Castilviejo, vida y obra

Por José María Arévalo

(Castilviejo en su taller, en el catálogo de la exposición antológica de su obra en la sala del Banco Bilbao Vizcaya, de Valladolid, en Octubre de 1997)(*)

Para varios artículos que he publicado en este blog sobre José María García Fernández “Castilviejo”, el pintor de las esencias castellanas, como se le ha llamado, busqué en la red información, sin excesivo éxito. No existe una web de Castilviejo, que ya era mayor cuando empezó esto de los ordenadores, ni su familia o amigos la pusieron en marcha cuando hubo ocasión. Solo artículos sobre sus exposiciones, con algún que otro cuadro suyo. Y lo que más me sorprendió, tampoco Wikipedia tenía un artículo sobre el gran pintor de Castilla, ni siquiera figuraba en la página, bastante completa, donde relaciona a los pintores castellano leoneses. Así que me sentí obligado a cubrir esta carencia, escribiéndolo y colgándolo yo en la enciclopedia libre y accesible para todos por la red. Ha sido una de mis primeras aportaciones como colaborador de Wikipedia.

En la búsqueda de datos para el artículo comprobé que la generalidad de las referencias a su vida procedía del trabajo que, firmado por Carlos García-Osuna, publicó el catálogo de la exposición antológica que de la obra de Castilviejo acogió el entonces Banco Bilbao Vizcaya, en Octubre de 1997, en la sala de su sede principal de Valladolid en la calle Duque de la Victoria. García-Osuna incluyó en el catálogo tres artículos, “Castilla, campo mayor de soledades”, más literario, “Formas y colores: Metáforas y realidades”, que comentaba algunas de las obras expuestas, y “La elegía castellana de Castilviejo”, que incluía una amplia biografía llena de anécdotas de Castilviejo. Afortunadamente conservé el magnífico catálogo editado por el BBV, que incluye más de cuarenta fotos (realizadas por Agustín Cacho y Enrique Panedas), con las obras expuestas y otras significativas, de obras que no ofrecía la muestra y otras con el gran pintor como protagonista. Creo vale la pena incluir en este pequeño lugar de la red con el que contamos gracias a Periodista Digital, aquella biografía y algunas de las fotos que incluía el catálogo, y redireccionarnos desde mi artículo en Wikipedia, necesariamente conciso. La mayor parte de las fotos del catálogo pueden verse en Flickr, en http://www.flickr.com/photos/8411843@N03/6309250113 En cuanto a la biografía, escribía Carlos García-Osuna:

(Hombres alistanos. 1981. Óleo de Castilviejo en la citada exposición.135×135)(*)

“José María Castilviejo nació en Zamora el 29 de octubre de 1925, hijo de Baldomero y María del Tránsito. El pintor asegura que «mi suerte ha sido ser hijo de mi padre», que era un comerciante propietario de un bazar en el que se vendía de todo, desde platos y joyas, hasta bicicletas. Ocho días antes de comenzar nuestra incivil contienda traspasó el negocio porque le habían concedido una administración de loterías. Su hijo estima que si en tan desgraciada época mantiene el bazar, se hubiera hecho rico».

Sin embargo, la verdadera afición del progenitor de Castilviejo, heredada por éste, será el arte de Cúchares, los toros, tema que trataba en los artículos que veían la luz en las páginas de El Ruedo, Sol y Sombra, y Palmas y Pitos. Sus amigos de la fiesta nacional eran Domingo Ortega y los Dominguín y se carteaba con Joselito y Juan Belmonte, pues era asiduo de todas las ferias.

Pero aunque los toros es una afición que Castilviejo mantiene vivísima, la vertiente elegida será la plástica siguiendo la estela de Roberto Domingo, pese a que comente jocoso que «los toros que pinto no les gustan ni a los tauri nos ni a los plásticos». No obstante, su primer trabajo será un toro pintado a la acuarela sobre la madera de una caja de puros de su padre, que le dio un duro y lo colgó, orgulloso, en su despacho. Castilviejo niño solamente tiene ocho años cuando debuta en el ruedo artístico.


(Colegiata de Toro.1980. Óleo de Castilviejo en la citada exposición, y portada de su catálogo.116×114) (*)

Al escoger el planeta del arte, la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, es el mejor lugar para iniciar el aprendizaje. A sus aulas llega el año 1942, y son sus compañeros Ramiro Ramos, García Donaire, Eduardo Capa, Ricardo Macarrón, Villaseñor, Rafael Reyes Torrent y Ricardo Montero, entre otros que le distinguieron con su amistad. De los profesores destaca uno sobre todos los demás docentes, Joaquín Valverde, catedrático de Colorido, del que afirmó Zuloaga, cuando le conoció a través de Domingo Ortega, que «si yo fuera joven, mi indiscutible maestro sería Joaquín Valverde». Castilviejo es tan categórico como el artista vasco. Y dice que «de Valverde aprendí a sentir la pintura». Otros profesores eran Eugenio Hermoso, Julio Moisés, Benedito, Juan Adsuara y Eduardo Chicharro padre.

