitaneó Sánchez respecto al Sáhara Occidental.
La entonces ministra de Asuntos Sociales, Ione Belarra, manifestó su descontento con la situación.
España no debe apartarse del derecho internacional.
Eso demandó, poco después de conocerse la noticia, pero ni ella ni sus correligionarios rompieron la baraja y mucho menos dejaron sus sillones y sueldos.
Y es que era más gratificante tener un sueldo, coche y despacho oficial que trabajar de cajeros en un supermercado, ser profesores asociados cobrando 700 euros al mes o inscribirse en las listas del paro.