Era la delegada del gobierno y acompañaba a Ábalos que era ministro y viajaba en visita oficial. No iba solo, sino bien acompañado y se alojó con todo su séquito en el Parador de Teruel.
La tentación para los periodistas era grande, así que preguntaron. Respondió que no estaba a los pies de la cama del ministro. Claro, añado yo que tampoco sé lo que hizo Ábalos. Supongo que calceta no, porque rompieron cosas, el Parador pasó la factura al gobierno y la pagamos entre todos, que para eso estamos.
Ahora bien, imaginar lo que pasó esa noche en el Parador y quien fue el, o la, que rompió cosas no está entre mis habilidades. No seré yo quien diga que hicieron esto o aquello, por más que se haya desvelado la forma de ganarse la vida de las señoras que los acompañaban.
Nos distraen con estas guarradas mientras Sánchez, rencoroso y vengativo como él solo, causa todos los perjuicios que puede a los españoles, y a los europeos no, porque lo tiene más difícil. Ahora la noticia es lo que ocurrió en Teruel, mientras el presidente ha viajado a China, después de que lo hiciera Zapatero, y ha firmado negocios que nos pueden causar más daño del que él mismo había imaginado. Se presenta como adalid y como héroe frente a Trump, después de haber homenajeado a Ho Chi Minh, un gran criminal en Vietnam. El secretario del Tesoro de Estados Unidos no ha sido suave al referirse a la maniobra de Sánchez, sino que ha directamente que eso es como cortarse el cuello. Lo que ignora este señor es que Sánchez no se ha cortado el cuello, sino que ha ofrecido los de los españoles. Él tiene otros planes seguramente. Se rumorea que él y su entorno más íntimo se están procurando la nacionalidad en otros países, en los que pretenden vivir el resto de sus días.