Durante sus visitas al Museo del Prado no consigue superar a Las meninas, atrapado en la atmósfera velazqueña. Se queda embobado delante de esta pintura, incapaz de dar un paso más hacia otras obras de gran categoría que se exhiben en la primera pinacoteca española.

En 1946 muere su padre, don Baldomero, y el joven pintor tiene que abandonar Bellas Artes. Su nueva obligación es obtener ingresos para mantener a su madre y a su tía. La vida ha dado un giro terrorífico, pero no se arredra ante las dificultades. Para sobrevivir pinta carteleras de cine, apuntes taurinos, vistas del Retiro, copias de cuadros clásicos del Museo del Prado, retratos de señoras y algunas caricaturas. De 1946 a 1948, las portadas de las novelas del oeste de colecciones populares se convierten en su modus vivendi.


(Familia campesina.1983.Óleo de Castilviejo en la citada exposición.135×135)(*)

Luego se fueron todos a París, pero Castilviejo tiene un destino menos jacarandoso: Valladolid, donde deberá cumplir con la patria. Mientras permanece como recluta, pinta numerosos retratos. Las cantidades que le pagan le permiten pasarse los permisos en la capital de España.

Casi en paralelo, su afición a los toros le pone en contacto con la familia Dominguín. Pepe Dominguín se convierte en uno de sus mejores amigos. Desde 1946 a 1952, el mecenazgo de éste llega hasta el extremo de buscarle clientes para su pintura, entre ganaderos y toreros. No todos los encargos llevan aparejada una cifra económica importante, pero, medio siglo después, José María Castilviejo todavía recuerda que «cuatro estuvieron muy bien pagados». Tampoco olvida el retrato que realizó del propio Dominguín, «que se vestía de torero para las poses». En el verano más caliente que ha conocido, el pintor sobrevivía comiendo casi todos los días en casa de Pepe Dominguín, «mi mejor recuerdo y mi agradecimiento a este gran torero y mejor persona».

En 1947, Daniel Bedate, que había sido alumno de Cecilio Pla, organiza con Castilviejo la Escuela de San Ildefonso en Zamora. Educación y Descanso les proporcionó unos caballetes, unas figuras de escayola y un local que rápidamente se quedó pequeño, «porque llegamos a tener trescientos alumnos», entre éstos Antonio Pedrero, Alberto de la Torre, Higinio Vázquez y Ramón Abrantes. Castilviejo mantiene que allí se «les enseñaba a ver y después a dibujar».

En 1956 contrae matrimonio con la montañesa palentina Julia Carretero, joven universitaria a la que conoció durante su estancia vallisoletana en la «mili».

Un año antes, en 1955, le encargan los murales de la iglesia de la Universidad Laboral de Zamora. Le ofrecen un cuarto de millón de pesetas al contado y 2.500 pesetas al mes durante dos años, el tiempo que se calcula que tardará en realizarlos. Por primera vez es tratado como una estrella del fútbol, con ficha y sueldo como los cracks del balompié. Pero todo fue un espejismo que duró lo que un relámpago en el cielo. Le prometieron que, cuando acabase el trabajo de Zamora, le contratarían para que pintase los murales de la Universidad Laboral de Gijón. El precio sería de medio millón de pesetas al iniciar las obras y 5.000 pesetas al mes durante un bienio, que acabaría más oscuro que los históricos, y por partida doble, ya que el nuevo ministro -una vez cesado Girón, que fue quien realizó los encargos al pintor zamorano- se negó a pagarle.

Otra vez a la carretera en busca de mejor suerte. Traspasa su estudio en Madrid y se traslada a Zamora, donde viven su madre y su suegro, que está a punto de jubilarse en las minas de Barruelo. Y esas razones familiares, la cercanía con los progenitores, es lo que hace que el matrimonio Castilviejo-Carretero se decida a quedarse en Valladolid.

Arriba a la capital castellana en 1959. Ya ha cumplido treinta y cuatro años pero su peregrinaje no cesa. Viene cargado de amargura, como el don Quijote de su paisano León Felipe, y tras pagar al transportista que ha traído sus enseres desde Zamora, en su bolsillo sólo queda una moneda de cincuenta pesetas. La familia Abril, que son cuñados de su mujer, son los propietarios de la Papelería-Imprenta Duero. Allí le venden algún cuadro de pequeñas dimensiones y acuarelas. Ése será el comienzo de su particular conquista de Castilla. Las familias pudientes le encargan, por la intermediación de los Abril, retratos infantiles a la sanguina.

