Crónica de un escándalo judicial en la Costa del Sol

El robo del siglo digital: el secretario judicial de Marbella y los 17 millones en criptomonedas

Un funcionario de Marbella roba 17 millones en cripto a un joven estafador neerlandés que había timado a mafias internacionales

El robo del siglo digital: el secretario judicial de Marbella y los 17 millones en criptomonedas

En la Marbella del lujo y los escándalos, una historia ha sacudido los cimientos de la Justicia y el cibercrimen en España. Un secretario judicial sustituto, hasta entonces desconocido fuera de su círculo profesional, se convirtió en protagonista de uno de los mayores robos de criptomonedas bajo custodia judicial. El botín: 17 millones de euros en activos digitales intervenidos a un joven delincuente neerlandés, famoso por haber estafado a mafias internacionales.

El caso arranca en septiembre del año pasado con la detención del joven de 24 años, quien había amasado su fortuna digital engañando a organizaciones criminales. La operación policial fue celebrada como un éxito rotundo: no solo se atrapó al “ciberestafador al servicio de las mafias”, sino que también se produjo la mayor incautación de criptomonedas registrada en España. Las claves para acceder a las carteras digitales quedaron custodiadas, como mandan los protocolos, en un sobre sellado bajo vigilancia judicial.

Sin embargo, lo que parecía inquebrantable se desmoronó tres meses después. Cuando la Oficina de Recuperación y Gestión de Activos (ORGA) intentó monetizar los fondos digitales, el sobre estaba vacío: alguien había vaciado las wallets. La sospecha recayó rápidamente sobre alguien con acceso directo: el secretario judicial sustituto, encargado temporalmente del Juzgado de Instrucción número 1 de Marbella.

El plan del “criptoinversor” y su caída

El funcionario implicado, que ejercía por primera vez estas funciones judiciales aunque tenía experiencia administrativa, había sido llamado para cubrir una baja por comisión de servicio. Aparentemente correcto y discreto, pronto levantó sospechas por dos motivos: se presentaba públicamente como “criptoinversor” y había adquirido recientemente una billetera digital para guardar claves privadas. Además, retrasó deliberadamente el envío del sobre con las claves a Madrid, lo que para los investigadores era un intento evidente de ganar tiempo y borrar pistas.

La Policía Nacional destapó el pastel gracias a una investigación meticulosa que incluyó cruces de geolocalizaciones, registro simultáneo de tres domicilios y el hallazgo clave: las palabras secretas que abrían las carteras digitales estaban escondidas bajo el marco de una puerta, escritas en una bola de papel con las doce palabras mágicas necesarias para acceder al botín digital. Con este hallazgo y otras pruebas circunstanciales, el secretario judicial fue detenido y suspendido cautelarmente de sus funciones.

Un delito doblemente irónico

Lo más llamativo —y casi irónico— es que el robo no fue perpetrado contra una víctima inocente. El dinero virtual sustraído pertenecía originalmente a un joven neerlandés que había logrado hacer fortuna estafando organizaciones criminales especializadas en blanqueo y tráfico ilegal. Es decir, el ladrón robó al ladrón… pero desde dentro del sistema encargado precisamente de impartir justicia sobre ese tipo de delitos.

El caso ha dejado varias reflexiones incómodas sobre la seguridad jurídica en tiempos digitales. Si hasta los fondos bajo custodia judicial pueden ser vulnerados por quienes deben protegerlos, ¿qué ocurre con la confianza ciudadana en la administración? Además, la facilidad con la que se movió el funcionario entre protocolos apunta a lagunas preocupantes en la gestión y protección de activos digitales incautados.

Repercusiones legales y éticas

El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha confirmado que el ahora exsecretario judicial está siendo investigado por malversación cometida por funcionario público e infidelidad en la custodia de documento público. Si prosperan los cargos, será juzgado por un jurado popular. De momento, tras prestar declaración ante el Juzgado de Guardia el pasado 9 de abril, se encuentra en libertad provisional pero suspendido cautelarmente.

Las criptomonedas robadas han sido recuperadas e íntegramente reintegradas a las autoridades gracias al trabajo coordinado entre la Sección de Ciberdelincuencia y la Policía Nacional. El valor fluctuante del botín —que llegó a alcanzar los 19 millones según algunos cálculos— añade otra capa surrealista al caso: ni siquiera la cantidad era estable durante la investigación debido a los vaivenes propios del mercado cripto.

Lecciones para la era digital

Este escándalo pone sobre la mesa varias cuestiones urgentes:

  • Seguridad interna: La protección frente a amenazas externas es tan importante como evitar fugas o robos desde dentro.
  • Formación tecnológica: No basta con custodiar sobres; es vital entender cómo funcionan realmente los activos digitales.
  • Protocolos claros: Urge revisar cómo se gestionan pruebas digitales para evitar tentaciones o lagunas administrativas.
  • Transparencia: La confianza pública depende no solo del castigo ejemplar sino también del reconocimiento honesto cuando fallan los sistemas.

La anécdota final —el descubrimiento casi novelesco del papel oculto con las doce palabras— ilustra hasta qué punto las claves del nuevo crimen están escritas literalmente en esquinas insospechadas. Y recuerda que incluso aquellos encargados de velar por la ley pueden verse tentados cuando tienen delante una puerta abierta hacia millones… aunque sea digital.

Mientras tanto, Marbella sigue sumando capítulos rocambolescos a su ya nutrido historial criminal. Pero esta vez, ni mafiosos ni hackers: fue uno propio quien cruzó la línea.

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