El pasado 28 de abril de 2014, en ‘Pesadilla en la cocina’, Alberto Chicote se enfrentó a su mayor reto y asistió a una de las peleas más violentas que se han visto en la historia del programa.
Los protagonistas eran Ramón y Rafa, amigos de toda la vida, que llevaban décadas triunfando en el mundo de la noche y que se pensaron que abrir un restaurante en una de las zonas más privilegiadas de Madrid era pan comido. Así nació el ‘Alcalá 125’, como una buena idea que terminó convirtiéndose en un caos en el que los dueños eran incapaces gestionar pedidos, manejar a un equipo grande de empleados, conquistar y fidelizar a los clientes.
El problema fundamental de Ramón y Rafa partía de una premisa interesante; Y es que se pensaban que todo el monte es orégano y que regentar un bar de copas era lo mismo que tener un restaurante. Tras intentar imponer sus maneras y aceptar el fracaso , los dueños decidieron abandonarse a la improvisación y acudir diariamente al Alcalá 125 como meros observadores, sin tomar ninguna decisión y complicando el trabajo del resto de sus empleados debido a la desorganización.
La cuestión era salvar el negocio o salvar la amistad. La decisión es fácil cuando había 300.000 euros de deuda.
Y encima, a todo esto, había que añadirle una caótica situación de la cocina, comandada por un autoritario cocinero con demasiado carácter que se niega a asumir su responsabilidad, a pesar de su devoción por las dotes de mando. Debido a la ausencia de sus jefes, Pedro, el cocinero, aprovechaba el vacío de autoridad para dar órdenes, mandar y hacer las cosas a su manera a pesar de no estar justificadas. Sin embargo, cuando hay algún error, escurría el bulto y se escudaba en que él era un simple ayudante de cocina, algo que en realidad era.
La situación era tan horrible que hasta uno de los dueños confesó que había sufrido un infarto el año anterior. Por eso llegó Chicote, para calmar las cosas. No fue nada fácil. Para empezar, la comida era un espanto. Según el chef de laSexta:
El cremat no se lo doy ni a mi perro, que no tengo perro.
Cuando estoy en casa y no duermo bien, me despierto pensando en bolsas de patatas congeladas, en botes de perejil seco… esas cosas.
Tras repasar toda la suciedad que invadía la cocina, Chicote asistió un primer servicio de cenas de lo más violento. Pedro, el cocinero, no apareció y Ramón intentó hacerse cargo de de la cocina, pero la situación le superó. Se puso a gritarle como un loco a toda la gente.
Pedro, que no había ido poniendo como excusa que a él eso de la tele no le gustaba, apareció por fin, pero fue peor el remedio que la enfermedad. Al día siguiente Ramón, el dueño empezó a darle órdenes al cocinero y la escena acabó con la bronca más dura y violenta de la temporada. Tanto que los dos hombres llegaron a las manos.
Me suda la polla todo. ¡Me la suda!
Terminó por decir el tal Pedro, quien fue calmado por un Chicote que no entendía nada.
Al final, Chicote tomó las riendas del Alcalá 125, hizo la consabida reforma convirtiendo el restaurante en un local más juvenil y aunque el último servicio, como siempre, fue muy tenso, el final fue feliz.