Y surge D. Mariano Vaquero Nogués que, con el tiempo, se convertiría en uno de sus mejores amigos. A través de él conoció a un aparejador que estaba haciendo una lujosísima tienda de muebles. Participó en su decoración pintando unos murales al estilo Sert, que obtuvieron un fenomenal éxito. Refrendo tan popular sirvió para que D. José Mosquera, presidente de la Cámara de Comercio, le encargase unos murales para la sede de esta institución.

La dedicación muralista no se interrumpió. La intervención, otra vez, de Mariano Vaquero padre, le hizo pintar los murales del Aéreo Club. y después surgieron, en cadena, la decoración muralista de un quinteto de cafeterías, y la aparición de Juan José Velao puso sobre el tapete otra docena de encargos para que la imaginación y el buen hacer de Castilviejo ornamentase otra docena de establecimientos del ámbito de la restauración. Sin embargo, el mural más logrado es el que realiza para la sede del Banco Bilbao Vizcaya en Valladolid, donde ha conseguido aunar la pasión del creador con un desarrollo técnico encomiable.

En 1962, cuando todo va sobre ruedas, el pintor de Zamora se involucra en el mundo de los negocios litográficos, que le hacen perder tiempo y dinero, pero Castilviejo es de la estirpe de los que no se rinden y de la derrota siempre extrae enseñanzas. En esa década atiende ese negocio de la obra gráfica original que no hizo honor a ese nombre, y paralelamente inaugura su estudio en el barrio del «Cuatro de marzo».

Escribía yo en un texto reciente sobre Roberto Domingo que hasta su muerte será considerado, sin discusión, «el pintor de los toros». Óleos, gouaches y dibujos a pluma, en cantidad copiosa, salían de sus manos, se exhibían, se buscaban y adquirían por los aficionados, creándose una escuela, de la que Castilviejo es uno de los mejores discípulos. Para el pintor zamorano, en sus obras de tema taurino, el detalle cobra vida y movimiento sin perder su entera sumisión al dibujo. Las diferentes suertes taurinas, las cuadrillas dando el paseíllo, los picadores probando las puyas y las mulillas arrastrando al toro muerto le suministran un repertorio de asuntos variados, si bien lo que repite incesante la pintura de Castilviejo es la embestida del morlaco, maravillosamente definida por sus dotes de dibujante e improvisador de formas. Sus composiciones taurinas están equilibradas por el ritmo y los ejes discontinuos. Su técnica rápida puede llevarle a captar la instantaneidad de las distintas faenas que expresan el movimiento con breves trazos, logrando sugerir la gracia del contorno o la sensación corpórea del volumen.

Las galerías de Valladolid se interesan por su obra, a la que sienten emocionalmente unida al tema castellano. La sala Castilla exhibe cuatro o cinco individuales de sus trabajos de caballete. Vinculado al expresionismo, las muestras en las que se exponen treinta cuadros son adquiridas enteras en veinte minutos el día de la inauguración. Hay que ser muy rápido para convertirse en coleccionista de Castilviejo, ya que las reservas de sus obras se producen como si se rematasen en subasta.

En 1969, diez años después de afincarse en Valladolid, decide trasladarse a vivir a Cubillas de Santa Marta, un pequeño pueblo situado a 25 kilómetros de la capital castellana. La parcela y la casa las adquirió por 400.000 pesetas y tuvo que dar muchas pinceladas hasta pagar el último duro. Su vida en este paraje, en el que Juli, su mujer, es una sombra silenciosa acompañada de dos perros juguetones.

«Aquí -dice el artista- pinto, trabajo, cazo perdices, ando por los rastrojos, amo y vivo, porque el paisaje es determinante, y hasta juego al mus con los lugareños».

En los últimos tiempos, la galería Rafael ha ofrecido sus exposiciones personales en el mes de diciembre -este año tampoco faltará a esa cita después de esta antológica-, pero antes de poner la galería «Rafael Pérez ya me compraba cuadros. Fue cliente antes que galerista. Ahora discutimos bastante de «todo» pero eso es natural», matiza Castilviejo, que reconoce que el galerista es «un querido amigo».

«De todos modos, con motivo de esta antológica, no puedo olvidarme de Fernando de Andrés, mi mejor amigo, diría que un hermano, que se alegraría tanto de este acontecimiento, porque él siempre me animó en mi carrera como pintor, aparte de enriquecerme humana y culturalmente con su compañía. Era cirujano, culto, afable, inteligente. Pero viven sus hijos, que celebrarán esta muestra conmigo. Le conocí nada más llegar yo a Valladolid. Era cazador, pescador, pintaba acuarelas y tallaba marfil, y como decía Antonio Machado, «era, en el buen sentido de la palabra, bueno».”


(*) Para ver las fotos que ilustran este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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